miércoles, 19 de septiembre de 2012

En un final de curso (y II)

…La cuarta, para los padres de nuestros alumnos, que, por más cercanos, deberían entender mejor nuestros problemas:
Que la ignorancia es la fatal consejera de lo absurdo, lo anómalo y hasta lo criminal con desconsoladora frecuencia, nadie lo desconoce, así como tampoco nadie pone en duda que el desarrollo de todos los intereses del país depende del fomento de la instrucción. El Maestro de escuela, modestísimo funcionario que, á pesar de ser con dolorosa frecuencia el blanco donde ejercitan los que estiman agudezas de ingenio para mortificarle y escarnecerle, muchos seres extraviados por las nieblas de la perversión y el embrutecimiento, prepara el porvenir de las futuras generaciones, y necesita, por lo tanto, que le envuelva el público prestigio, que le rodeen las consideraciones de sus conciudadanos para que, auxiliado de la confianza que inspire en el seno de las familias, donde de tanto valor pueden ser sus saludables consejos, germinen y fructifiquen las semillas que deposite en el tierno corazón de la infancia... (16-octubre-1886, número 2)
A los actuales responsables de la Consejería, la quinta:
No podemos menos que levantar nuestra humilde y desautorizada voz, para inclinar el ánimo de los encargados de vigilar el desarrollo de la primera enseñanza pública, á fin de que desplieguen ese celo, esa actividad, ese vigorismo tan necesarios y precisos, para que desaparezcan de una vez y para siempre jamás, señalados e injustificables abusos que tanto dañan aún á la instrucción primaria... (16-septiembre-1887, número 35)
Cierro los ojos y medito profundamente si el hurgar en papeles viejos ha valido la pena. Cuando concluyo que hace 140 años se luchaba por las mismas nobles causas, creo más firmemente en la enorme responsabilidad que pesa sobre nuestros hombros. Y la losa del tiempo no puede, en manera alguna, hacernos variar los planteamientos de siempre. Porque perderíamos el norte, nuestro norte. El 26 de noviembre de 1888, un artículo, también de El Auxiliar, titulado ‘Las escuelas de adultos’, indicaba: La primera enseñanza debe ser esencialmente educativa, debe tener un carácter integral. Y no había LOGSE. Ni siquiera ministerio propio, que como tal se constituyó en 1900.
Por último, y para no cansarles, deseándoles, cómo no, unas muy felices vacaciones, una recarga total de espíritu, a la par que el agradecimiento del equipo directivo por la colaboración prestada y la solicitud personal de, como mínimo, la misma consideración y aprecio para con Ángel que la habida conmigo, esta sexta cita para ustedes, miembros del Claustro de este Centro, al que, como uno más, me honro en pertenecer:
El Maestro ha de ser dulce en sus modales, y cuando hable con sus discípulos deberá usar el lenguaje y tomar el aire, no de autoridad severa, sino de quien ruega o persuade. Pero en el fondo ha de sentirse fuerte para sostener sus determinaciones, o no hará nada con buen éxito, especialmente si pretende ganarse el corazón de sus alumnos. (16-marzo-1887, número 17)
Manifestaba el 9 de septiembre pasado, al tiempo que intentaba infundir los ánimos pertinentes, que cuando acabase ese día, quedarían nueve menos para acabar el curso. Sirva esta interrogante a modo de reflexión: ¿Tenía o no razón?”.
En el colegio público Toscal-Longuera hubo un equipo humano altamente comprometido. Y está feo, mucho, que yo lo diga (escriba), pero lo digo (escribo). Y en aquellos primeros años de funcionamiento (me refiero al centro actual, que fue abierto en el curso 1986-1987) la dirección se alternaba con la condición de que el equipo permaneciera (se cambiaban los cargos, con lo que el conocimiento de ‘todos’ los temas era bastante fructífero). En la actualidad, con los adelantos, permutas y cambalaches, hay que presentar proyectos. La visión que el tiempo transcurrido, y vivido, me ubica en lugar de privilegio, me señala que no siempre hemos acertado. Y al propio centro señalado me remito.
Y en otro final de curso, nuevas y breves consideraciones con una introducción que, a modo de orientación, recomendaba seguir las directrices de la memoria elaborada por un maestro villero allá por 1918, siquiera para poner de manifiesto lo repetitivos que nos ponemos a veces en el sector educativo.
Consejos para redactar la Memoria, la evaluación de la práctica docente, para establecer grupos flexibles, para determinar objetivos en los programas de apoyo, acerca de cómo poner un progresa adecuadamente, del modo que los padres se preocupan por la educación, de la asistencia a clase, de las fugas, de las tareas y para distribuir una clase en espacios y condiciones peores a las que sufrimos en Toscal-Longuera.
“Sr. Presidente:
El artículo 22 del Real Decreto de 7 de febrero de 1907, organizando las Juntas locales de 1ª. Enseñanza preceptúa que el maestro, terminado el curso anual, lea una concisa Memoria dando cuenta de los trabajos escolares realizados durante el año, de los resultados obtenidos y de los obstáculos que hayan dificultado su labor…
(seguiremos mañana)

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