jueves, 3 de mayo de 2012

Tradiciones

Porque la tradición no entiende de prohibiciones, leí durante el visionado de cierto vídeo promocional de la exhibición pirotécnica del 3 de mayo (hoy) en mi pueblo (Los Realejos). Y por lo visto debo ser el único realejero que se ha posicionado manifiestamente en contra de este despilfarro, máxime cuando atravesamos este desierto de la crisis que nos trae de cabeza. A la que aludimos –y seguro que también lo harán quienes aportan importantes sumas de dinero, quitándolo vaya usted a saber de dónde, a este escándalo foguetero– cada tres por dos con argumentos harto convincentes. ¿Pero a qué jugamos? ¿A qué Santa Cruz honramos con esta dilapidación monetaria? ¿A qué Dios señalamos para que mire la magna demostración de explosiones multicolores? ¿A ese que no sabe dónde queda África pues no ve cómo mueren de hambre cada día centenares de individuos que ni siquiera obtienen una sepultura digna? ¿Estamos locos o qué? ¿De qué me vale el argumento de que no se obtienen subvenciones oficiales para el evento (palabreja de rabiosa actualidad)? Sería el colmo que así ocurriese. No, yo es que con mi dinero hago lo que me da la gana. Y ya no nos acordamos de aquella tristemente famosa campaña de que aunque usted pueda, España no, y que pretendía fomentar el ahorro en el consumo de agua potable en nuestros hogares. Que no me vengan los vecinos de las calles El Medio y El Sol con las monsergas acostumbradas, porque a lo peor más de un donante para la santa causa de las pirotecnias está mañana por fuera del ayuntamiento demandando auxilio al concejal de turno. Por la Cruz, si tengo que dejar de comer… Fanáticos, falsos, fariseos.

Entendería la frase con la que inicié el párrafo precedente en el contexto de los carnavales de antaño, cuando el que está enterrado en el Valle de los caídos (los suyos, claro; los otros siguen esparcidos por Las Cañadas, en profundos pozos o en los insondables rincones de la mar océana) seguía aún pescando salmones en Asturias y cazando gamos en los terrenos del Palacio de Riofrío (Segovia). Pero intentar la justificación del espectáculo de esta noche, cuando casi seis millones de parados constituyen una afrenta nacional (reproduzcan, para más inri, los porcentajes a nivel autonómico), no es siquiera una entelequia, una irrealidad, un imposible; es un sinsentido, una inmoralidad.

Y en este mundo de locos, para mayor escarnio, me encuentro, por si lo anterior fuera poco, con este añadido: Los cabildos y los ayuntamientos suprimirán regalos, seguros médicos, planes de pensiones, pluses y programas de contratación para reducir gastos de personal pero sin tocar la nómina de los trabajadores, a pesar de la petición del Gobierno.  Es decir, y ya lo hemos manifestado en días anteriores, a los profesores –mero ejemplo– les reducen el sueldo otro cinco por ciento, amén de tremendo mordisco en las pagas extras de julio y diciembre. Al tiempo, los cabildos no solo pretenden que sus funcionarios sean de otra casta, sino que los muy sinvergüenzas reconocen aún que en las circunstancias que concurren en nuestra maltrecha economía, se permitían el lujo de continuar con las andadas de seguros médicos particulares, pluses, planes de pensiones… ¿Será posible que sigamos consintiendo tales desmanes? Luego algún amigo se molesta conmigo si los llamo, directamente, golfos. ¿Merecen, acaso, otro calificativo?

Lo mismo me espetan que tales componendas, mientras muchos pasan hambre y deben recurrir a la caridad, cuando no a la mendicidad, que como se trata de una tradición, de una costumbre, pues que siga el burro pa´lante. Debe tratarse de la misma (tradición) que guía a los realejeros a vociferar por lo bien que lo hizo su calle.

No debo tener las neuronas (o la que me queda) muy bien ubicadas. Debió rodarse alguna (o la única). Pero todavía me hallo facultado para decir negro cuando lo vislumbro oscuro. Y ni con unos cuantos cañonazos me harán cambiar de opinión. Y aunque estas sean libres, mañana me lloverán chuzos. ¿Saben que les digo a todos esos religiosos de boquilla? Lo siguiente: Si eso son tradiciones / que baje Dios y lo vea, / no me toquen los “timbales” / pues todo se me menea.

Y con la cuarteta me quedo… insatisfecho. ¡Ah!, y disfruten de los fuegos, son los mejores de Canarias. Un servidor tendrá que limpiar azotea, patio, cancela y rampa por mor de los de una de las implicadas. Sí, la que dispara en los aledaños del campo de fútbol y pierde siempre aunque los traigan de Valencia; no sé si subvencionada por la Gürtel.  Eso escucho, que no me dicen. Amén. Y yo también.

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