Palabreja
puesta de moda por los concejales liberados, sobre todo los de cultura, con la
que se intenta denominar cualquier suceso importante y programado, de índole
social, académica, artística o deportiva, y que es mera copia de lo que se
menta en Cuba, El Salvador, México, Perú, Uruguay y Venezuela. Pero como las
distancias se han borrado, a Canarias llegó un día. Y no fue una inglesa
soñadora que ver el cielo quería siempre azul y a todas horas (de belingo nos
vamos pa´l monte).
Lo malo de
estos préstamos es que en realidad el diccionario (los eternos aprendices
debemos recurrir a él con inusitada frecuencia) nos indica que se trata de una
eventualidad, un hecho imprevisto, o que, quizás, puede acaecer. Con lo que su
verdadero significado no cuadra del todo con el sentido que se le pretende dar
y que alude a un compromiso bien concreto y mejor programado. Porque el clásico
festival de toda fiesta que se precie, incluido en el libreto (con las
consabidas 50 páginas de publicidad), se trata ahora de un evento. Como lo es,
por supuesto, el concierto de tal o cual celebridad en el auditorio de rigor.
Aunque no se queda atrás el derbi futbolero, el estreno cinematográfico, la
luchada en la Victoria de Acentejo, el clásico Madrid-Barça o la presentación
de las candidatas a reina. Todo, en absoluto, es ya un evento.
Te propongo
que te pongas un buen día a escuchar cualquier tertulia radiofónica en la que
intervengan los concejales de tu pueblo. Un representante de cada fuerza
política que formen parte de la corporación municipal. Pues como a cualquiera
de ellos se le escape el vocablo, te puedo asegurar que comienzan a surgir
eventos por doquier. Incluso aquel que está condenado a vegetar en la más fría
oposición y que escaso margen de maniobra tiene el pobre en el consistorio,
también se suma a la propuesta indiscriminada de los mismos. Y gana,
obviamente, el que haya elaborado la lista más generosa.
Uno debe
agradecer en el fondo, muy en el fondo, que los ediles tengan escaso tiempo
para cultivarse en otras facetas de la vida. Y que dediquen treinta, o más,
horas al día en resolver los asuntos que de verdad interesan y preocupan al
ciudadano. ¿Por qué te ríes? Algo que le debemos agradecer hasta el infinito.
Porque si por un casual se enteraran de que el término que venimos comentando
puede denominarse asimismo acaecimiento, imagínate tú la avalancha de
repeticiones en el uso que le darían en cuanto viesen un micro bien cercano de
las cuerdas vocales y, por ende, del aparato fonador. Y queda bonito. Repite
conmigo despacito: a-ca-e-ci-mien-to. Polisílaba, además. Chachi.
Me temo que
no haya sido hoy muy original en el tratamiento de este comentario diario, pero
a buen seguro que más de un admirador me lo agradecerá porque, y sin que sirva
de precedente, no me he sumergido en profundidad en ese proceloso océano de la
cosa pública, o comúnmente conocida como política.
Bueno,
estimados, pasó la Semana Santa, procesionamos en el Sur –algunos afortunados
fueron aún más lejos– con una enorme devoción, dimos muchos pasos en todos los
sentidos y comimos abundantemente en armoniosas cofradías (compañías). Ahora
toca volver al tajo e ir metiendo de nuevo en la hucha las monedas de dos euros
(para los gastos superfluos). Pero escóndanla bien porque para todas las
operaciones ‘legales’ Hacienda está al acecho.
Feliz retorno
a la cotidianidad, que, si me apuras, podría ser igualmente un evento. Y
alégrate pues hay que generar confianza en los mercados y para que la prima (de
riesgo) salga de ese abatimiento. Me voy a caminar un rato. Poco, mañana te lo
cuento.
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