miércoles, 2 de mayo de 2012

Opinión personal

Me causa tremenda hilaridad cuando un político mete la pata en cualquier declaración (a saber, cada cinco minutos) y luego se retracta al día siguiente alegando que se trataba de una opinión personal, cuando no argumentando que él no había dicho tal cuestión sino todo lo contrario. Y se quedan más panchos que el famoso mero herreño del Mar de las Calmas.
Y como para El Hierro me fui, aparte de saludar al buen amigo Inocencio que ya disfruta de su jubilación en la más occidental y joven de Las Canarias, me sorprende (qué digo, si ya perdí tal capacidad) que don Manuel Fernández, piñero él como su íntimo Eligio Hernández, haya declarado que suprimiría los cabildos de Tenerife y Gran Canaria, armase tremendo revuelo y luego donde dije digo… Como fiel exponente de la política de su entrañable jefe Mariano, si hay que jalar por el freno de mano y pegar la vuelta, se hace y santas pascuas. Y el próximo viernes más (y el siguiente ni te cuento), lema que nos acompañará hasta el final de la legislatura, salvo que los mercados dicten otra cosa y esto provoque fuerte estampido que nos mande a freír chuchangas.
Me gustaría (qué iluso) que los políticos se dieran cuenta de que ellos no tienen opinión personal. La perdieron cuando pasaron a engrosar la lista del conglomerado de pensamiento único, en el que uno dicta y el resto repite en coro. Y no le den más vueltas. Eso de la opinión personal es mera estratagema para congraciarse con el jefe y que no le riña en privado. Lo observamos cada vez con mayor frecuencia, lo que viene a demostrar, indefectiblemente, que aquellos que dicen representarnos ni siquiera son capaces de gestionar adecuadamente lo que les sale por la boca. Como para pretender, arriba, que se encarguen de llevar a buen puerto la economía y otros asuntillos apenas. Aunque es maravilloso observarlos interpretando su papel en esta farsa. Considerando a pie juntillas que todo el aforo del teatro de la vida es analfabeto elevado a la enésima.
En tal alboroto estábamos, cuando aparece en escena doña Cristina Tavío, sonrisa en ristre, y propone la liquidación de la administración autonómica, al menos en estos próximos tres años, para ser sustituida, a contrario sensu, por los gobiernos insulares. Bien saben mis escasos seguidores que ambos los dos (Cristina y Manuel o Manuel y Cristina) militan en la misma compañía que capitanea en Canarias el ministro del petróleo y del turismo. Aun calificando de boutade la intervención de la presidenta popular tinerfeña, de la que se desdirá dentro de cinco minutos, aun reconociendo que pasadas y gloriosas actuaciones no la encumbran al podio de los medianamente inteligentes (política y metafóricamente escribiendo; ya me copio y todo), atisbo un futuro más negro que los sobacos de un grillo. Estamos transportados por conductores tan pésimos que un día de estos nos dejan emborcados en la carretera de Agaete a La Aldea (por no decir la de Icod el Alto). Constituye el gremio (político) una caterva de impreparados (palabreja que usa un amigo, y que al igual que el verbo emborcar, no está recogido en el DRAE, pero estoy seguro que tú me entendiste). Mejor sería, sin embargo, tildarlos de indocumentados. Y no porque no tengan papeles, sino porque ni saben leerlos ni mucho menos comprenderlos. Ojalá que Pisa no los coja nunca.
Es lo que hay, estimados míos. Y a todas estas, doña Esperanza Aguirre, igual de popular ella, suelta esta guinda (que no guindo): El Gobierno no recorta lo suficiente. Y estoy completamente de acuerdo con tal aseveración. Se puede recortar mucho más, vaya que sí. Lo malo es que nuestro pensamiento jamás va a coincidir con los que tienen las tijeras. Me causaría enorme alegría que me dejaran practicar un poquito. Tendré que aprender, para ir haciendo pinitos, a comprender los trazados de los patrones de costura que utiliza mi mujer. Si ellos fuera factible, les puedo asegurar que Esperanza, Manuel, Cristina y tantos y tantos insurretos no estarían por ahí diciendo boberías.
Finalizo haciendo un llamamiento a los periodistas –ellos tienen más oportunidades que un servidor– para que le pregunten a la señora Tavío que dónde piensa recolocar al ingente entramado que conforma la administración autonómica. ¿Todos al paro? Sí, porque la inmensa mayoría no tienen alternativa laboral alguna. ¡Ah!, que han ido invirtiendo y han consolidado los beneficios del puesto. Me alegro por ellos. Pobrecitos. ¿Somos otro ejemplo a la griega? Vuelvo a coincidir con la señora Aguirre. No obstante, si tuviese el mínimo de recato que se me presupone, se callaría la boca porque a su alrededor hay muchísimos más ‘griegos’ que en mi entorno. Salvo que este tinglado político sea mera sinvergonzonería. Y arriba consentida.
Mañana, fiesta –otra más– en mi pueblo en la que dilapidaremos, en fuegos de artificio, varios millones. Viva la crisis, la religiosidad y la falta de ignorancia.
Nota aclaratoria: llevo varios días ubicando la ilustración por la derecha, pero tú lo entiendes, ¿no?

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