“Se hizo un
poquito largo”, comentaba una señora cuando descendía por la escalinata del
ayuntamiento villero. Sentí ganas de replicarle con un ‘muchito’, pero me
contuve. Las campanas del reloj de La Concepción señalaban las diez de la noche. El
toldo que cubre la plaza era –es– muestra inequívoca de los prolegómenos para
la confección de la alfombra. Los músicos (que pusieron el broche) corrían por
las pinas calles hacia sus coches porque se les hacía tarde.
El acto había
dado comienzo a las ocho en punto en el Salón Noble de las Casas
Consistoriales. Se presentaba la obra titulada Comprometidos con Los Altos. Sí,
Los Altos con mayúscula. Porque fueron demasiados los años que estuvieron en
minúscula. Y tanto que parecía no existiesen.
Con Álvaro
Hernández Díaz como maestro de ceremonias, y en un salón de plenos abarrotado
de público, tuvo lugar este pasado viernes el acto de presentación en sociedad
de una publicación en la que se da norte del esfuerzo y trabajo, por el bien
del pueblo y sus gentes, de cuatro personas implicadas hasta la médula en pro
de la igualdad de unos vastos sectores poblacionales que vivían hace unas
décadas en la mayor de las miserias e ignominias. Fueron ellos, Víctor
Rodríguez Jiménez, María Nélida Sarmiento Suárez, Francisco Sánchez García y
Santiago Palmero García.
Intervinieron
Francisco Linares, primer teniente de alcalde y concejal de Cultura; Juana
Teresa González Pérez, en representación de la Asociación DonVíctor;
Cristina Valido García, consejera del Cabildo de Tenerife, quien tuvo el
cometido de la presentación de la obra en un magnífico y bien trazado discurso
en el que intercaló vivencias personales con pasajes recogidos en el libro por
los diferentes colaboradores que aportaron los textos; e Isaac Valencia
Domínguez, alcalde de La
Orotava, que…
Te
preguntarás el porqué de los puntos suspensivos. Es que me puse a pensar. Creo
que entre todos vamos a poner de moda ‘las cosas de Isaac’. Y lo enlazo con la
frase de la señora a la que aludí al principio: un poquito largo. Como al final
siempre se arma el rebumbio de rigor y un servidor arranca la caña con pasmosa
facilidad, no tuve tiempo de ofrecerme al regidor municipal para comprometerlo
y, él con la narración y yo con la escritura, plasmar en una ’enciclopedia’ (en
dos o tres tomos va a ser imposible) avatares y vivencias acaecidas en La Villa (el mejor pueblo de
Canarias, y el que me demuestre lo contrario que me lo diga) en algo más de
treinta años.
Ameno fue,
sin duda. Pero ya más de un culo inquieto se removía en la silla. Y menos mal
que no cumplió su ‘amenaza’ de estar hasta la mañana siguiente: “si yo
contara”. Desde la llegada de don Víctor a Los Salesianos allá por el lejano
1948, pasando por aquella mesa con dos tablones de novopán en la que se
celebraban las sesiones plenarias, hasta el cambio radical que han sufrido los
barrios desde el advenimiento de la democracia (te corrijo, amigo: todos los
pueblos, no solo el tuyo; que mi Realejo, al lado del poniente, con sus
Llanadas, Palo Blanco, Icod el Alto… también estaba hecho un asquito), fue
desgranando en fluido relato –se le notaba a gusto y recuperado del achuchón–
el cómo de la transformación. Y háganme el favor de no criticar a Juan en
Benijos. No sé a qué se refería, pero Dóniz, socarronamente, sonreía. Tampoco consideré
oportuno indagar mucho más allá de la anécdota espontánea.
Y ustedes se
preguntarán qué pintaba este realejero en el ‘fregado’. No se preocupen, yo
también. Aunque intento aclarártelo: “Luis Melo (coordinador de la edición),
como en otras tantas ocasiones, me llamó para preguntarme si podía ayudarle en
un nuevo proyecto”. Y así comenzó todo. La original tarea de echar una visual a
los textos, acabó con la redacción del prólogo. Y no pude regatear la
proposición y me correspondió el honor de ser el primero en alongarme al
volumen.
Debo
felicitar muy efusivamente este tipo de iniciativas. Es libro de obligada
lectura. Para las gentes de los altos, porque han sido los protagonistas del
cambio radical de la sociedad. Dentro de mi ateísmo, a Dios gracias. Para las
gentes de los bajos, o los cascos, para que comprendan que había otros mundos
no tan agraciados; y no tan lejos. Aquellos que ni siquiera estaban, a decir
del alcalde que acompañaba a Suárez; sí, seres ocultos en la inmensidad
tenebrosa de las noches de quinqués y palmatorias.
Se congratula
uno, además, de haber saludado a algún pariente. Porque mis ascendientes eran,
asimismo, de esa zona deprimida hasta ha bien poco. Que bajaron al cultivo de
la platanera y fijaron su residencia más hacia la costa. Pero que el espíritu
campesino siguió marcando huellas indelebles. Perdigón y Yumar, dos apellidos
que los descendientes hemos perdido, pero que permanecen adheridos en los
genes. Pero eso no toca hoy.
Enhorabuena
Luis (Eusebio) porque todo salió bien. Parabienes a los que intervinieron en la
presentación y a los que colaboraron con textos y fotos. Y tú, estimado fisgoneador
de Pepillo y Juanillo, compra el libro. Solo son diez euros. Y contribuyes a
una noble causa. Porque la Asociación
DonVíctor (sí, todo junto) contempla entre sus objetivos el
‘seguir echando manos’, como muy bien les dejó marcado su maestro.
También se
presentará, a finales de mayo, en La Palma natal del cura
salesiano. Para que las gentes de Todoque, allá en Los Llanos de Aridane,
puedan volver a sentirse orgullosos de su paisano.
Si hasta aquí
llegaste, gracias infinitas. No por sumarme una visita más, sino por el
contenido que se ha dejado retratado. ¿Lo has comprobado? También sé escribir
de algo diferente a la política. Que te crees tú eso. El comentario de hoy fue
de POLÍTICA, la de la generosidad y amplias miras.
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