lunes, 17 de diciembre de 2012

Primer edil

Es frecuente, tal vez demasiado, que nos encontremos informaciones, casi siempre procedentes de los gabinetes de prensa municipales, como esta: El primer edil avanzó que… Y al igual que ocurre con el uso del vocablo adolecer, y que ya he tratado en este blog en más de una ocasión, me fui a ‘El dardo en la palabra’, de Fernando Lázaro Carreter (la edición que yo tengo es de 1997), a culturizarme un fisco apenas.
Me limito a copiar breves pasajes de lo que plasma quien fuera director de la Real Academia Española en el periodo de 1992 a 1998, y fallecido el 4 de marzo de 2004, en el artículo que lleva por título el que he copiado para este post (seguro que me tiraría de las orejas por esta palabreja). Con su habitual tono humorístico –ironía fina, entiendo mejor–, Lázaro Carreter critica estos usos, o modismos, que achaca a determinadas maneras periodísticas, pero que con el suplemento político, añado modestamente, ha causado estragos. Y los mencionados gabinetes de prensa adolecen (qué mala leche) de ambos.
Edil es concejal, a secas. Pues bien, “alguien agudísimo descubrió el vocablo por los desvanes del ayuntamiento –señala Carreter–, le gustó, pensó que era un modo muy refinado de decir ‘alcalde’ […], contagió a otros habladores, y todos juntos se pusieron a llamar ediles a los máximos jerarcas municipales y a rubricarlo por escrito”. Y prosigue: “Como la inventiva idiomática nunca falta, otro ingenioso cayó en la cuenta del error terminológico, y se sacó del caletre ese melindre que convierte al alcalde en primer edil”.
Se extiende luego el ilustre académico en comentar, asimismo, las excelencias de otro verbo, cesar, al que también solemos trastocar a transitivo. Por lo que sería conveniente de que “políticos, escribidores y habladores se enteraran de que uno puede cesar, es decir, dejar de desempeñar un cargo, pero no puede ser cesado, sino destituido”.
En sutil llamada de atención a esa pléyade de advenedizos, incide el maestro con esta genialidad: “No he oído ni leído que se le denomine ‘primer concejal’, por la simple razón de que se tiene claro el significado sobrio y más bien rancio de esta última palabra, y a nadie se le ocurriría jugar con ella y forjar semejante sandez; pero edil es más volátil y vagaroso, lo cual facilita el trabajo a los sandios, que son incansables”.
Sin desperdicio el último apunte: “Lo de edil lleva el mismo rumbo (el lamento del intercambio de cesar por destituir, que parece no tener arreglo) con el favor probable de muchos alcaldes, a quienes agradará ser motejados de primer edil. Al oído, es una delicadeza superior”.
No se tome a mal, mi alcalde –que no primer edil–, Manolo Domínguez, el que haya ubicado su fotografía en el artículo de hoy lunes –primer día, por cierto, por el que debo transitar con una nueva muesca en el revólver de mi existencia; ños, me quedó bonito–, sino que del amplio muestrario que me brinda el país –que no el mundo–, he creído oportuno decantarme por lo cercano, haciéndole el honor correspondiente. Y si por un casual, aunque difícil lo vislumbro, tuviera o tuviese conocimiento de la tamaña osadía de un servidor, sugiérole que dirija sus dardos contra objetivos más cercanos a su despacho, porque, entre otras cosas, no me pagan por esto. Algunos, que sí cobran, bien podrían prestar un poco más de atención. Lo otro “solo revela el desparpajo con que se gana el pan bastante gente, sin el menor sudor de su lengua” (o su pluma).
Te comento, para finalizar, que también el verbo adolecer, al principio señalado, es objeto del pertinente comentario en el precitado libro, página 381, por si alguno de los cientos de ‘nuevos periodistas’ que se acomodan en los pesebres consistoriales sin mayor mérito que el ser amigo de o afiliado a, estiman conveniente cuidar los comunicados que remiten a los diferentes medios de comunicación. Ya sé que no solo no me lo van a agradecer, sino que me reprocharán por estas líneas. Allá ellos, malagradecidos (de los que está el infierno lleno, decía mi madre). Qué ingrato es, casi siempre, mantener un blog actualizado y con un mínimo de dignidad. Ya te lo dije tiempo atrás: para lo superfluo dispongo del feisbuc.

2 comentarios:

  1. Jamás me había ocurrido que al levantarme -hora de jubilado-, y comprobar si la entrada programada había aparecido, compruebo que ya hay más de cuarenta visitas, cuando lo normal son menos de diez (los que madrugan más que yo). La explicación es que proceden de América (diferencia horaria). Algún becario investigador de la ACIISI, entiendo, lo ha hecho posible. Las más de trescientas visitas del fin de semana puede ser el termómetro del interés suscitado ante la problemática. Muchas gracias.

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  2. Muy interesante aportación para quienes tienen interés en hablar y escribir con propiedad.
    Si el alcalde es el primero, ¿quién sería el último?
    Recuerdo aquel título de don Fernando: "El dardo en la palabra".
    Excelente, maestro.

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