martes, 9 de abril de 2013

De verdad, no lo entiendo (1)

Llevo unos días en los que las neuronas me deben estar fallando. Tendré que darme un salto por el taller por si el embrague patina. A no ser que el paso de los años comience a pasarme factura. Lo que entra en los cálculos de la normalidad, pues cuando uno alcanza edad provecta –ahí por la jubilación, más o menos–, puede ocurrir que los reflejos no respondan adecuadamente.
Aunque, y valga la disculpa a modo de descargo, siquiera emocional, también es posible que uno se haya mantenido dentro de los estándares de la normalidad y sean los habitantes del círculo en el que se desenvuelve los que comiencen el declive. Oye, que prime el optimismo.
Vengo observando, y no sin cierta preocupación, que no me gusta la manera de hacer política que se lleva a cabo en la actualidad. No significa ello que la de antes haya sido mejor y que la venidera rayará el ridículo y el esperpento. Pero a veces lo pienso, qué quieres que te diga.
Existen personas que han creído vislumbrar la panacea en los adelantos informáticos. Y naufragan, más que navegan, en Internet, sin que los buches les estén produciendo efectos balsámicos. He reiterado hasta la saciedad aquello de que las redes sociales no ganan elecciones, pero sí ayudan a perderlas. Y algunos se empeñan en intentar demostrarme que estoy equivocado, sin percatarse de que, en el supuesto de que así fuese, ello no me acarrearía perjuicio alguno. Porque ya voy debidamente servido y el asomarme diariamente a este blog es mera terapia mental. Y nada más, porque mis aspiraciones (jamás las tuve) fueron debidamente compensadas en estas décadas anteriores.
Me reservo una futura oportunidad, por si se tercia, para comentar algo que me llamó poderosamente la atención días pasados. En los diferentes cometidos que la vida me ha deparado, he tenido la oportunidad de escuchar muy diversas respuestas y salidas de los políticos ante situaciones más o menos comprometidas. Pero jamás pasó por mi cabeza el que un cargo de un partido político fuera capaz de culpar a sus votantes de los patinazos y debacles de su propia formación. No sé si era una invitación a que no le votaran más o al explícito reconocimiento de lo imbéciles que son (somos) los que vamos con la papeleta en la mano. Iba a poner sobre, pero me dio un no sé qué.
Recordarán ustedes que hace unos meses apenas hubo en esta islas un debate (o intercambio de opiniones) acerca de la conveniencia de incrementar los servicios en los comedores escolares. Varios cargos de la Consejería de Educación se hartaron de proclamar que no eran comedores asistenciales. Desconozco si para echar balones fuera o como práctica de ese tan común ejercicio de manifestar que no es de mi competencia y que cargue otro con el muerto. Lo cierto es que Paulino, en eso que llaman Debate de la Nacionalidad –que debería ser como una agarrada en la lucha canaria y que en noble lid gane el mejor, pero que, como decía mi suegra, ni semejanza–, se inventó el que determinados colegios abrirían durante el verano y que prestarían el servicio mencionado.
Como uno fue docente hasta hace apenas nada –lo sigue siendo, pero los actuales discípulos, políticos casi todos, no me prestan el más mínimo caso– le choca lo que se dijo antes y el arrebato posterior e ingenioso del señor presidente. Y como, independientemente de valoraciones de otra índole, amén de la consabida crisis, muchos ‘padres’ (lo destaco porque de tales solo tienen haber traído un crío al mundo) siguen con la pretensión de que se los devuelvan al oscurecer duchados y cenados, acabaremos (los docentes) por batir el récord de profesiones por un solo sueldo. Es la venganza de quien no teniendo arrestos para ejercer, cambió de gremio y se apuntó al más saludable (tradúcelo por papa suave) de pasajero de helicóptero. Y no conforme con ello, ante la petición de Melchior de que lo deje ya (lo mismo le señalé yo a Valencia hace un mes y ni caso), le ha contestado, en su actual periódico de cabecera, que ya se verá. Lo que viene a significar que Rivero repetirá en 2015. Indicándole bien a las claras a la señora Oramas (otra con tropecientos a sus espaldas) que piensa seguir ordeñando otra temporada más.
Y tal cuestión le vendrá de perillas a Manuel Domínguez, alcalde de mi pueblo, porque Oswaldo tratará directamente los asuntos pendientes (alumbrado de la variante de Toscal-Longuera, asfaltado de vías insulares, salida del polígono industrial, desbloqueo de los aparcamientos de San Agustín, puerto deportivo en Los Roques, piscina natural en El Guindaste, Aula de la Naturaleza en Castro…) y Los Realejos, por fin, con el auxilio de los unos y los otros (aunque cada cual arrimando el ascua a su sardina como mejor le venga en gana; ¿lealtad institucional?) dejará de ser la Cenicienta del Valle. Inconveniente: los codazos cuando vayan a cortar la cinta.
Lo mismo continúo mañana con esta cantar o lo dejo para otro día. Ya se verá.

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