viernes, 9 de noviembre de 2012

Isla de luchadores

La Agrupación Folclórica de Higa la grabó en lo que llevó por título “Envido, siete, nueve… veinte ¡y más!”. Y en estos pasados días, colocando fotos, presentaciones y comentarios relacionados con la isla de El Hierro, recordé su existencia. Como soy consciente de las limitaciones de una grabación discográfica, máxime en los momentos actuales de crisis y de escasas ventas, me propuse recuperar el texto (para la música soy un negado), que contaba con una introducción recitada por José Manuel Pitti y las originarias coplas que versan de luchadores y terreros y, por ende, de nobleza, genio, destreza, valor y limpieza en la mirada. Vamos allá:
El Hierro, pequeña, avanzadilla en la Mar Océana, que se alonga por Orchilla a las tierras de promisión; faro de la despedida, pero también de la añoranza, de la esperanza por retornar algún día.
El Hierro, la antigua Hero, la fuente del mítico Garoé, isla de la soledad que une, isla del Meridiano al decir de Ptolomeo.
El Hierro, la isla de las sabinas doblegadas por el alisio, árbol viejo y de formas caprichosas, que se retuercen tumbadas y abatidas buscando el socaire en las alturas de La Dehesa.
Y arriba, muy arriba, las nubes que se abrazan a las cumbres configurando la techumbre preñada de humedad. Sobre ellas, el azul infinito.
Abajo, la nobleza, la hidalguía, la isla de los hombres de noble lid y generosas y amplias miras.
Porque El Hierro es, además, isla de luchadores.
De tierra tan pequeñita,
última que vio Colón,
han salido grandes hombres,
orgullo de esta región.
El Hierro goza de fama
por ilustres luchadores,
caballeros de valor,
merecen nuestros honores.
Ramón Méndez y Machín,
El Chorizo y El Piñero,
se batieron con honor
en la arena del terrero.
En la Hoya del Morcillo
yo bregué con Barbuzano,
me pegó fuerte cadera
nada más soltar la mano.
Ya comienza la luchada,
la gente en la grada espera,
para ver cómo se agarra
el Pollito de Frontera.
Uno, que formó parte del grupo folclórico citado, soñó con poder interpretarla en la Isla del Meridiano. Pero no pudo ser. Ahora, alejado del mundanal ruido, estima que con la crisis y las disculpas consabidas, va a ser poco menos que imposible. Pero si un día, por un casual, ello fuera factible, me gustaría estar allí. De ilusiones también se vive.
Feliz fin de semana.

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