Los
tentáculos privatizadores del Partido Popular parece que también se extienden
por el Penitente portuense. El pacto gubernamental que rige los destinos del
Consistorio (PP-CC) –en el que Marcos Brito muestra cada vez más un andar
demasiado cansino, harto repetitivo, como ciertos movimientos que se suelen llevar
a cabo con los dedos de las manos, cuando estas se depositan sobre ciertas
prominencias abdominales– imbuido en el afán de las concesiones administrativas
–sin más–, pretende deshacerse de una de las joyas de la corona: el complejo
turístico Costa de Martiánez, el Lago, como lo conocemos los de aquí (o el Lago
de los Martínez, como me preguntó uno de los tantos visitantes con el que me
tropecé meses atrás por la zona de La
Paz).
Y lo mismo
venía a tener razón el forastero e intuía que algo se estaba tramando en las
trastiendas de los despachos. Porque los dirigentes políticos, que parecen
perder el sentido de lo ‘público’ con una facilidad pasmosa, deberían, si ello
no les supone mayores quebraderos de cabeza, contar siquiera hasta diez antes
de lanzarse a tales aventuras. Y si no se hallasen capacitados para este
sencillo ejercicio, sería cuestión el que la población, ese ente abstracto al
que solo se recurre en periodos electorales, volviera por sus fueros
reivindicativos que se abandonaron por mor de comodidades que se han tornado
armas arrojadizas.
La cantinela
es la de siempre, el archiconocido argumento del ahorro de gastos en las
cuentas municipales. Y al paso que vamos, a los portuenses –añadan los que lo
somos sentimentalmente– no les va a quedar más remedio que ir esquivando en sus
paseos diarios el dichoso cartelito de propiedad privada e ir con sumo cuidado
ante la posible aparición del perro guardián de rigor. Si el Lago pasa a manos
privadas, como vendrá luego el Parque Marítimo, no tardaremos en buscar
alternativas para Playa Jardín.
Cada vez que
he tenido la oportunidad de asomarme a cualquier medio de comunicación –y este,
aunque modestamente, también lo es–, he sostenido que la pretendida reforma de
las Administraciones Públicas puede que se quede corta. Porque son los propios
concejales, en el caso que nos atañe, los que están demostrando bien a las
claras sus enormes dosis de incompetencia. Y bien harían, en consonancia con
sus actuaciones, en renunciar a
delegaciones, representaciones, consejos de administración y otros cargos de
buen ver, y dejar el ayuntamiento, a la par que sus propios planteamientos, en
las buenas manos de gestores privados que ejecutan estupendamente sus cometidos.
De tal suerte habremos añadido un notorio e importante ahorro económico a ese
paquete de medidas por el que parecen regirse en esta época en la que las ideas
deberían aflorar como consecuencia de procesos de reflexión y en los que se
imponen grandes consensos.
Me temo que
mucho deberán luchar los portuenses para que este desaguisado no se produzca.
Los actuales dirigentes están harto viciados. Y el PP –en mi pueblo existen
ejemplos al respecto– corta el bacalao a la medida. Se trata de vivir bien, cobrar
bien y que otros hagan aquello por lo que yo percibo suculento sueldo y para lo
que fui elegido. Y los verdaderos actores de la película, aquellos que
depositaron la papeleta en la urna, tendrán ante sí un negro porvenir. Y quizás
no les reste ni el derecho al pataleo. ¿Ante quién? ¿Acudirán al concejal de su
barrio? ¿Para qué, si este los remitirá, ipso facto, al gerente o encargado de
la empresa concesionaria y este, argumentado criterios de rentabilidad, los
mandará a freír caballas a la punta del muelle? Eso sí, antes de que pase a ser
gestionado por otros capitales.
Mal, muy mal
se vislumbra el futuro en la otrora Ciudad Turística. Acabarán cobrándonos por
respirar, por sentarnos ante la inmensidad de la mar con el único propósito de
aspirar yodo y sal. Y nos lamentaremos profundamente de un pasado plagado de
errores. Porque no sería objetivo si no reconociera la nefasta política en la
gestión del complejo que en su día proyectara Manrique, y en el que ha habido,
desde sus inicios, un coladero de enchufados de carné y amiguetes del amigo del
amigo y otros desaguisados de idéntico o mayor porte.
Ahora, como
casi siempre, a tapar errores propios con la recurrente propuesta de
privatizar. Las promesas de mantener puestos de trabajo acallarán las cuatro
voces discordantes y cubrirán las vergüenzas de quienes debieron velar por la
transparencia. Los mismos que seguirán aupados a sus poltronas, cobrando por no
hacer nada y disfrutando de entrada gratis. Saber poner la mano, hasta un
inepto como yo.
No he escuchado
que la oposición haya dicho mú. ¿Todos iguales? Me gustaría pensar que no. A lo
peor no es suficiente un perfil de FB para que Brito y Ledesma tomen
conciencia. O la retomen, si algún día la tuvieron. Jolines, que fácil es ser
concejal en la actualidad. Cuánta comodidad. ¿El pueblo? ¿Qué pueblo? Chacho, ¿vas
a empezar otra vez?
Sí, estoy
anticuado y obsoleto. Eso mismo me espetó uno en activo. ¿En activo? Déjalo ya.
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