miércoles, 16 de mayo de 2012

Que siga la fiesta

No me pasa por la cabeza la extraña postura de Banca Cívica (en ese conglomerado está también CajaCanarias) que necesitando 1287 millones de euros, y sabiendo que soy un cliente fiel desde hace la tira de años, no se haya puesto en contacto conmigo para arbitrar las condiciones del préstamo. Aunque nadie me haya preguntado, les aseguro que me hallo en condiciones de echarle una mano a la entidad en la que tuve domiciliada la paga mensual durante mi actividad laboral y en estos momentos la pensión recortada. Uno se quiere imaginar que tendrán acceso a los saldos de los ahorradores y también a los de aquellos –es mi caso– que nos excedemos en tal concepto por el volumen de capital manejado. Tendré que concertar una cita con el señor Arvelo –espero me valga de intermediario el director de la sucursal de La Longuera– para concretar los detalles de la operación. Y cito la oficina de este núcleo realejero porque me correspondió asistir a su inauguración en la década de los ochenta del pasado siglo y poseo una de las libretas más viejas del lugar. No, en ella no deposité la millonaria indemnización pactada para salir del ayuntamiento de mi pueblo, ni las rentas obtenidas por los alquileres de los treinta y tres apartamentos adquiridos (más bien regalados; por los sobornos, que se dice) en el sur de la isla, ni siquiera… Cállate, bobo tieso, y ponte a escribir con fundamento.
¿Lo será (escribir con fundamento) expresar estas lindezas?: ¿Todavía no se han dado cuenta los canarios de que están gobernados por un loco político? Por un idiota, un inepto y un obseso con el poder, al igual que su esposa. Como no pertenezco a colegio profesional alguno, manifiesto de manera clara y rotunda que los editoriales de cierto periódico han traspasado todas las líneas de la ética, le decencia, la responsabilidad y el saber estar. Porque discrepar es una cosa y el insulto otra bien diferente. Y no soy yo uno que se haya distinguido por lanzarle flores a Paulino Rivero. Ni a Wladimiro Rodríguez Brito (que, por cierto, ya no colabora en el medio en cuestión. ¿Motu proprio, directrices coalicioneras o cierre del grifo?). Pero hay formas y maneras de entablar las controversias. La Asociación de Periodistas permanece en silencio. ¿Corporativismo? ¿Gremialismo? ¿Hoy por ti y mañana por mi? ¿Yo te tapo si tú me callas? Ignoro cuánto deben, a quiénes se deben y por qué se deben. Aunque se me reproche que debe ser bastante fácil el deducirlo. Pero como mi lógica –la de no estar sujeto a directrices– no debe ser la de aquellos que responde a otros patrones, a otros esquemas, me pierdo en disquisiciones que a lo peor no tienen razón de ser.
Mi estado jubiloso me permite leer –o al menos ojear– bastantes periódicos digitales. Comprar no porque me lo prohibió el médico de cabecera. Y me hago cada mañana una composición de lugar bastante plural. Y aun entendiendo los sesgos más que evidentes, creo que uno puede –y debe– ser profundamente respetuoso con las personas. No me vale el añadido de en su faceta política. Porque la etiqueta del cargo no es una mera pegatina de la que nos podemos desprender en el instante del día que nos venga conveniente. El loco político –así, sin ni siquiera el presunto– no puede convertirse en cuerdo esposo y padre de familia porque hay divisiones que constituyen un imposible.
No comulgo, insisto, con la manera de hacer política del actual presidente del gobierno de Canarias. Y mucho menos –lo he reiterado hasta la saciedad– comparto los préstamos del Partido Popular, y ahora del Partido Socialista, a cambio del sostenimiento de prebendas que perpetúan un sistema que pervierte el voto ciudadano a las primeras de cambio. Pero si hemos de juzgar con mesura y con la debida equidistancia, diría que se acercan mucho más al estadio de la demencia los editoriales incendiarios que la forma de hacer política en estas peñas. Y mira que para llegar a tal conclusión he tenido que respirar profundamente para tragarme la bola que tenía atravesada en el gaznate. Y me costó una barbaridad.
Tiempo ha escuché que buen porte y nobles modales abren puertas principales. Luego debió ocurrir una debacle, porque hoy te las tiran en las narices.  Y hazme el favor de no preguntarme el porqué sigo leyendo la prensa. La información –¿o tal vez la deformación? – es mi debilidad. Por ello, porque creo estar en condiciones, acabo con esta sentencia: las arañas tienen más patas que las que necesitan.
No, de eso nada, yo escribo y dejo a tu consideración las interpretaciones. Así es el juego y las reglas, por ahora, las dicta el menda.

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