martes, 11 de septiembre de 2012

Unidad

Leí ayer lunes en Twitter: No sé qué mierda están fumando en El Día, pero tiene que ser de primera. Y añado yo que los desvaríos rayan el esperpento por su parte inferior, que por la de arriba se rompe la escala. Y como no concibo a su provecto director, editor y propietario mandándose sus buenas caladitas, pienso que alguien, bajo los potentes efectos de unas inhalaciones profundas, debe estar echándole una mano en la redacción de sus editoriales y comentarios. Lo de pienso es una manera generosa de no mentar a los dilectos amanuenses que ustedes muy bien conocen, siquiera por la retambufa. Aunque tampoco descarto las posibles influencias de algún guanche ensolerado en el Cubo de la Galga, o, mejor, en el Cubillo de Buen Paso.
Tras las intensas campañas de los despojos y favoritismos, tras las diatribas independentistas (al margen de la de los cuatro secarrales), el pasado domingo debió acontecer una confluencia interplanetaria, estilo Leire Pajín, que provocó un exceso de magnetismo terrestre tal que ubicó el polo norte en las inmediaciones de la avenida santacrucera de Buenos Aires sin que la aguja declinara lo más mínimo. Se desconoce aún cuál fue el cuerpo imanado (o imantado, ¿no?) que indujo la perturbación, pero el paleomagnetismo impregnó las paredes de los edificios colindantes y en uno de ellos los ordenadores sufrieron tal schock (choque), que el trastorno desembocó en una inusitado llamamiento a la unidad, hecho no recordado por aquellos lares desde los tiempos de don Leoncio.
Editorial del diario: Queremos una Canarias unida, libre y sin hegemonías insulares.
Antonio Alarcó (PP): Una Canarias unida y viable.
Ricardo Melchior (CC): Unidos por un mismo fin.
Tras unos sollozos incontrolados que me duraron unos cincuenta y nueve segundos (luego se me secaron los lagrimales y no hubo manera de soltar una gota más), pensé qué bonito hubiese sido el que Paulino Rivero nos pusiera un link (enlace) en su blog y poder acceder desde la sección de Sucesos a guindas como esta: Otra de las certezas es la solidaridad de los canarios, un sentimiento de unidad que se ha propagado más rápido incluso que las llamas.
La unidad, qué bonito vocablo, qué maravilloso término, qué evocadora estampa de una comida campestre a la sombra del Bentayga. Qué unidad, diantres (por no escribir carajo, respetuoso que es uno): ¿La propiedad de todo ser, en virtud de la cual no puede dividirse sin que su esencia se destruya o altere?, ¿Unidad de acción?, ¿Unidades coherentes? ¿Unidad de cuidados intensivos?
Y hablando de unidad estábamos cuando surge la figura de Manuel Marcos, todavía secretario general del PSOE en La Palma, quien suelta esta perla: No tengo ningún temor a que el partido se divida. Yo lo entiendo como que se le importa un rábano el que su partido, como su propio nombre indica, se fraccione otro fisco más. Después de los tristes ejemplos habidos en la isla picuda, el hecho de que se presenten dos candidatos palmeros para sucederle en el cargo ya debieron hacerle pensar otro tipo de respuesta, porque da la impresión de que ‘pocos y mal avenidos’ parece ser la máxima que impera en el seno de los socialistas canarios. Y los escasos, todos colocados. Así, cualquiera.
Aunque no es modelo a imitar, Braulio, el afincado en Miami, le dio buen toque al que había acusado a los ‘canariones’ de ser los incendiarios de los montes gomeros, en el transcurso de la gala celebrada en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas el pasado domingo. En la que, por cierto, Antonia San Juan estuvo más sosa que todos los editoriales de El Día desde el mismo instante en que Paulino no le concedió la licencia radiofónica.
Ya que me di un salto hasta la isla de enfrente, aplausos para el cura de Teror (se llama Manuel Reyes, como el ex ramblero) quien le enmendó la plana al oportunista del presidente cabildero, Bravo de Laguna (senior), espetándole que es mucho más perentorio atender a las familias necesitadas que donar un manto para la Virgen del Pino (que ya lo predica, y bien, el cura de Toscal-Longuera, en mi pueblo). Parece que la debilidad de la máxima institución insular es cortar mucha tela. Comenzó Soria con la bandera de 50 metros y acabarán en La Aldea poniéndole una lona al charco o un pijama (londinense, a ser posible) al Roque Nublo.
Concluyo con la unidad –ya se vislumbra más de una entalladura– en el Partido Popular. El final de la Vuelta nos mostró una alcaldesa madrileña más sola que la una. La señora Botella tuvo que lidiar con silbidos y gritos de más de un ‘recortado’ de los que fueron a aplaudir al pinteño Contador. Tan aficionado que es al ciclismo nuestro estimado presidente y no se dignó hacer acto de presencia en tan solemne momento. Debió pensar como Aguirre y se quedó en casa ‘tendiendo una lavadora’ (no me digas que tú no has escuchado esta expresión, aunque yo le he dicho a mi mujer que un día las vergas se van a partir).
Y lo de Santa Úrsula, ¿cómo va? ¿Se han vuelto a ‘rejuntar’?

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