viernes, 21 de septiembre de 2012

En otro final de curso (y II)

…Así es que, en Lectura, Escritura, Gramática, Aritmética, Geografía y demás materias concernientes a la 1ª. Enseñanza no se traslucirá dentro de las tres primeras secciones mucha sabiduría por la discreparidad [sic] de ideas en los niños, cuya edad no les permite discernir a ciencia cierta, pero no deja de comprenderse que poseen en dichas asignaturas una suficiencia que podría servirles en lo sucesivo de norma, para dedicarse a estudios superiores, venciendo dificultades, que sin esta preparación darían ímprobo trabajo. Ahora lo que falta es tiempo para ver realizadas mis aspiraciones juntamente con la vuestra.
Paso ahora a reseñar los obstáculos y dificultades que ha tenido en su constante labor el que suscribe: En primer término, la poca asistencia e ineducación [sic] de muchos niños dificulta la marcha progresiva de la enseñanza en esta escuela, encontrándose muchas veces el que suscribe desorientado en el desempeño de su penosa tarea a pesar de sus esfuerzos, porque los padres de familia, que son los que deben velar directamente por la marcha correcta de los mismos, no atienden como debieran tan ineludibles deberes. Esta anormalidad que ocasiona un desastre a la enseñanza elemental de los pueblos sin poner en práctica la Ley de la Enseñanza Obligatoria, debe reprimirse sin contemplaciones de ningún género, porque de no ser así sería contravenir la pauta que siguen los países que aman la cultura con tendencias a civilizarse.
Muchos padres de familia no sólo no toman la iniciativa en estos dos puntos de vista indispensables, sino que con respecto a la asistencia escolar, aunque muchas veces no son árbitros de dicho descuido, ni siquiera procuran averiguar la pesquisa producto de la evasión de los niños para imponer con conocimiento de causa el correctivo necesario, cortando así de raíz un abuso de cierto modo insoportable. Dicha prodigalidad contribuye a desarrollar en los mismos una tendencia hacia el poseimiento [sic] y halago de mimosidad [sic], que por lo más insignificante faltan al respeto y obediencia de aquellos que les educan, secuestrando una ayuda que se hace necesaria en vista de los buenos hábitos que pueda traer consigo, para que se hagan estimulables a seguir la orientación más conveniente al modo de ser característico en dicha edad. Sobre todo se observa en el hogar, que los padres son árbitros en sus determinaciones, disponiendo de sus hijos para dedicarlos a trabajos impropios de la edad con prelación a la escuela, abuso que el que suscribe no ha podido desterrar, como ha sido su deseo, porque como para ello tiene que haber inteligencia entre su modesta acción y la autoridad paterna, cada vez que ha querido extirpar este defecto, las evasivas se multiplican para que la tolerancia tenga sus efectos, con lo cual no ha sido posible poner en práctica la defensa de la enseñanza que puede continuar sometida a la más triste postergación. De aquí se deduce que la escuela es considerada, salvo raras excepciones, como un centro de reunión, para que los niños vayan a ella a recibir una lección y a escribir una plana; y en este sentido apenas han entrado sin aprovechar, por falta de tiempo, las enseñanzas reglamentarias; ya vienen de las casas de familia con recados u otros requerimientos para distraer este pequeño personal en ocupaciones que, aunque necesarias, pudiera suplirse la deficiencia obligándoles allí al estudio, a fin de atender indirectamente los deberes de este sacerdocio.
Este mal ejemplo acarrea en los niños cierta confianza, que cuando quieren evadirse de la escuela, solicitan permiso no para ir a sus casas a algo que fuere necesario, sino para juntarse con otros chicos de las callejuelas, ajenos a la práctica de los buenos hábitos y a juegos que, aunque propios de la edad, resultan tan soeces y desazonados que no sólo se dañan a sí mismos, sino que molestando al vecindario ocasionan disgustos a los padres que tienen que resignarse de tales destemplanzas, por ser ellos la causa directa de estos desórdenes.
Muchas cosas pudiera decir sobre este particular puntualizando uno por uno los casos afectos al mismo, pero a fin de no molestar por más tiempo vuestra atención y la de la Ilustre Junta que tan dignamente preside, dejo a la consideración de la misma, los medios que son necesarios para corregir en lo sucesivo las deficiencias ya apuntadas, a fin de que la enseñanza primaria, base de la cultura en esta localidad, tenga el éxito que su importancia requiere.
Villa de la Orotava, 16 de julio de 1918. El maestro, Amaro Álvarez”.
Nota:  Con todo mi afecto y consideración a pedagogos, psicólogos, orientadores y a cuantos creen –¿creemos?– que con la LOGSE habíamos descubierto la cuadratura del círculo. El año 1918 es sólo una mera referencia, que puede remontarse todo el tiempo atrás que ustedes crean conveniente. Me atrevo a fijar fechas de 1860. Documentación al respecto, abundante.
Esta Memoria es un simple ejemplo de una escuela orotavense de niños (la de San Juan). Y las referencias me indican que no fue éste un maestro de los más ejemplares. Existen otras que incluso han circulado por ahí y se han difundido como modelos. No es ésa mi intención. Pero, si vale la ocasión, que sirva de reflexión. Al menos para fijar criterios o ponernos de acuerdo ante las boberías y disparates que decimos, insisto, decimos un día sí y el otro también.
Y hasta aquí llegó el repaso. La próxima semana, casi seguro, volveremos a hablar (escribir) del gobierno. ¿De cuál? Da lo mismo, las tijeras cortan igual. Y han entrado, incluso, en esos lugares que se creían vedados a su acción. También en la educación, por supuesto.

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