La noticia,
del miércoles día 13 de los corrientes, pasó casi como una anécdota en un periódico de estas
islas, concretamente Diario de Avisos. Leyéndola, tuve la impresión de habernos
quedado en la forma sin meditar en el fondo –o trasfondo– de la cuestión. Algo
que, entiendo, es de profundo calado, se cuela de soslayo en la sección de
sucesos y poco faltó para que discurriera desapercibida en medio de la
vorágine. Puede que se argumente, incluso, que hay tanto donde escoger que la
selección se antoja harto complicada.
La historia,
real como la vida misma, comienza cuando la policía local lagunera observa un
comportamiento raro en una mujer de algo más de cuarenta años en cierta zona de
Aguere. Y cuando requiere una explicación a la misma, se percata de que se
halla buscando a su madre (69 años). A la que dejó en cierto punto, al que no
sabía volver por desconocer la zona en la que se encontraba. Te explico lo que
les había acontecido:
Las dos
señoras, de La Palma,
acudieron en ese día, tras volar desde la
Isla Bonita, al Hospital Universitario de
Canarias para unas pruebas médicas. Tal es la situación económica por la que
pasan que desde el aeropuerto de Los Rodeos bajaron caminando hasta las
instalaciones hospitalarias. Y una vez realizadas estas, regresaban para tomar
el vuelo de regreso. Y lo hacían utilizando idéntico medio de transporte: a
pie. Pero equivocaron la ruta y por la zona de La Vega transitaban por itinerario
erróneo en dirección a Tegueste. La información periodística concluye con el
feliz encuentro de madre e hija y el servicio de ‘taxi’ del vehículo oficial
que las traslada al aeródromo. Todo sea dicho de paso, las felicitaciones a los
guindillas por tan humanitaria labor.
Así acaba
este trance para el periodista en cuestión. Me alegro de que la televisión autonómica
no se haya hecho eco del suceso, porque a buen seguro lo hubiera magnificado,
pero orillando el morbo y el sensacionalismo. Como mi periodismo es de andar
por casa y a nada ni a nadie me debo, entiendo que esta situación merece una
reflexión mucho más intensa. No creo suficiente quedarnos en el qué, sino ir
algo más allá y profundizar en el por qué.
Lo que ocurrió
fue meridianamente explicado en la información del diario. El qué, el dónde, el
cuándo y el cómo fueron desvelados de manera clara. Pero en este blog Jesús
opina y comenta. Y recurre a la quinta w (why), al por qué.
Seguro que
las pruebas a las que debía ser sometida la señora no son posibles en su isla
natal. Pero las autoridades palmeras –o tinerfeñas, o canarias, me da lo mismo–
no han debido pensar –puede que para tal ‘sacrificio’ no les paguen– que desde
la salida del hogar hasta el regreso al mismo transcurren muchas horas y se
requieren asistencias, amén de los vuelos consabidos. Para cualquier político
al uso es muy normal que el coche oficial vaya a recogerlo en la puerta de su
casa y desde ese instante hasta que concluye su jornada, todo, absolutamente
todo, le viene hecho.
Las señoras
de nuestra historia puede que no hayan sido capaces de alzar la voz para
demandar una pequeña ayuda que les permita ir en guagua esos largos trayectos
que debieron realizar caminando. Tal vez haya sido ese su pecado. No sé si el
percance llegó a los oídos del alcalde del municipio palmero del que proceden,
o a los de la presidenta del Cabildo, o a los de la consejera de Sanidad o a
los del mismísimo Paulino. Puede que sí. Pero como la insensibilidad alcanza
cotas inimaginables, ahora mismo estarán las autoridades intentado echar toda
la tierra que sea preciso para tapar sus vergüenzas. Como en otras tantas
ocasiones.
Algo, o
mucho, está fallando en el actual sistema. No es normal que se produzca este
tipo de situaciones. No concibo que hayan intentado ahorrarse unos euros estas
señoras palmeras y por ello decidieran recorrer todos esos kilómetros en la guagua
de las ‘dos’. Menos comprendería que hayan acudido a solicitar la pertinente
asistencia y que les hubiesen dado con la puerta en las narices. Sea como
fuere, habrá que despertar de este letargo.
La falta de humanidad que nos invade deriva en casuísticas que se
reiteran en demasía. Se nos va la vida entretenidos en menesteres de menor
porte, en cuestiones fútiles, vacuas e inconsistentes. Mientras, para demostrar
que este mundo está loco, permitimos, o incluso amparamos, desaguisados como el
que se deja referenciado.
¿A dónde
vamos a parar?
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