martes, 2 de octubre de 2012

De congreso

El pasado viernes tocó reunión familiar en Punta Brava. Ya sabes, cada semana en casa de un hermano. Que sí, no cuesta tanto, es cuestión de ponerlo por obra (lo dijo mi madre, y así fue). Hoy lo cuento y a la gente le parece raro. Bueno, a lo que iba. Bajé caminando (para aprovechar) y me detuve, especialmente, para observar el estado de la denominada variante de Toscal-Longuera. De pena. A escasos meses de su puesta en funcionamiento (¿la inaugurarán algún día?), la vegetación de edificaciones y solares se ha adueñado de ambas aceras y, a este paso, dentro de poco habrá que ir machete en mano para cerciorarse de si la planta que fue sembrada en los espacios dejados al efecto sigue allí o ha sido devorada del todo. Amén de la suciedad que impera en todo el recorrido, bien de los restos procedentes de los jardines (zona de la urbanización La Gorvorana o instalaciones del complejo hotelero del Maritim) o de los que viandantes nos desprendemos con cierta alegría (cajetillas, envases, plásticos, colillas…). Deberá ser por eso que la iluminación sigue brillando por su ausencia (ojos que no ven…). Y al inicio del descenso, en las proximidades de lo que fue El Bosque (gracias, Wladimiro, por tu preocupación en salvarlo), un tufo que te cambas, un hedor insoportable, un mal olor que no entiendo cómo se puede habitar aquellos bloques de edificios. ¿Cuál es la procedencia? Lo ignoro. La nariz no me dio para más. Si por un casual ya lo saben en el ayuntamiento, a buen seguro se escudarán en lo de que es una obra del Cabildo e imperará, una vez más, el centrocampismo o pase reiterado de la pelota sin que nadie se adueñe de la problemática esbozada.
Tras el amplio exordio, pasamos a hablar (escribir) del gobierno. Porque el PSOE, aunque cueste mucho creerlo, gobierna. Como socio numerario (eso, un número que suma CC para que Paulino, Melchior y otros sigan aupados), pero que permite a la mayoría de los supervivientes vivir holgadamente y con la tranquilidad de las lentejas aseguradas al menos hasta 2015. Y en este contexto (qué expresión más política), celebrose el pasado fin de semana el congreso insular tinerfeño. En el que ganaron “los Manolos” (a decir del populacho), esa unión que suena a componenda (máxime cuando uno de ellos se incorpora al juego cuando ya se habían celebrado bastantes asambleas locales y adoptado los acuerdos pertinentes), y a la que, no obstante, deseo el mayor éxito posible porque el PSOE sigue siendo muy necesario. Y más en estas islas.
Lo malo, a mi modo de entender, escaso pero creo que aún lúcido, es que los socialistas cometen dieciocho mil veces el mismo error y no aprenden. Porque si sienten lo que dicen defender en sus discursos congresuales, el que pierde tiene que echarse a un lado, arrimar el hombro como el que más (iba a poner ‘desde la sombra’, pero temo que suene a contubernio) y comenzar a remar en la misma dirección que los que guían el cotarro. Sí, sé que suena a Perogrullo. Pero en este partido esa ha sido asignatura pendiente. Siempre. Unos se van y fundan nuevos chiringuitos (ejemplos sobran), porque son conscientes, y eso es lo malo, de que las tetas públicas pueden ser ordeñadas un fisco más. Y otros se quedan a hacer la puñeta cada vez que puedan (ejemplos sobran), agazapados (o no) y al acecho para saltar a la mínima que se presente. Y no comparto lo de incorporar a los perdedores. En unas elecciones se compite en noble lid (eso pienso) y unos ganan y otros pierden, principio que ha debido ser aceptado antes de entrar en liza. Si al final hacen un conglomerado para contentar(se), no solo seguiremos con la cantinela de las cuotas dichosas sino que me pregunto para qué demonios celebran asambleas y congresos. Esas componendas de ‘jefes’ son las que no entran en las seseras de las bases, a las que recurren siempre en sus manidos voceríos, para luego dejarlas a la ventura del siroco.
En el congreso celebrado en cierto hotel portuense, uno de los candidatos, Javier Abreu, un muñidor nato que no se fue con Santiago porque el ayuntamiento lagunero era su tabla de salvación (lo fue en la oposición y lo es mucho más ahora; repasen los resultados de las últimas elecciones locales y señálenme los méritos para ser primer teniente de alcalde), proclama a los cuatro vientos que antes de recortar becas hay que cargarse la Policía Canaria y RTVC. ¿El foro lo requería? ¿Y no ha tenido tiempo hasta ahora de discutirlo con Clavijo?
El otro Abreu (Aurelio), aprovechando que las masas se hallaban enardecidas (ja, ja, ja, ja), arremete contra las consejerías de Sanidad (PSOE) y Bienestar Social (CC) del Gobierno de Canarias, agradeciéndole a José Miguel Pérez, allí presente, los desvelos, preocupaciones y ‘adelantos’ en la gestión que lleva a cabo al frente de la de Educación. Chacho, ¿a  cuento de qué? ¿Ahora pretendes quedar bien ante los delegados del Norte para justificar todos tus discursos anteriores acerca del Hospital de Icod? Sí, ese que tiene una entrada que acabará por llevar directamente a la UCI a los que vayan en una ambulancia más o menos rápido.
