Ya Zapatero
es historia. Aunque ahora sea miembro, con carácter vitalicio, del Consejo de
Estado (parece que es mero órgano consultivo, menos mal), me temo que ni
aquellos ‘brotes verdes’ que comenzó a vislumbrar cuando lo peor de la crisis
avanzaba por el pasillo, lo van a salvar. Y es curioso porque de no haber
existido aprieto económico-financiero, lo mismo estaríamos hoy valorando los
avances que en materia de igualdad, verbigracia, consiguió para este país.
Como en esos
últimos años de gobierno socialista no se distinguió el PP por aportar alguna
receta –con esperar a que José Luis se estallara solo les bastaba–, ahora que
por inercia, o cansancio, o hartazgo han pasado a dirigir las riendas que los
‘mercados’ van dictando, se han visto obligados a comulgar con demasiadas
ruedas de molino. Que tragan sin mayor dificultad, pues les basta la coletilla
de qué mal nos lo dejaron. Todos se han sumado al carro y disciplinadamente
siguen el guión preestablecido. Y salvo Ana Pastor, periodista a la que deben
quedar unos pocos desayunos en la televisión pública, no vislumbro periodismo
informativo como dios manda (artículo 20 de la Constitución). Los comentaristas
son un aparte.
Tanto es así
que hemos olvidado al menos dos sonadas promesas de no ha tanto. La de González
Pons, que casi acaba de golpe y porrazo con el paro (3,5 millones de puestos de
trabajo era una respetable cantidad) y la de Rivero Baute, porque merced a un
incremento de turistas en las islas, puede que desviados por los conflictos del
norte africano, ya se lanzó a vaticinar que la luz estaba a la vuelta de la
esquina. El primero desapareció de la escena política más visible, pero el
segundo, tan acostumbrado a este tipo de ‘arrancadas’, permanece para general
regocijo de cierto editor y del segundo partido perdedor en Canarias, pues por
estos lares prima el dejar en la oposición al que gane las elecciones.
Con estos
antecedentes desembocamos en la enésima reforma (o más), pero la que
curiosamente no va a solucionar el grave problema del paro. Y como uno es lego
en demasiadas materias, acude a escuchar todo lo que manifiestan los precitados
comentaristas y a tragarse las entrevistas de cuanto asesor acude a los medios.
Y a peor la mejoría. Y no sería lógico señalar que me quedo in albis, porque no
es del todo correcto. Mi problema es que los entiendo a todos, incluso a los
que proponen en el mismo mensaje planteamientos completamente opuestos. Y eso
no debe ser muy normal. O eso o yo, vaya usted a saber. Aunque lo mío es de
nacimiento, lo otro ha venido por añadidura (que se dice, y vuelvo a Zapatero).
Insisto en
que no entiendo nada de nada. Pero si se abarata el despido, menos trabas
tendrá el empresario para fulminar al empleado por un quítame allá esas pajas.
Y como en nuestro país somos muy dados a todo tipo de picarescas (mejor, las
inventamos), con el añadido de poseer ciertos dones naturales para las segundas
–o terceras– contabilidades (sí, eso de la caja B), para que una empresa alegue
que tiene pérdidas no le hará falta demasiado esfuerzo. Por consiguiente, que
diría Felipe, o el Partido Popular rescata a don Esteban (González Pons) o no
se atisba solución a esta lacra del paro.
Mientras,
estamos buscando una solución para que la declaración del ‘yerno’ no perturbe
demasiado al entorno de La Zarzuela, condenamos a un juez estrella
convirtiéndolo, ipso facto, en estrellado (y ‘estrallado’, al más estilo
autóctono canario), el tinglado de la Gürtel se va a ir para cierto sitio (dilo
tú que a mí me da cierta cosa escribirlo), ya no nos acordamos de los millones
que se tragó la montaña sagrada de Tindaya, las entradas para el concierto de
Bruce Springsteen valen 60 o 70 euros (y está subvencionado a punta pala para
que Mansito –el promotor– no pierda un céntimo)…
Y menos mal
que Rajoy le tiene pánico a los helicópteros, que si no…
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