viernes, 6 de abril de 2012

Apolítico

Un anónimo comentarista creyó ver los cielos abiertos cuando atisbó el post de las dos tortugas. Creía, iluso él –o ella–, que no trataba de política. Eso es materialmente imposible en todos aquellos que osamos garabatear cuatro letras para opinar de cualquier asunto que pase por delante de nuestras narices o afecte a alguno de los cinco sentidos que se nos presupone al género humano; yo mismo, sin ir más lejos. Por ello, si ustedes tienen a bien asomarse, ahí en la columna de la derecha, en el apartado de las etiquetas observarán que el vocablo en cuestión se lleva la palma con un número aventajado respecto al resto de la relación existente. Es más, hasta en los viajes de Mundo Senior se habla, y mucho, del particular. Desde que uno se queje de la escasez de la pensión, hasta el otro que estima que la comida no es la más adecuada para ciertas edades, todos, absolutamente todos estamos hablando, y actuando, como políticos.
Hemos podido comprobar, y no en fechas demasiado lejanas, que hay gente empeñada en desligarse de esta faceta que es inherente al ser humano. Lo vires para donde quieras. Parece que se siente pánico o vergüenza al pensar que te pueden señalar con ese calificativo. Y nada más lejos de la realidad, porque solo es ajeno a la política aquel individuo que posee sus capacidades mentales tan disminuidas que no es capaz de discernir, de razonar. Y esos, afortunadamente, son escasos. El que más y el que menos gozamos de la facultad de emitir un juicio. Ponle, si te apetece, todas las trabas e inconvenientes que te plazca.
Existe el vocablo en el Drae y es del tenor literal siguiente: apolítico, ca. (De a-2 y político). 1. adj. Ajeno a la política.
Pero no te hagas ilusiones y creas que me has ganado la partida. Porque el mencionado diccionario, tan rico en matices y definiciones, nos viene a señalar también:  político, ca. (Del lat. politĭcus, y este del gr. πολιτικς).
1. adj. Perteneciente o relativo a la doctrina política.
2. adj. Perteneciente o relativo a la actividad política.
3. adj. Cortés, urbano.
4. adj. Cortés con frialdad y reserva, cuando se esperaba afecto.
5. adj. Dicho de una persona: Que interviene en las cosas del gobierno y negocios del Estado. U. t. c. s.
6. adj. Denota parentesco por afinidad. Padre político (suegro) Hermano político (cuñado) Hijo político (yerno) Hija política (nuera)
7. f. Arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados.
8. f. Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.
9. f. Actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto, o de cualquier otro modo.
10. f. Cortesía y buen modo de portarse.
11. f. Arte o traza con que se conduce un asunto o se emplean los medios para alcanzar un fin determinado.
12. f. Orientaciones o directrices que rigen la actuación de una persona o entidad en un asunto o campo determinado.
Varias son las acepciones que coinciden con la (inconsistente) línea argumental de las líneas precedentes. Aunque me quedo con la novena. A ese ser que sostiene la falsa creencia del ‘apolítico’, harto difícil se le hará mantener o sustentar que en todos los ámbitos de su espacio vital solo se dedica a comentar y/o opinar de asuntos tan personales que en ningún instante chocan con la realidad que le circunda. Puesto que desde que tal suceso acontezca –y ello, inexorablemente, se cumple a rajatabla– ya estás interviniendo en la otra esfera, en esa que te rodea, que te afecta y de la que emites opinión cada tres frases que hilvanes. Repasa, insisto, la acepción novena de la relación anterior.
Un servidor entiende que la confusión proceda de la falsa concepción que tenemos. O quizás que pueda haber un prejuicio que tendemos a considerar negativo, cuando, y ojalá siempre ocurriese, debería ser la nobleza la que guíe la senda. Y, quizás, el no pretender que nos encasillen con la etiqueta de ‘animal político’ (ahora ve tú al diccionario), es lo que nos tiene desconcertados.
Te pongo un ejemplo más ilustrativo. Puede que al responsable o dueño de este blog, sobre todo cuando uno se fija en su título o nombre, se le relacione muy mucho con aquel libro de idéntica denominación. Pues si lo tienes y le echaste una visual, recapacita y te percatarás de que Pepillo era mucho más político que Juanillo (lo digo en algún capítulo, era un líder sindical en potencia). Y cuando propuso el arreglo de la escuela con la ayuda de los padres (una actuación comunitaria de primer orden), estaba sentando las bases de proyectos de mayor enjundia. En fin, no es mi intención cansarte. Puede que ni convencerte, pero medítalo en silencio y concluirías que todos somos políticos. Y ojalá lo podamos seguir siendo por muchos años. Lo otro significaría que nuestra mente sufrió un gravísimo percance.
Bueno, en la próxima, casi con toda seguridad volveremos a incidir sobre cualquier asunto público (la esfera privada queda para otros foros). E, indefectiblemente, estaremos haciendo política. No como cierta carta al director que leí hace unos días en un periódico de esta isla en el que cierto anónimo –apolítico, por supuesto– ponía a caer de un burro a los socialistas, al tiempo que brindaba por el éxito de la reforma laboral. Me lo explique.

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