La Agrupación Folclórica
de Higa la grabó en lo que llevó por título “Envido, siete, nueve… veinte ¡y
más!”. Y en estos pasados días, colocando fotos, presentaciones y comentarios
relacionados con la isla de El Hierro, recordé su existencia. Como soy consciente
de las limitaciones de una grabación discográfica, máxime en los momentos
actuales de crisis y de escasas ventas, me propuse recuperar el texto (para la
música soy un negado), que contaba con una introducción recitada por José
Manuel Pitti y las originarias coplas que versan de luchadores y terreros y,
por ende, de nobleza, genio, destreza, valor y limpieza en la mirada. Vamos
allá:
El Hierro,
pequeña, avanzadilla en la
Mar Océana, que se alonga por Orchilla a las tierras de
promisión; faro de la despedida, pero también de la añoranza, de la esperanza
por retornar algún día.
El Hierro, la
antigua Hero, la fuente del mítico Garoé, isla de la soledad que une, isla del
Meridiano al decir de Ptolomeo.
El Hierro, la
isla de las sabinas doblegadas por el alisio, árbol viejo y de formas
caprichosas, que se retuercen tumbadas y abatidas buscando el socaire en las
alturas de La Dehesa.
Y arriba, muy
arriba, las nubes que se abrazan a las cumbres configurando la techumbre
preñada de humedad. Sobre ellas, el azul infinito.
Abajo, la
nobleza, la hidalguía, la isla de los hombres de noble lid y generosas y
amplias miras.
Porque El Hierro es, además, isla de luchadores.
Porque El Hierro es, además, isla de luchadores.
De tierra tan
pequeñita,
última que vio Colón,
han salido grandes
hombres,
orgullo
de esta región.
El Hierro goza de
fama
por ilustres
luchadores,
caballeros de valor,
merecen
nuestros honores.
Ramón Méndez y
Machín,
El Chorizo y El
Piñero,
se batieron con honor
en
la arena del terrero.
En la Hoya del Morcillo
yo bregué con
Barbuzano,
me pegó fuerte cadera
nada
más soltar la mano.
Ya comienza la
luchada,
la gente en la grada
espera,
para ver cómo se
agarra
el
Pollito de Frontera.
Uno, que
formó parte del grupo folclórico citado, soñó con poder interpretarla en la Isla del Meridiano. Pero no
pudo ser. Ahora, alejado del mundanal ruido, estima que con la crisis y las
disculpas consabidas, va a ser poco menos que imposible. Pero si un día, por un
casual, ello fuera factible, me gustaría estar allí. De ilusiones también se
vive.
Feliz fin de
semana.
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