viernes, 22 de marzo de 2013

Playa de El Socorro

O Playa del Socorro, como tantas veces la mentamos y escribimos. Aunque un servidor prefiera otro tipo de calas, estilo Los Roques, donde las olas te den un respiro y donde exista alguna piedra a la que te puedas subir para descansar un rato. Pero no dejo de reconocer que los amantes del surf no van a compartir mi parecer. Ni aquellos a los que gusta estirarse en la arena. O caminar, simplemente, que no es poco.
Escribo estas líneas en el convencimiento de que a mi cuñado Próspero le hubiese encantado poder leerlas, máxime cuando unas semanas antes de marcharse a vivir a otro lado y a coger olas en nuevos mares, estaba a punto de comprarse el ordenador porque había decidido no quedarse atrás en esa “mierda de Internet”. Incluso tenía previsto apuntarse  a cualquier curso para que le dieran las primeras nociones.
Aunque su espíritu sigue allí, vigilante y echando una mano al socorrista de turno, seguro que algo comentaría de la nueva señalización a través de paneles informativos que se han colocado en estos últimos días. Y coincidiría con un servidor en una propuesta que durante bastante tiempo vengo plasmando en cuanto medio se ponga a mi alcance y que fue trasladado, al menos en la época de José Vicente, en diferentes ocasiones. Que no constituye novedad alguna, pero que comienzo a vislumbrar en estos últimos tiempos.
Sin restar mérito alguno al concejal encargado de tales cometidos, tengo la impresión de que la impronta artística de Adolfo comienza a notarse en las obras acometidas por el personal del propio ayuntamiento. Que no ha sido, desde los tiempos remotos de la prehistoria, un dechado de virtudes. O para ser más exactos, cualquier remiendo en una obra pública, suponía una chapuza de campeonato.
Abogué siempre por un concejal de estética, de buen gusto, que supiera inculcar en el personal de obras y servicios un barniz artístico, ornamental. Y debo felicitarlos por estas pinceladas que se vienen observando. Al igual que ayer denuncié la verborrea, el bien quedar, la foto (besos incluidos) y echar balones fuera, no me impide una característica de la que puedo presumir –la imparcialidad– valorar positivamente todo aquello que merezca ser destacado. Y acometer pequeños detalles que el pueblo demanda a gritos, está bien. Se me alegará que para ello les pagamos. Vale, pero un pequeño estímulo tampoco viene mal, porque saldremos ganando todos.
Junto a esos actos y poses de lo que antes denominé como el bien quedar, creo, sinceramente, que el PP realejero mete la pata en su respuesta modelo a las propuestas que le presentan el resto de grupos que conforman la corporación. Sí, el “estamos en ello”, muestra inequívoca de la prepotencia de una mayoría absoluta y miedo a reconocer que otros concejales también puedan tener buenas ideas y aportar sugerencias. Deberían despreocuparse de sus miedos o temores porque cuando el mandato concluya, el pueblo pasará factura a una gestión y si se encuentra satisfecho, los plácemes serán acaparados por el equipo de gobierno. Puede que haya un mucho de injusticia en esas apreciaciones, pero es así.
Pero también valoraremos los escaqueos y las derivaciones hacia enunciados de esa no es una competencia municipal, que ya comienza a escucharse en demasía. En el sueldo, bastante generoso, van incluidos los inconvenientes. Y el estar liberado se inventó para disponer de tiempo con el que ‘luchar’ y ‘pleitear’ con las otras administraciones. A los que transitamos por la carretera nueva hacia La Cruz Santa y nos duelen los amortiguadores del coche, se nos importa un pimiento en que la competencia del piche sea de tal o cual. Lo que nos gustaría es no poner el grito en el cielo cada vez que el fotingo se nos cae en un socavón.
Y ya que los felicito por lo de El Socorro, de justicia sería el que siguieran hacia el este, porque a Castro no se puede bajar, en La Fajana tenemos que pedir permiso a los cabreros y por Los Roques los accesos de El Horno y La Fuente también necesitan unos buenos mimos.
Ya que llegué a la zona de Toscal-Longuera, nunca olvidaré los lamentos de Sigfredo, concejal que fue de la primera corporación democrática, cuando no entendía cómo para mover una piedra había que tramitar cientos de papeles en un expediente. Lo recuerdo porque escucho, con demasiada frecuencia, que la burocracia sigue impidiendo avances. Pues han tenido tiempo de resolver el particular, ya que tan dados somos a legislar.
Reitero, mi cuñado estaría contento de comprobar que su playa sigue apostando fuerte por mantener su bandera azul. Y yo, con él, también me alegro. Como tiene más tiempo que este jubilado entretenido, le encomiendo que siga vigilante con todo cuanto acontezca por aquellos contornos.
Una pincelada final. Les comenté hace escasos días que Paulino apostaba por Rusia. Y les aventuré que se iría a Moscú más temprano que tarde. Casi no me dio tiempo de terminar: ya tenía el pasaje sacado. Luego se cuestionan los comedores escolares. ¿Cómo, estimado José Miguel? Que lo mío es demagogia. Vale, arráyate un millo.
Bueno, si no ocurre nada extraordinario que me lo haga pensar, nos vemos el lunes. Y tengan un muy feliz fin de semana.

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