Ayer bien
temprano tuve que ir al taller porque el coche no quiso arrancar el fin de
semana. La batería dijo basta y cuando la susodicha no tira, tú tampoco. Es en
esos instantes cuando uno se percata del grado de dependencia tan grande que
tiene. Ocurre algo parecido cuando hay un corte en el suministro eléctrico. Vas
por cualquier dependencia de la casa haciendo el tonto. Porque sabes que no hay
luz y tú dale que te pego accionando los interruptores. Incluso enciendes el
ordenador. Bueno, lo intentas. Y pones el cortado en el microondas. No te rías,
porque tú también has caído.
Menos mal que
la pequeña industria aludida no se halla muy lejos del hogar. No obstante, qué
empinadas son las calles, carreteras y caminos de mi pueblo. Menciono las tres
vías porque hube de transitar por todas ellas. Dos calles de la urbanización en
la que vivo, la carretera de Icod el Alto (hasta La Azadilla) y los
correspondientes atajos. El trayecto es corto, pero llegué asfixiado. Regreso
con el mecánico (transportado), garaje, pinzas, conexión, contacto… Tercer
idéntico itinerario, dejar el fotingo –aprovecho la devolución de Hacienda (sin
llegar) para ponerle dos zapatos nuevos (delanteros)– y retorno. Y cuarto
viaje. Caminando. En prolongado descenso por La Sombrera. Qué bonitos están los
campos sembrados de papas.
Tras este
aperitivo, rápida ojeada a la prensa digital, paseo por las redes sociales,
correos electrónicos… Me culturizo otro fisco. Me entero de que el Papa ha tenido
la (in)feliz ocurrencia de recibir a Rajoy. Fuentes vaticanas dignas del mayor
de los créditos (hasta ahora no me han mentido jamás) me soplan que han hablado
de cómo salir de la crisis (económica y existencial, respectivamente) sin morir
en el intento. Supieron aprovechar que pasaba por allí la guardia suiza,
hicieron cuentas y platicaron de los paraísos.
Le llovieron
chuzos de punta a Isaac Valencia por sus recientes declaraciones (las cosas de
Isaac). Y no compartiéndolas, y mucho menos justificándolas, tampoco entiendo
los sectarismos de los progres de izquierda que practican de manera reiterada
el o conmigo o contra mí. No admiten matices. O es blanco (lo suyo) o negro (lo
del resto). Y tales procederes no concuerdan con los dictados democráticos que
dicen practicar.
Me entretuve,
asimismo, y reconozco que esto sí es pecado, con el serial de Olvido Hormigos,
ese portento que fuera concejal ‘sociolista’ de la población toledana de Los
Yébenes. Que no contenta con su animado vídeo masturbatorio, ahora sigue
enseñando en otros foros sus dotes y cualidades. Y cuando vi la foto de la
revista Interviú, le columbré cierto parecido de la susodicha –en edades no me
meto– con doña Australia Navarro, salvando también las vestimentas. Cuidado con
eso, que un respetito es muy bonito. Aunque dicho lo cual, con respecto a la que
aparece con las domingas al aire, a mí que me registren. Mi manejo del
Photoshop es más limitado que el discurso de la mayoría de parlamentarios de
Canarias, excepción hecha de Nacho González Santiago. Como siempre hay alguno
desconfiado, nada mejor que ilustrar estas líneas con las dos mentadas
políticas. Pues sí, se dan un aire. Como el Papa con Almunia.
Parece
conveniente, ya que el párrafo anterior trata del capítulo de las ‘enseñanzas’,
sumergirnos en el educativo. Hace un año exacto (16 de abril de 2012) el título
de la entrada en este mismo blog era: Educar en familia. Y hacía alusión a la
escasa implicación de las familias en la educación de los hijos. Sobre todo a
la exigua participación en los asuntos de la escuela, que según la ideología
imperante es cosa de las mujeres. Uno que sigue relacionado con ese mundo,
comprueba cómo las votaciones para elegir miembros de los consejos escolares de
los centros es ridícula. Es tal la desidia, que conozco casos en que ni
siquiera los propios candidatos se acercaron al colegio a depositar la papeleta
en la urna. Y no me vale los altísimos porcentajes en los sectores del
profesorado, alumnado y personal de administración y servicios porque para
todos ellos es una novelería y escaquearse del trabajo durante unos buenos
minutos.
Ayer, cuando
retornaba del taller, como antes te señalé, escuchaba idéntico lamento de una
de las tantas entendidas que a raíz de los informes Pisa han surgido como
setas. Puse entendidas pues se trataba de una mujer, pero lo mismo me hubiese
valido el masculino si el comentarista hubiera sido hombre. No presumo yo de ir
por el mundo discriminando a nadie. Pero me enfada muchísimo el escuchar
opiniones de personas que jamás han pisado un aula y, por lo tanto, no tienen
ni la más remota idea de cómo enfrentarse a una situación de las que luego
presumen tener la solución para solventarla. Del dicho al hecho. Luego, con
echar la culpa a la ineptitud de los políticos, asunto zanjado. Falta de
ignorancia.
No caeré en
la tentación de Valencia y manifestaré que jamás me he equivocado, pero el
pasar bastantes años ‘lidiando chicos’ me da algo más de autoridad para
comentar asuntos de educación y enseñanza (no la de Olvido), sin tanta ligereza
como la de mucho atrevido suelto por esos mundos republicanos. Chacho, le
estamos devolviendo con creces la ‘cacería’ al Borbón.
Hasta mañana.
Y viva España.
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