Es frecuente,
tal vez demasiado, que nos encontremos informaciones, casi siempre procedentes
de los gabinetes de prensa municipales, como esta: El primer edil avanzó que… Y al igual que ocurre con el uso del
vocablo adolecer, y que ya he tratado en este blog en más de una ocasión, me
fui a ‘El dardo en la palabra’, de Fernando Lázaro Carreter (la edición que yo
tengo es de 1997), a culturizarme un fisco apenas.
Me limito a
copiar breves pasajes de lo que plasma quien fuera director de la Real Academia Española
en el periodo de 1992 a
1998, y fallecido el 4 de marzo de 2004, en el artículo que lleva por título el
que he copiado para este post (seguro que me tiraría de las orejas por esta
palabreja). Con su habitual tono humorístico –ironía fina, entiendo mejor–,
Lázaro Carreter critica estos usos, o modismos, que achaca a determinadas
maneras periodísticas, pero que con el suplemento político, añado modestamente,
ha causado estragos. Y los mencionados gabinetes de prensa adolecen (qué mala
leche) de ambos.
Edil es
concejal, a secas. Pues bien, “alguien agudísimo descubrió el vocablo por los
desvanes del ayuntamiento –señala Carreter–, le gustó, pensó que era un modo
muy refinado de decir ‘alcalde’ […], contagió a otros habladores, y todos
juntos se pusieron a llamar ediles a
los máximos jerarcas municipales y a rubricarlo por escrito”. Y prosigue: “Como
la inventiva idiomática nunca falta, otro ingenioso cayó en la cuenta del error
terminológico, y se sacó del caletre ese melindre que convierte al alcalde en primer edil”.
Se extiende
luego el ilustre académico en comentar, asimismo, las excelencias de otro
verbo, cesar, al que también solemos trastocar a transitivo. Por lo que sería
conveniente de que “políticos, escribidores y habladores se enteraran de que
uno puede cesar, es decir, dejar de desempeñar un cargo, pero no puede ser
cesado, sino destituido”.
En sutil
llamada de atención a esa pléyade de advenedizos, incide el maestro con esta
genialidad: “No he oído ni leído que se le denomine ‘primer concejal’, por la
simple razón de que se tiene claro el significado sobrio y más bien rancio de
esta última palabra, y a nadie se le ocurriría jugar con ella y forjar
semejante sandez; pero edil es más
volátil y vagaroso, lo cual facilita el trabajo a los sandios, que son
incansables”.
Sin
desperdicio el último apunte: “Lo de edil
lleva el mismo rumbo (el lamento del intercambio de cesar por destituir, que
parece no tener arreglo) con el favor probable de muchos alcaldes, a quienes
agradará ser motejados de primer edil.
Al oído, es una delicadeza superior”.
No se tome a
mal, mi alcalde –que no primer edil–, Manolo Domínguez, el que haya ubicado su
fotografía en el artículo de hoy lunes –primer día, por cierto, por el que debo
transitar con una nueva muesca en el revólver de mi existencia; ños, me quedó
bonito–, sino que del amplio muestrario que me brinda el país –que no el
mundo–, he creído oportuno decantarme por lo cercano, haciéndole el honor
correspondiente. Y si por un casual, aunque difícil lo vislumbro, tuviera o tuviese
conocimiento de la tamaña osadía de un servidor, sugiérole que dirija sus
dardos contra objetivos más cercanos a su despacho, porque, entre otras cosas,
no me pagan por esto. Algunos, que sí cobran, bien podrían prestar un poco más
de atención. Lo otro “solo revela el desparpajo con que se gana el pan bastante
gente, sin el menor sudor de su lengua” (o su pluma).
Te comento,
para finalizar, que también el verbo adolecer, al principio señalado, es objeto
del pertinente comentario en el precitado libro, página 381, por si alguno de
los cientos de ‘nuevos periodistas’ que se acomodan en los pesebres
consistoriales sin mayor mérito que el ser amigo de o afiliado a, estiman
conveniente cuidar los comunicados que remiten a los diferentes medios de
comunicación. Ya sé que no solo no me lo van a agradecer, sino que me reprocharán
por estas líneas. Allá ellos, malagradecidos (de los que está el infierno
lleno, decía mi madre). Qué ingrato es, casi siempre, mantener un blog
actualizado y con un mínimo de dignidad. Ya te lo dije tiempo atrás: para lo
superfluo dispongo del feisbuc.
Jamás me había ocurrido que al levantarme -hora de jubilado-, y comprobar si la entrada programada había aparecido, compruebo que ya hay más de cuarenta visitas, cuando lo normal son menos de diez (los que madrugan más que yo). La explicación es que proceden de América (diferencia horaria). Algún becario investigador de la ACIISI, entiendo, lo ha hecho posible. Las más de trescientas visitas del fin de semana puede ser el termómetro del interés suscitado ante la problemática. Muchas gracias.
ResponderEliminarMuy interesante aportación para quienes tienen interés en hablar y escribir con propiedad.
ResponderEliminarSi el alcalde es el primero, ¿quién sería el último?
Recuerdo aquel título de don Fernando: "El dardo en la palabra".
Excelente, maestro.