martes, 28 de agosto de 2012

Penurias

Ahora mismito el único deporte que practico (viéndolo en la tele) es el ciclismo, porque esta temporada (futbolera) será completamente sabática. No pienso perder ni un minuto en los Messi, Ronaldo, Gordillo… ¿Cómo? ¡Ah!, este último es el nuevo Curro Jiménez. ¿Y no hubo uno futbolista? ¿Ven (de ver), qué necesidad tiene uno de estos lances?
Vuelvo a la Vuelta, porque ya que comienza también la ronda (creo que se menta así) tinerfeña me viene a la memoria cuando en Longuera-Toscal concluía la denominada etapa reina. Y luego salía desde el barrio la última con destino a La Laguna. Cómo trabajaban aquellas comisiones. Qué pena por habernos acomodado. ¡Oh!, fíjate tú que  ayer me llegaron las quejas de una jovencilla ante los ruidos de las obras de mejora en la vía principal que no la dejaban dormir plácidamente hasta las tantas. ¿Crisis? ¿Dónde?
No debe haberla en esa familia ideal que tan bien describiera doña Fátima Báñez, ministra de Empleo y Seguridad Social, para explicarnos la reestructuración de las ayudas a los parados de larga duración. Sí, esa unidad de cuatro miembros, pareja y dos hijos (en paro), pero en la que entran ocho mil euros mensuales. Y tiene razón la pobre mujer. Es un sueldito normal, tirando a bajo, pues su compañero (de fatigas) Guillermo Collarte las pasa canutas con sus cinco mil cien (antes ganaba doce mil). Me están entrando unas ganas terribles de mandar este blog para cierto lugar, ponerle un candado a todo lo que me suponga pérdida de tiempo y comenzar a hacerle la pelota a todos los políticos amigos para que me nombren asesor. Es mi ilusión. De lo que sea.
En mi rincón de las letras menudas suelo cambiar, allá cuando se me ocurre o se me enciende la bombilla (otra pérdida de tiempo), las décimas. En el que te hallas en este momento, solo dos, las titulé ‘La otra Gomera’, e intento dar mi parecer de la peculiar manera que se vive la política en aquella isla. En Pepillo y Juanillo (II), el de las fotos, decidí contar las peripecias en mi faceta de pintor de brocha gorda. Reconozco que no se me da mal, pero llevo un cansancio acumulado digno de tomarme unas buenas semanas de descanso absoluto (de asesor, por ejemplo). Son las denominadas penurias. Oye, los más de ocho mil mensuales me tiene intrigado. Como no sea un matrimonio ‘político’.
Jueces y fiscales –no tú y yo, que somos unos nadie– dudan de la efectividad del endurecimiento de las penas a los autores de los incendios forestales, que no pirómanos (estos irían a un siquiátrico). Claro, si en la actualidad se les condena a cuatro años y con la nueva ley a cinco, no creo que se disuadan demasiado. En EE.UU. está implantada la pena de muerte y no se vislumbra un descenso en el número de delitos, más bien todo lo contrario. Muchos gobernantes (empiecen por el presidente y acaben con el último concejal) deberían ponerse un punto en la lengua cada vez que se queman unas hectáreas. Además, haz un repaso cronológico del incendio habido en La Gomera, por ejemplo, y te percatarás del paulatino descenso en la gravedad de los hechos, hasta concluir en que según los informes viene a resultar que tampoco son tan malos pues constituyen un factor de regeneración de nuestros bosques.
Lo que no varia, inexorablemente, en la Isla Colombina son los procederes, el ataque furibundo al adversario político, que se me antoja es considerado, en la inmensa mayoría de las veces, enemigo. Da la impresión de que el exigir responsabilidades lleva implícito el insulto y el que se la corten, a ser posible, y no la luz eléctrica.
El alcalde de Gran Rey, quien parece olvidar que pertenece a una organización política (los malos son los otros), lleva unos días criticando la normativa que regula las ayudas a los damnificados. Que se realizó de cara a la galería y que se podrán acoger muy pocos a las mismas (contados con los dedos de una mano). Me estuve leyendo el Decreto 75/2012, de 17 de agosto, y no columbro las restricciones que él pregona, pero que no concreta. O es que pretende colocar un saco lleno de billetes en el Nereida Díaz Abreu y que cada cual vaya cogiendo lo que estime conveniente. Claro, ahora nadie vio los cañaverales, nadie vio construcciones ilegales, nadie sabía si la norma urbanística era o no adecuada…
Lo positivo es el descontento ciudadano, esa plataforma “apartidista” (cuéntenme una de chinos a ver si me río) que se va a manifestar libremente para expresar su enorme enfado. Atisba Miguel Ángel Hernández que los ‘tiros’ se dirigirán contra esa “gente de dudosa moral que ha provocado el distanciamiento del pueblo hacia la política”. Espera el señor alcalde que el próximo 1 de septiembre ese acto no sea manipulado políticamente, ni de forma tendenciosa.
Yo no vivo en La Gomera, ni vivo la política de esa manera, pero creo, Miguel Ángel, que tu partido está cayendo en lo que critica. Y los tuyos –entre los que tú juegas un papel destacado–, llevan intoxicando el ambiente en redes sociales y medios de comunicación tradicionales utilizando idénticas armas a las que dicen combatir. Ese movimiento ciudadano, “nacido al calor de los rescoldos”, también está viciado. Y malo, casi perverso, considero ese parto encendido. Me parecería interesante que lideraras esa regeneración que necesita la isla, pero desde el diálogo y el consenso. Lo otro es más de lo mismo. Nadie es culpable, pero entre todos la dejaron quemar.
Ojalá llegue el día en que alguno reflexione y se cuestione el que si todos eluden responsabilidades y las culpas siempre son del contrario (discurso unánime de todas las formaciones políticas), ¿qué es lo que falla entonces? Y los ciudadanos de ese maravilloso valle, que los votaron a ustedes porque estaban cansados de los espectáculos que organizaban los de ‘dudosa moral’, se están percatando de que, como decía aquel anuncio publicitario, todos venden lo mismo, ustedes también. Lo malo es que nadie quiere verse su joroba. Y un paisano de Chipude, en amena conversa tiempo atrás, me espetó: “Miedo me dan los salvadores que viven en Tenerife”. No lo capté en aquel momento, pero ya lo voy cogiendo. Mi sagacidad no alcanza el cuarto de luz del chipudense (chipudano, chipudero).
Un día habrá una isla que no sea silencio amordazado… ¿Nos habremos extralimitado, estimado Pedro? Sigo expectante por si Casimiro, Miguel Ángel, Manuel Ramón, Néstor, Ángel Luis, Solveida o Jaime Luis se deciden invitarme más que sea tres o cuatro semanas por aquellos lares entre esos visitantes ilustres que piensan llevar. Que ya va siendo hora de que me las eche un fisco.

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