Es lo que
necesita el pueblo. Que puede ser traducido por ilusión. Para mí, tanto monta. Le
hallo, no obstante, un inconveniente. Y es que lo vislumbré en un anuncio
publicitario de una entidad bancaria. Importante, pero banco. Entidades con las
que las confianzas, las justas. Porque a la vista está todo el entramado que se
ha ido creando en torno a las mismas y que viene desembocando en dramáticas
situaciones. No me vale aquello de que no todos son iguales. Máxime cuando el
primer responsable de uno de ellos –ese que corre, aunque sin las alas de Red
Bull– se apellida Botín. ¿Adecuado, no?
Pero lo que
está ocurriendo en nuestro país, no es, desgraciadamente, una situación que
pueda corregirse con una mera táctica de marketing propagandístico. No se trata
de dilucidar dónde colocamos los euros. Primero porque no los tenemos y segundo
porque todos venden lo mismo. Es algo que va mucho más allá, de calado más
profundo. ¿Dónde está la izquierda catalana? es el título de un artículo que
leí ayer. ¿Y la de toda España?, pregunto yo. ¿Dónde están sus propuestas
diferenciadoras? ¿Dónde la ética, el compromiso, la solidaridad, la justicia,
la igualdad?
Ese pueblo en
el que, según la propia Constitución, reside la soberanía nacional y del que
emanan los poderes del Estado, se encuentra en situación límite, desesperado.
Una somera visual a los resultados de la última encuesta del CIS nos pone de
manifiesto hasta qué punto se confía en quienes se supone, y por eso fuimos a
votar, deban representarnos en las diferentes instituciones. De todos los
sometidos a valoración, no aprueba uno. Y en una clase donde el 100% de los
presentados a un examen no alcanza ese raquítico 5 (al menos lo estimábamos en
nuestra época de estudiantes), algo, o mucho, deberá estar fallando. Cuando el
propio presidente del Gobierno se queda por debajo de un 3, significará –opino
desde mi más absoluta ingenuidad y candidez– hasta qué punto nos fiamos de
aquellos a los que dimos nuestra confianza hace escaso tiempo.
No se salva
nadie. Aunque me temo que utilizarán la táctica del alumno al que se le
devuelve su control corregido y apenas ha observado que ha obtenido un 4, se
alegra enormemente porque su compañero más próximo solo llegó al 3,5. Sí, el
consuelo de los tontos. ¿Ellos? Ni aludidos. Habrá sido, en todo caso, fallo
del que preguntaba. Y si la cuestión estuviese bien planteada, craso error del
tolete que respondió. Pero entonar un mea culpa, un churro, con lo valioso que
soy y lo bien preparado que estoy.
Y como no hay
manera de diferenciar lo que hacen los unos y los otros (vuelvo a la cantinela
anterior: todos venden lo mismo), resulta que si el PP está en Guatemala, el
PSOE está en Guatepeor. Lo lamentable
es que no atisbamos visos de mejoría. La decepción alcanza cotas que, no ha
tanto, se creía fuera imposible. Y ese pueblo, arriba mentado, sumido en el
pasotismo más abominable. Todos nos preguntamos que cómo es posible, pero
tampoco damos el primer paso por si alguien nos sigue. Y la ‘casta’ política,
en todos los niveles –salvo las honrosas excepciones–, a seguir los dictados
del laissez faire, laissez passer, mientras no se aplican
–como no podía ser de otra manera– lo que tanto pregonan para ‘el pueblo’.
Compara y
obtén conclusiones. El trabajo de uno de los que va en la siguiente relación –y
ello no significa que el resto realice una labor más importante– consiste en
declarar que las cosas se harán cuando toque o que no entiende su propia letra
(amén de otras muchas lindezas que están recogidas en cualquier antología del
disparate). Estas son las cantidades percibidas por doce (vale de muestra) de
los 350 diputados, fruto de los arduos quehaceres durante este pasado mes de
octubre (si falseo algún dato, que me denuncien):
Jesús Posada
Moreno (PP): 15.860,22; Emilio Olabarría Muñoz (PNV): 12.356,42; Rosa María
Díez González (UPyD): 11.584,33; Jordi Jané i Guasch (CIU): 11.410,85; Aitor
Esteban Bravo (PNV): 10.925,11; Antonio (Toni) Cantó García del Moral (UPyD):
10.916,11; Jorge Fernández Díaz (PP): 10.394,72; Cristóbal Ricardo Montoro Romero
(PP): 10.394,72; Ana María Pastor Julián (PP): 10.394,72; José Manuel Soria
López (PP): 10.394,72; María Fátima Báñez García (PP): 10.385,72; Mariano Rajoy
Brey (PP): 10.189,85.
Y que conste
que para ejercer de político no se precisa ni el graduado escolar. Basta con la
confianza. Y lo de atrevidos y confianzudos no se les puede negar. Ninguno de
los 350 está en trámites de desahucio. De haber sido así, algo bastante
improbable por lo bien pagados, ya se habrían modificado todas las leyes al
respecto.
¿Dónde están
aquellas ilusiones y deseos vehementes de hacer posible lo que más tarde se
llamó el estado del bienestar? ¿Será, acaso, que lo hemos confundido con el
estado de la comodidad, del estar bien (yo)?
No, los
políticos no tienen la culpa. Son imágenes de una sociedad venida a menos, son
espejos de una situación generalizada. Y pasado mañana, por lo menos yo, uno
más de ese colectivo acomodaticio, estará de riguroso luto. Justificadísimo.
Sigo sin perder la esperanza y no quiero marcharme para el otro barrio sin
vislumbrar otros horizontes, aquellos en los que la utopía aún sea posible.
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