Acabo de
llegar de La Gomera. Me
entero de que murió Antonio Cubillo y leo (y escucho) en determinados medios
generosos calificativos. Es lo que implica casi siempre la muerte: qué bueno
era. Aunque haya sido el mayor venado que hubiese pisado la tierra. Recuerdo la
sentencia de una tía mía ante el fallecimiento de uno que bebía como un cosaco
y le sacudía a su mujer de lo lindo: “Antes pudo haber estirado la pata”. Y lo
espetó en el mismo lugar donde la mayoría se deshacía en elogios hacia el
difunto. En lo del líder independentista, sencillamente no estoy de acuerdo con
las valoraciones que se han hecho. Somos demasiado olvidadizos.
Me pondré al
día y retomaremos mañana la ‘manía’ del comentario. Te adelanto unas
fotografías y te diré que el verdor es nota dominante tras las generosas
lluvias caídas en las semanas anteriores. Las presas por la zona de Los
Chejelipes da gusto contemplarlas. Y otra nota positiva la pone el reverdecer
de las fayas tras el desgraciado incendio del pasado verano. Y la proliferación
de setas…
Fui casi de
incógnito y no saludé a nadie. Puede que algunos me cuelguen. Me volví a alojar
en el Jardín Tecina. Alguna oferta y que uno tiene la suerte de que lo inviten,
hacen posible estas escapadas. Puede que el amigo Manolo haya pensado si estoy
desaparecido. En la próxima cumpliré. Te dejo con estas instantáneas. Hasta mañana.
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