Llevo unos
días en los que las neuronas me deben estar fallando. Tendré que darme un salto por
el taller por si el embrague patina. A no ser que el paso de los años comience
a pasarme factura. Lo que entra en los cálculos de la normalidad, pues cuando
uno alcanza edad provecta –ahí por la jubilación, más o menos–, puede ocurrir
que los reflejos no respondan adecuadamente.
Aunque, y
valga la disculpa a modo de descargo, siquiera emocional, también es posible
que uno se haya mantenido dentro de los estándares de la normalidad y sean los
habitantes del círculo en el que se desenvuelve los que comiencen el declive.
Oye, que prime el optimismo.
Vengo
observando, y no sin cierta preocupación, que no me gusta la manera de hacer
política que se lleva a cabo en la actualidad. No significa ello que la de
antes haya sido mejor y que la venidera rayará el ridículo y el esperpento.
Pero a veces lo pienso, qué quieres que te diga.
Existen
personas que han creído vislumbrar la panacea en los adelantos informáticos. Y
naufragan, más que navegan, en Internet, sin que los buches les estén
produciendo efectos balsámicos. He reiterado hasta la saciedad aquello de que
las redes sociales no ganan elecciones, pero sí ayudan a perderlas. Y algunos
se empeñan en intentar demostrarme que estoy equivocado, sin percatarse de que,
en el supuesto de que así fuese, ello no me acarrearía perjuicio alguno. Porque
ya voy debidamente servido y el asomarme diariamente a este blog es mera
terapia mental. Y nada más, porque mis aspiraciones (jamás las tuve) fueron
debidamente compensadas en estas décadas anteriores.
Me reservo
una futura oportunidad, por si se tercia, para comentar algo que me llamó
poderosamente la atención días pasados. En los diferentes cometidos que la vida
me ha deparado, he tenido la oportunidad de escuchar muy diversas respuestas y
salidas de los políticos ante situaciones más o menos comprometidas. Pero jamás
pasó por mi cabeza el que un cargo de un partido político fuera capaz de culpar
a sus votantes de los patinazos y debacles de su propia formación. No sé si era
una invitación a que no le votaran más o al explícito reconocimiento de lo
imbéciles que son (somos) los que vamos con la papeleta en la mano. Iba a poner
sobre, pero me dio un no sé qué.
Recordarán
ustedes que hace unos meses apenas hubo en esta islas un debate (o intercambio
de opiniones) acerca de la conveniencia de incrementar los servicios en los
comedores escolares. Varios cargos de la Consejería de Educación se hartaron de proclamar
que no eran comedores asistenciales. Desconozco si para echar balones fuera o
como práctica de ese tan común ejercicio de manifestar que no es de mi
competencia y que cargue otro con el muerto. Lo cierto es que Paulino, en eso
que llaman Debate de la
Nacionalidad –que debería ser como una agarrada en la lucha
canaria y que en noble lid gane el mejor, pero que, como decía mi suegra, ni
semejanza–, se inventó el que determinados colegios abrirían durante el verano
y que prestarían el servicio mencionado.
Como uno fue
docente hasta hace apenas nada –lo sigue siendo, pero los actuales discípulos,
políticos casi todos, no me prestan el más mínimo caso– le choca lo que se dijo
antes y el arrebato posterior e ingenioso del señor presidente. Y como,
independientemente de valoraciones de otra índole, amén de la consabida crisis,
muchos ‘padres’ (lo destaco porque de tales solo tienen haber traído un crío al
mundo) siguen con la pretensión de que se los devuelvan al oscurecer duchados y
cenados, acabaremos (los docentes) por batir el récord de profesiones por un
solo sueldo. Es la venganza de quien no teniendo arrestos para ejercer, cambió
de gremio y se apuntó al más saludable (tradúcelo por papa suave) de pasajero
de helicóptero. Y no conforme con ello, ante la petición de Melchior de que lo
deje ya (lo mismo le señalé yo a Valencia hace un mes y ni caso), le ha
contestado, en su actual periódico de cabecera, que ya se verá. Lo que viene a
significar que Rivero repetirá en 2015. Indicándole bien a las claras a la
señora Oramas (otra con tropecientos a
sus espaldas) que piensa seguir ordeñando otra temporada más.
Y tal
cuestión le vendrá de perillas a Manuel Domínguez, alcalde de mi pueblo, porque
Oswaldo tratará directamente los asuntos pendientes (alumbrado de la variante
de Toscal-Longuera, asfaltado de vías insulares, salida del polígono
industrial, desbloqueo de los aparcamientos de San Agustín, puerto deportivo en
Los Roques, piscina natural en El Guindaste, Aula de la Naturaleza en Castro…)
y Los Realejos, por fin, con el auxilio de los unos y los otros (aunque cada
cual arrimando el ascua a su sardina como mejor le venga en gana; ¿lealtad
institucional?) dejará de ser la
Cenicienta del Valle. Inconveniente: los codazos cuando vayan
a cortar la cinta.
Lo mismo
continúo mañana con esta cantar o lo dejo para otro día. Ya se verá.
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