Leí este pasado domingo: Medio PSOE tinerfeño está herido y dolido por lo que ha pasado. Aunque se hable de una ejecutiva de consenso no será verdad, es imposible. Las heridas están abiertas, las divisiones son patentes. Hay demasiadas capillitas: que si Lola Padrón, que si Rodríguez Fraga, que si Julio Pérez, que si el norte, que si La Laguna, que si el sur. Se ha perdido la sensación de unidad y va a ser difícil reconquistarla. Fue al revés que la canción sabandeña: esta vez el chico perdió y “los Manolos”, que eran los grandes por voluntad del partido, ganaron. ¿Y ahora?
Y debe ser que mi no coincidencia con la tesis que ese medio (que no reproduzco porque no me da la realísima gana) sostiene, me hace, y me cuesta un montón, ser aún optimista. Cuando Zapatero accedió a la Secretaría General del Partido era un auténtico desconocido. Tanto, o más, que lo puede ser Manuel Fumero (a quien no tengo el gusto) en Tenerife. Recuerden lo que alcanzó José Luis en un corto periodo de tiempo. Ya sé que me vas a espetar el cómo acabó. Confiemos en lo de que segundas partes fueron distintas. Ahora bien, ha habido demasiada sangría en la historia reciente del socialismo tinerfeño. Y desde dentro se persiste en mantener afilados los cuchillos. Hay excesivos intereses en juego. Basta en contemplar las fotografías y comprobar que los compromisarios en los congresos son todos cargos orgánicos en las ejecutivas locales, y a la vez ocupan puestos relevantes en diferentes administraciones, con lo que el reparto de la tarta está más que distribuido. Si nuestro voto ciudadano es mero juguete para que los elegidos hagan a su antojo, en los partidos se ha implantado idéntica dinámica: el afiliado paga su cuota, pega carteles y poco más; las puertas siguen cerradas y los accesos a ‘san cobro’ están vedados y son de uso exclusivo de los de siempre. Si Fumero es capaz de romper tales componendas (quiero pensar que es sincero cuando manifiesta no estar sujeto a nada ni a nadie, aunque un servidor es algo escéptico y estima que la sombra de Spínola es demasiado alargada), me alegraría infinitamente. Me temo, sin embargo, que esa profunda reflexión que requiere la organización se quede, como siempre en ‘petit comité’ y no trascienda cuanto menester fuere, que conllevará, ineluctablemente, transformaciones radicales y renovaciones de calado. Y supondría, por añadidura, el pase a la trastienda de quienes ya han jugado lo suficiente. Que se muevan los banquillos, que hay cantera.
Los últimos sondeos siguen indicando que el PP va en picado. El PSOE, también. Que Rajoy es un desastre y no inspira confianza alguna. Rubalcaba, mucho menos. Tan difícil es entender este mensaje. Y trasladarlo a los demás ámbitos. Yo presumo de ser corto, mas, la esperanza me mantiene, ustedes parecen serlo más.
Finalizo con un pasaje del discurso del nuevo secretario general de Tenerife. El que aludía a los que se fueron y ahora están en su casa. Se lo he escuchado con anterioridad a varios en mi pueblo (que ya saben ustedes que no es Vilaflor). Y perdón que me ponga de ejemplo. Ya sé que no está bien, pero consiéntanme la licencia. Al menos tres personas (si procediese diría nombres) me han dicho (sumadas son más de diez ocasiones): “Tenemos que hablar”. Llevo años esperando. Sentado, para no cansarme. Y eso que saben que no soy de los que piensa disputarles nada. Imagínate el planteamiento contrario.
Algunos me ‘acusan’ de escribir entre líneas, de ironía, de enrevesado, de no ser claro y explícito. Ese no es el problema, sino que no me leen los verdaderos destinatarios de estos mensajes. Y si, por un casual, alguien los vislumbra, se calla como una tusa y no los hace circular por razones más que obvias, con lo que el número de ‘fisgoneadores’ no me aumenta ni de coña. Soy un desgraciado. Chacho, hágame caso más que sea uno y trasládele a Manuel Fumero la existencia de Pepillo y Juanillo. Lo mismo me ficha de asesor. ¿Por qué te ríes? ¡Ah!, me acabo de dar (de) cuenta: mi amigo Rafa, el de la ‘planetaria’ Chacayca, también está.
Concluyo. Mi idea del político es que sea un modelo, un espejo en el que la sociedad se mire. Como un maestro de escuela. Si se ha cuestionado hasta la saciedad el asunto de si un imputado debe figurar en una comisión ejecutiva o puede ser candidato a cualquier puesto, ¿cómo podemos calificar el hecho de que se concrete la inclusión de un condenado, máxime cuando lo ha sido por un afer que atenta contra toda norma de buen ciudadano? El que pueda, me lo explique. Si no, mañana mismo saldré a la calle, sin animus iocandi, a rayar cuanto coche se ponga a mi alcance. Como el rebaño de cabras que te menté ayer.
Hoy me pasé de líneas. Prometo ser más conciso mañana. Hasta entonces.

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