miércoles, 17 de abril de 2013

El guía

Los medios de comunicación marcan pautas realmente raras. Convierten en acontecimiento aquello que pueda producir rentabilidad en términos de audiencia o lectores, y soslayan hechos de manera alarmante según sea el país de procedencia. Poco importa lo que está ocurriendo en Siria, donde la masacre adquiere tintes de alarma mundial (los fundamentalismos religiosos conducen a desgracias tales, alegarán como descargo), que haya habido un terrible terremoto en Irán (que se fastidien, ya están acostumbrados), mientras el desmayo de la Pantoja o las bombas de Boston sí merecen trato preferente. Se me indicará que son las ópticas, la conveniente selección ante la avalancha informativa o cualquier otro motivo. Y soy consciente de que no es nada fácil. Pero se les ve demasiado el plumero.
Dejo a un lado el tinglado electoral venezolano, con un gobierno español decantado por Capriles y un Maduro advirtiéndole que se meta en sus asuntos. Me pregunto para qué tanto observador internacional si luego caemos en estas tentaciones. ¿Pucheros? Me quedo con el canario, pero los hay en todas partes, y cógelo como te venga en gana.
Paso de puntillas por la singular Isabel, a la que jamás le dio lipotimia alguna cuando ponía la mano para que Julián se la llenara de billetes antes de meterlos en la lavadora. País de picaresca y golfería. Que sigan cayendo, aunque dos años se me antojan escasos. Debe ser que la justicia consideró que tenía ‘actuaciones’ pendientes (Hoy quiero confesarme y Se me enamora el alma).
Lo del alma y la confesión me vinieron como anillo al dedo. Como casi todos estamos de acuerdo en que es necesaria una reforma constitucional (hay tantos aspectos a debatir que lo mismo sale otra bien diferente), lo del estado laico clama al cielo (lo pongo en minúscula por si acaso). Porque ya está bien tener que aguantar las declaraciones de Rouco Varela. ¿Pero que se cree el señor cardenal? Preséntese a unas elecciones y cuando ostente un cargo político haga las propuestas que estime oportunas. Y en el foro en que se debatan, a quien Dios se la diere, San Pedro se la bendiga. Aquí he sido más respetuoso. El mismo que le demando a su Eminencia (creo que ese es el tratamiento correcto). Aunque también pude haber escrito lo que le espetó Nicolás a García-Margallo: métase en sus asuntos, que ya mencioné antes.
Y no es lo peor el que el susodicho pretenda marcar las pautas por las que debe regirse este país, sino que tan pronto abre la boca, la mayoría popular pisa el acelerador para complacerle en sus peticiones. Le preocupa a Antonio María (ya voy entrando en confianzas, las mismas que él se atribuye para meter la nariz donde no lo llaman) que no existe aún un anteproyecto que acabe de una vez con esa aberración del aborto. La mujer no está para eso. Su misión en la vida es parir: creced y multiplicaos. Y ya está. A cuidar chicos. Cuídate de que no te violen, por ejemplo, aunque ante tal ‘crimen’ te queda el consuelo de la maternidad y eso siempre es bonito. Se le importa un pimiento las miserias, los desahucios, el paro, los abusos. Son los religiosos del palo y tentetieso, los de las confesiones perversas, los arrimados a la erótica del poder y los que de venir aquel Jesucristo retratado en los libros que yo estudié, lo volverían a crucificar por la vía rápida, mediante juicio sumarísimo y sin la pantomima de Poncio Pilatos. Falsos y arrogantes. Dedíquense a practicar la humildad y a ponerse del lado de los desvalidos e infelices, de aquellos que no tienen nada y las pasan canutas mientras ustedes hacen ostentación reiterada de riqueza y buen vivir.
Menos mal que mientras estos lumbreras, estos monarcas absolutistas encubiertos se dedican a marcar pautas  y directrices a un ministro de justicia que se limita a justificarse alegando que a él tampoco le gustan determinadas leyes, en vez de sentenciar bien a las claras ‘lo que usted diga, don Antonio’, una pléyade de honrosas excepciones, que se traduce en un colectivo entusiasta de curas jóvenes, demuestra cada día en sus parroquias todo lo contrario. Una cosa es colaborar con los gobiernos, en los diferentes ámbitos, legalmente establecidos, y otra bien diferente el querer imponer criterios religiosos a una gestión que debe estar por arriba de condiciones. Siendo estas, además, y para mayor escarnio, del tipo de ‘esto es así, y punto’. Qué raros dictados del alma cuando chocan con las más elementales reglas del sentido común.
A don Antonio María, / si de ministro estuviese, /con respeto le diría / que su misión ejerciese / sin que mezcle la creencia / con aspectos terrenales, / no es cosa de mayor ciencia / siempre que esté en sus cabales.
Cuídense, que se comenta que va a haber un incremento notable de las temperaturas. No se expongan demasiado, como algún cardenal, que se quedan rojos como tomates.

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