viernes, 17 de febrero de 2012

Se la mangaron

Hubo revuelo previo, escasas expectativas en el durante y ligero alboroto en el después. Afortunadamente, el acontecer, que tuvo entretenido al pueblo realejero durante unas semanas, ha concluido. Menos mal que el Partido Popular fue capaz de reunir a diez o doce allegados para que la calle, que no callejuela, no estuviera tan solitaria, abandonada. ¡Ah!, Isaac, eso dijo, fue como amigo de la familia y no como militante de Coalición Canaria. Desconozco en calidad de qué acudió uno de los concejales de la misma formación política en el consistorio realejero (el resultado de la votación ya lo conoces).
Al día siguiente –se ignora hora, móvil y autor– la placa había desaparecido. Y eso no está bien, porque el homenajeado había prometido no molestar a la vecindad (por cierto, no vi a ninguno en el reportaje televisado). Los operarios municipales, antes de que la noticia corriera TF-5 adelante hasta la única capital de Canarias, procedieron a sustituirla (siempre vienen dos de fábrica, por si acaso). Eso sí, la colocaron un fisquito más alto para evitar nuevas tentaciones. Esperemos que la susodicha (tentación) no viva arriba (protagonizada por Marilyn Monroe y dirigida por Billy Wilder). De volver a ocurrir tan lamentable episodio, se asegura de fuentes municipales, no la volveremos a poner. Hombre, ni tanto ni tan poco. Los palos de las barandas del sendero turístico de la costa han sido repuestos en multitud de ocasiones, se han sembrado muchísimos millones en Rambla de Castro, se va a Fitur todos los años…
A posteriori (el día de actos ni se asomó a la ventana), una vecina aseguró no haber oído nada, pero entiende, aunque no conoce de nada a ese señor, que no está bien visto sisar rótulos ajenos. No sé si lo decía por los desconchados en la pared o porque realmente entendía que tales actos van más allá de cualquier norma de cortesía.
La verdad es que ya uno no sabe a qué atenerse. Escucha que se roba mucho material en las urbanizaciones (el cableado, sobre todo) para las componendas consabidas. Pero no acaba de entender para qué demonios quieren una placa. O lo mismo no se la llevaron, sino quisieron demostrar que no estaba a nivel (o a plomo), o no sujetada convenientemente, o que se le había aflojado un tornillo (a la placa), o el escudo era muy grande y eclipsaba el nombre, o…
Estamos en crisis, como es harto sabido. Episodio que sufrimos los de siempre. Aunque Rajoy quiere hacer una ley de homogeneización. En principio, parece, para que los políticos equiparen sus sueldos. Me temo que será por arriba y que no se le ocurrirá que prediquen con el ejemplo y bajen bastantes peldaños. Vamos, que se ubiquen más por los suelos, lugar por el que transita la mayoría de mortales, excepción hecha de Botines, Correas y demás yernos.
Y a todas estas, como siempre recurrimos a la intermediación divina (también en esos discursos inaugurales) y dado que acabo de aludir a quienes, a pesar de tantos pesares, se lo pasan bien –mejor, lo explotan bien–, nada mejor que estas dos sentencias de las que circulan en una de las múltiples presentaciones que cada día inundan bandejas de entrada:
“Si Dios ama a los pobres, ¡cómo sería si los odiara!”. Es la confirmación de mi particular teoría de los ‘dioses ciegos, sordos y mudos’. Los que ignoran dónde está situada África (entre todos, ellos igualmente, la hemos ido mandando para el cuerno).
O esta otra bastante elocuente: “La corrupción, como la paella, en ningún sitio se hace como en Valencia”. Pero la justicia (de minúscula) pondrá a cada uno en su lugar. A saber, los pobres en la miseria más absoluta, los ricos en la opulencia más escandalosa, los negros comerán en navidades porque toca la campaña del no sé qué, los ‘gürtelianos’ se irán de rositas, Garzón seguirá impartiendo conferencias, los banqueros seguirán apostando por la Fórmula I… ¿Y los jueces? Como siempre: imparciales, independientes, impasibles, impertérritos, ¿imposibles?, ¿increíbles?, ¿incrédulos?...
Mañana, si nada en contra se tercia, otra reseña histórica (periodística) de Florencio Sosa. Hasta entonces.

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