O Playa del
Socorro, como tantas veces la mentamos y escribimos. Aunque un servidor
prefiera otro tipo de calas, estilo Los Roques, donde las olas te den un
respiro y donde exista alguna piedra a la que te puedas subir para descansar un
rato. Pero no dejo de reconocer que los amantes del surf no van a compartir mi
parecer. Ni aquellos a los que gusta estirarse en la arena. O caminar,
simplemente, que no es poco.
Escribo estas
líneas en el convencimiento de que a mi cuñado Próspero le hubiese encantado
poder leerlas, máxime cuando unas semanas antes de marcharse a vivir a otro
lado y a coger olas en nuevos mares, estaba a punto de comprarse el ordenador
porque había decidido no quedarse atrás en esa “mierda de Internet”. Incluso
tenía previsto apuntarse a cualquier
curso para que le dieran las primeras nociones.
Aunque su
espíritu sigue allí, vigilante y echando una mano al socorrista de turno, seguro
que algo comentaría de la nueva señalización a través de paneles informativos
que se han colocado en estos últimos días. Y coincidiría con un servidor en una
propuesta que durante bastante tiempo vengo plasmando en cuanto medio se ponga
a mi alcance y que fue trasladado, al menos en la época de José Vicente, en
diferentes ocasiones. Que no constituye novedad alguna, pero que comienzo a
vislumbrar en estos últimos tiempos.
Sin restar
mérito alguno al concejal encargado de tales cometidos, tengo la impresión de
que la impronta artística de Adolfo comienza a notarse en las obras acometidas
por el personal del propio ayuntamiento. Que no ha sido, desde los tiempos
remotos de la prehistoria, un dechado de virtudes. O para ser más exactos,
cualquier remiendo en una obra pública, suponía una chapuza de campeonato.
Abogué
siempre por un concejal de estética, de buen gusto, que supiera inculcar en el
personal de obras y servicios un barniz artístico, ornamental. Y debo
felicitarlos por estas pinceladas que se vienen observando. Al igual que ayer
denuncié la verborrea, el bien quedar, la foto (besos incluidos) y echar
balones fuera, no me impide una característica de la que puedo presumir –la
imparcialidad– valorar positivamente todo aquello que merezca ser destacado. Y
acometer pequeños detalles que el pueblo demanda a gritos, está bien. Se me
alegará que para ello les pagamos. Vale, pero un pequeño estímulo tampoco viene
mal, porque saldremos ganando todos.
Junto a esos
actos y poses de lo que antes denominé como el bien quedar, creo, sinceramente,
que el PP realejero mete la pata en su respuesta modelo a las propuestas que le
presentan el resto de grupos que conforman la corporación. Sí, el “estamos en
ello”, muestra inequívoca de la prepotencia de una mayoría absoluta y miedo a
reconocer que otros concejales también puedan tener buenas ideas y aportar
sugerencias. Deberían despreocuparse de sus miedos o temores porque cuando el
mandato concluya, el pueblo pasará factura a una gestión y si se encuentra
satisfecho, los plácemes serán acaparados por el equipo de gobierno. Puede que
haya un mucho de injusticia en esas apreciaciones, pero es así.
Pero también
valoraremos los escaqueos y las derivaciones hacia enunciados de esa no es una
competencia municipal, que ya comienza a escucharse en demasía. En el sueldo,
bastante generoso, van incluidos los inconvenientes. Y el estar liberado se
inventó para disponer de tiempo con el que ‘luchar’ y ‘pleitear’ con las otras
administraciones. A los que transitamos por la carretera nueva hacia La Cruz Santa y nos duelen
los amortiguadores del coche, se nos importa un pimiento en que la competencia
del piche sea de tal o cual. Lo que nos gustaría es no poner el grito en el
cielo cada vez que el fotingo se nos cae en un socavón.
Y ya que los
felicito por lo de El Socorro, de justicia sería el que siguieran hacia el
este, porque a Castro no se puede bajar, en La Fajana tenemos que pedir
permiso a los cabreros y por Los Roques los accesos de El Horno y La Fuente también necesitan
unos buenos mimos.
Ya que llegué
a la zona de Toscal-Longuera, nunca olvidaré los lamentos de Sigfredo, concejal
que fue de la primera corporación democrática, cuando no entendía cómo para
mover una piedra había que tramitar cientos de papeles en un expediente. Lo
recuerdo porque escucho, con demasiada frecuencia, que la burocracia sigue
impidiendo avances. Pues han tenido tiempo de resolver el particular, ya que
tan dados somos a legislar.
Reitero, mi
cuñado estaría contento de comprobar que su playa sigue apostando fuerte por
mantener su bandera azul. Y yo, con él, también me alegro. Como tiene más
tiempo que este jubilado entretenido, le encomiendo que siga vigilante con todo
cuanto acontezca por aquellos contornos.
Una pincelada
final. Les comenté hace escasos días que Paulino apostaba por Rusia. Y les aventuré
que se iría a Moscú más temprano que tarde. Casi no me dio tiempo de terminar:
ya tenía el pasaje sacado. Luego se cuestionan los comedores escolares. ¿Cómo,
estimado José Miguel? Que lo mío es demagogia. Vale, arráyate un millo.
Bueno, si no
ocurre nada extraordinario que me lo haga pensar, nos vemos el lunes. Y tengan
un muy feliz fin de semana.
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