Fuerte
ignorantón estoy hecho. Cada vez que me califico de rebenque de la platanera,
me quedo corto. Estoy en el mundo por falta de viento, que si no ya hubiese
volado cual polen que en la primavera se balancea por entre esos pistilos
ávidos por fecundarse.
El amigo Luis
Febles, corresponsal (si no se dice sí que me corrija) del periódico Diario de
Avisos en la zona Norte, publicó ayer domingo un reportaje que tituló “Zona cruising”. Y ya te puedes imaginar a
este tolete intentando averiguar qué demonios era eso. Y entre las líneas que
el periodista plasmó en el diario y lo que me señalaba la Wikipedia (http://es.wikipedia.org/wiki/Cancaneo),
me fue entrando un sudor frío que casi me da el patatús de rigor. Pero vamos
por partes.
Parece ser
que en las épocas de crisis es cuando más se agudiza el ingenio. Y como estas
prácticas libertarias no formaban parte ni siquiera de la imaginación en mis
tiempos mozos, uno sabía lo de echar un cáncamo, racanear un fisco y poco más.
Pero te juro que lo del cancaneo, y mucho menos, lo del cruising, me eran aspectos conocidos. Por eso te digo que como me
soplen, salgo escafidiendo por la Punta del Viento.
No voy a
entrar en detalles porque lo mismo me pasa lo que a Luis. Sí, los comentarios
que hicieron ciertos lectores no lo dejaban muy bien parado. Ya se sabe que
nunca llueve a gusto de todos y los que creyeron verse reflejados en los
párrafos en cuestión, arremetieron contra el que sacó a la luz el tema (si yo
lo desconocía, me imagino que me acompañarán en el sentimiento un buen puñado
de puretas analfabetos como yo mismo). Clásico ejercicio de matar al mensajero.
Además, con los precedentes que te dejo indicados, Internet es la tabla
salvadora para estos casos de supina inopia.
Y viene todo
esto a cuento porque lo mismo me escapé por unos minutos. Y con el agravante de
una temporada de bastantes semanas. Y hazme el favor de no reírte con lo que te
voy a confesar:
Cayó la
casualidad de que hace no tanto un servidor tuvo un percance con la próstata
(me dejó el caño tupido y ni gota) y en el período que debí andar sondado a la
espera de la operación (ya estoy bien, gracias), coincidió en que mi mujer
estuvo yendo a rehabilitación al Centro Médico Tucán por una fractura en una
muñeca. Y mientras ella permanecía la hora estipulada con los ejercicios
correspondientes, uno aprovechaba los minutos para darse una vuelta por los
alrededores. Como el urólogo me había señalado que sin pasarme, tiraba
despacito y me hacía un recorrido por la Urbanización La
Paz. Y pasaba, obviamente, por los lugares que en el reportaje se mencionan.
Sabido es que
por los aledaños de la iglesia que se encuentra en dicha urbanización, existen
unos senderos bastante agradables y curiosos. En los que, por cierto, me
cruzaba con bastante gente. De día, tú. Al atardecer, pero con luz solar. Que
ya te estoy viendo. Y no te creas que en más de una ocasión tuve que arrimarme
detrás de cierta planta cuyo porte permitía ocultar tus vergüenzas, para vaciar
la vejiga, casi descontrolada en ese entonces y por las razones antes
esgrimidas, mediante el no muy agradable ejercicio de quitar el tapón de la
sonda. Y como uno va con chándal, imagínate que había que dejar al aire ciertas
partes pudendas… No sigo, que te vas a creer que esto es un capítulo de
cualquier novela erótica al uso. Ya está.
Y a lo que
iba. Pues sí que pasé, y en más de una ocasión, por las descritas montaña del
Amor y plaza del Mirador. Reitero, por lo leído, un fisco antes de que
comenzara la función. Aunque a estas edades piensa uno que ya el peligro pasó,
me congratulo de mi total desconocimiento hace un año y poco. Chacho, no sé qué
hubiera ocurrido en el supuesto de que me hubiesen hecho una proposición
deshonesta. A mis años, qué ilusión. Y haber tenido que ir a la policía a
denunciar la falta de respeto. Quita. Te imaginas las carcajadas del agente
delante del teclado.
No pensaba
comenzar la semana de cancaneo. Pero ya ven cómo se tuercen las cosas. Como
ayer a Fernando Alonso. ¿Lo viste en la tele? Qué vergüenza la verborrea barata
del comentarista. Sólo le faltó rezar un padrenuestro para que se ‘estallaran’
los de las alas.
Bueno,
seguiré caminando por la autovía. Me da la impresión de que solo existe el
peligro de los coches. Tengan cuidado y pónganse a buen recaudo.
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