A veces me
preguntan –y no solo he terminado por asumirlo, sino que también me lo
cuestiono; eso sí, escasas veces– qué necesidad tengo en andar tan enrollado. Y
lo noto, quizás demasiado, cuando regreso de esos viajes que aún Rajoy no se ha
cargado, pero que ganitas no le faltan. Aunque lo debe haber pensado y estima
que se mueve mucho en torno a los mismos. Tanto que creo a pie juntillas que si
no existiesen, tendrían que inventarse. O dicho más llana y simplemente, si a
cualquier lumbrera se le ocurriese acabar con este invento de Mundo Senior, la
cantidad de parados en este país se convertiría en algo insostenible.
Llegué en la
noche del lunes al martes –es un decir, porque cuando yo iba de camino a casa,
muchos eran ya los movimientos que anunciaban el inicio de la jornada laboral–
y todavía estoy ordenando las mil y una boberías que voy acumulando,
principalmente fotografías. El correo electrónico, inundado. El contador de
visitas de este mismo blog, un vulgar ladrón –parece que todos se pega– que en
lugar de sumar se dedica a restar por millares. En fin, que te dan ganas de
mandarlo todo para ese sitio en el que has pensado y exclamar aquello de qué
necesidad.
Luego, casi
de inmediato, sacudes la cabeza y arrancas de nuevo. Lo mismo si observas
alguna modificación en la configuración de Pepillo y Juanillo será debida a las
simplificaciones de rigor para centrarme en los artículos y en las fotografías.
Te lo aclaro: al carajo lo accesorio.
A finales de
octubre del pasado año me di un salto a El Hierro. Y coincidió con una tormenta
otoñal. Y con el cierre de Islas Airways. Ahora, en estos primeros días de
marzo, y estando en Mallorca, nos ha visitado esta otra. Casi a continuación de
dejarnos Orbest Airlines colgados. Pero observo que vientos huracanados y copiosas
lluvias no han sido capaces de borrar demasiadas anomalías. Y no todas de
género menor. Porque cada una en su faceta merecen los mayores reproches.
Vaya el
primero a la portada digital de Canarias7. Del día de ayer, en cuya mañana me
correspondió hacer acopio tras una semana de sequía lectora. En una preciosa
fotografía en el que se podía contemplar el Hotel Punta Grande –sí, el
catalogado como el más pequeño del mundo, allá en la Isla del Meridiano–, aparecía
este pie: “El oleaje rodea el parador de El Hierro”. E ilustrada con otra
instantánea gráfica en la que se podía ver al pequeño catamarán con que Fred
Olsen cubría tiempo atrás el servicio del transporte marítimo en la isla de La Gomera entre La Villa y Gran Rey, pasando
por Santiago, y que ya pasó a la historia (no opera, al menos en Canarias), la
información siguiente: “El transporte marítimo se recupera, pero siguen
problemas en los aeropuertos”. Esto de contrastar, revisar y otras nimiedades,
a correr que llevamos prisa.
Después me
empapé del robo de cables en Santa Úrsula, cabras y baifos en La Orotava, del cierre de los
aparcamientos sitos en la trasera del ayuntamiento realejero, de cómo sigue
incrementándose el número de parados en las islas sin que las recetas del
presidente mejoren al enfermo, de la pretensión de privatizar el portuense Lago
Martiánez (hecho del que procuraré informarme debidamente)…
Y con
respecto a mi pueblo, algo raro debe estar pasando porque cuando me llegan
noticias de propuestas que los grupos de la oposición elevan a la consideración
del Pleno, el equipo de gobierno las rechaza con la coletilla de “estamos en
ello” y a los dos o tres días declara solemnemente, y en todos los medios a su
alcance, que el particular está solventado. Desde la distancia y lejanía, algo
no me cuadra.
Cuando
finalizaba de redactar estas líneas me entero de la muerte de Hugo Chávez y del
triunfo del Madrid ante el Manchester. La muerte y la vida, la tristeza y la
alegría, las dos caras de la moneda.
Y cuando
pretendo programar esta entrada, más inconvenientes. Lo dejaré para por la
mañana. Puede que con el sueño y el descanso comience a vislumbrar otro
horizonte.
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