Me causa
tremenda hilaridad cuando un político mete la pata en cualquier declaración (a
saber, cada cinco minutos) y luego se retracta al día siguiente alegando que se
trataba de una opinión personal, cuando no argumentando que él no había dicho
tal cuestión sino todo lo contrario. Y se quedan más panchos que el famoso mero
herreño del Mar de las Calmas.
Y como para
El Hierro me fui, aparte de saludar al buen amigo Inocencio que ya disfruta de
su jubilación en la más occidental y joven de Las Canarias, me sorprende (qué
digo, si ya perdí tal capacidad) que don Manuel Fernández, piñero él como su
íntimo Eligio Hernández, haya declarado que suprimiría los cabildos de Tenerife
y Gran Canaria, armase tremendo revuelo y luego donde dije digo… Como fiel
exponente de la política de su entrañable jefe Mariano, si hay que jalar por el freno de mano y pegar la
vuelta, se hace y santas pascuas. Y el próximo viernes más (y el siguiente ni
te cuento), lema que nos acompañará hasta el final de la legislatura, salvo que
los mercados dicten otra cosa y esto provoque fuerte estampido que nos mande a
freír chuchangas.
Me gustaría
(qué iluso) que los políticos se dieran cuenta de que ellos no tienen opinión
personal. La perdieron cuando pasaron a engrosar la lista del conglomerado de
pensamiento único, en el que uno dicta y el resto repite en coro. Y no le den
más vueltas. Eso de la opinión personal es mera estratagema para congraciarse
con el jefe y que no le riña en privado. Lo observamos cada vez con mayor
frecuencia, lo que viene a demostrar, indefectiblemente, que aquellos que dicen
representarnos ni siquiera son capaces de gestionar adecuadamente lo que les
sale por la boca. Como para pretender, arriba, que se encarguen de llevar a
buen puerto la economía y otros asuntillos apenas. Aunque es maravilloso
observarlos interpretando su papel en esta farsa. Considerando a pie juntillas
que todo el aforo del teatro de la vida es analfabeto elevado a la enésima.
En tal
alboroto estábamos, cuando aparece en escena doña Cristina Tavío, sonrisa en
ristre, y propone la liquidación de la administración autonómica, al menos en
estos próximos tres años, para ser sustituida, a contrario sensu, por los
gobiernos insulares. Bien saben mis escasos seguidores que ambos los dos (Cristina y Manuel o Manuel y Cristina) militan en la
misma compañía que capitanea en Canarias el ministro del petróleo y del
turismo. Aun calificando de boutade la intervención de la presidenta popular
tinerfeña, de la que se desdirá dentro de cinco minutos, aun reconociendo que
pasadas y gloriosas actuaciones no la encumbran al podio de los medianamente
inteligentes (política y metafóricamente escribiendo; ya me copio y todo),
atisbo un futuro más negro que los sobacos de un grillo. Estamos transportados
por conductores tan pésimos que un día de estos nos dejan emborcados en la carretera de Agaete a La Aldea (por no decir la de
Icod el Alto). Constituye el gremio (político) una caterva de impreparados (palabreja que usa un
amigo, y que al igual que el verbo emborcar, no está recogido en el DRAE, pero
estoy seguro que tú me entendiste). Mejor sería, sin embargo, tildarlos de
indocumentados. Y no porque no tengan papeles, sino porque ni saben leerlos ni
mucho menos comprenderlos. Ojalá que Pisa no los coja nunca.
Es lo que hay,
estimados míos. Y a todas estas, doña Esperanza Aguirre, igual de popular ella,
suelta esta guinda (que no guindo): El Gobierno no recorta lo suficiente. Y
estoy completamente de acuerdo con tal aseveración. Se puede recortar mucho
más, vaya que sí. Lo malo es que nuestro pensamiento jamás va a coincidir con
los que tienen las tijeras. Me causaría enorme alegría que me dejaran practicar
un poquito. Tendré que aprender, para ir haciendo pinitos, a comprender los
trazados de los patrones de costura que utiliza mi mujer. Si ellos fuera
factible, les puedo asegurar que Esperanza, Manuel, Cristina y tantos y tantos insurretos no estarían por ahí diciendo
boberías.
Finalizo
haciendo un llamamiento a los periodistas –ellos tienen más oportunidades que
un servidor– para que le pregunten a la señora Tavío que dónde piensa recolocar
al ingente entramado que conforma la administración autonómica. ¿Todos al paro?
Sí, porque la inmensa mayoría no tienen alternativa laboral alguna. ¡Ah!, que
han ido invirtiendo y han consolidado los beneficios del puesto. Me alegro por
ellos. Pobrecitos. ¿Somos otro ejemplo a la griega? Vuelvo a coincidir con la
señora Aguirre. No obstante, si tuviese el mínimo de recato que se me
presupone, se callaría la boca porque a su alrededor hay muchísimos más
‘griegos’ que en mi entorno. Salvo que este tinglado político sea mera
sinvergonzonería. Y arriba consentida.
Mañana,
fiesta –otra más– en mi pueblo en la que dilapidaremos, en fuegos de artificio,
varios millones. Viva la crisis, la religiosidad y la falta de ignorancia.
Nota aclaratoria: llevo varios días ubicando la ilustración por la derecha, pero tú lo entiendes, ¿no?
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