Días pasados
teníamos la oportunidad de leer que se canalizaban las aguas pluviales en el
puente de San Benito. Uno de los escasos pasos estrechos que aún restan en las
vías principales del pueblo, pero que todo se andará. Y me pareció muy correcta
la postura del equipo de gobierno, pues en nombre del ayuntamiento realejero
agradecía al servicio de carreteras del Cabildo tinerfeño que hubiese acometido
la tan necesaria obra.
Los
ciudadanos normales –y me van a conceder la licencia de que me incluya entre ellos–
entendemos que es entre instituciones la manera que deben arreglarse los
asuntos. Y guste o no, en estos momentos los destinos del Consistorio de la Villa de Viera se hallan en
manos del Partido Popular porque así quedó reflejado en el escrutinio de las
elecciones municipales de 2011. No significa ello que los partidos de la
oposición, y sus representantes legítimamente refrendados, permanezcan ociosos
y no puedan aportar también su granito de arena. Pero dentro de los cauces que
dicta el sentido común. Y ahí lo dejo, aunque no descarto retomar el “De
verdad, no lo entiendo”, porque sigue habiendo planteamientos de muy difícil
consistencia. Casi me atrevería a manifestar que rayan el ridículo más
espantoso. ¿Mi consejo?: déjenlo, ya se han retratado bastante. Y lo he
meditado muy mucho antes de escribirlo. Ya está, no sea que me pregunten el
sentido del voto.
Ahora bien,
dicho lo cual, y sin que sirva de precedente, hete aquí que pasé ayer por la
mañana por la zona de Piloto y allí se encontraban unos sujetos verdes
(chalecos reflectantes) arreglando el arcén derecho (según vas pa´llá), o
izquierdo (según vengas pa´cá). Y les está quedando bonito, práctico y
utilitario. Pero aún les queda buen rato para concluir la canalización. Momento
en el que enviaremos a un miembro del gabinete de prensa para inmortalizar el
hecho. Con lo que habremos vendido el particular en dos ocasiones, y así
daremos la impresión de que se han finalizado dos proyectos. Como lo del plan
de empleo. Y otros tantos. Resumo: no se pasen, que pueden causar indigestión.
Pasado San
Benito, seguí escuchando la radio. El receptor del coche sintonizaba la
SER. Ya no escucho Radio Realejos por la
mañana. Me lo quitó el médico porque en la última analítica tenía algo elevado
el colesterol. Y por la tarde, entre la siesta, la pateada y que si viene
algún nieto, me dirás. Me faltan horas. Y jubilado. ¿Dicen que ha habido
cambios? ¿Sabes algo?
A lo que iba,
que ya estoy bajando Los Cuartos. Como hay pocos camiones y la amplitud de la
calzada, un montón de coches mal aparcados por la zona del Centro de Formación
Ocupacional (¿o ya no se llama así?). Casi no alcanzo la rotonda de Alteza (¿o
tú no la mentas de tal guisa?). Mientras, escuchaba a unos tertulianos en el programa de
Juan Carlos Castañeda. Políticos todos. Y casi hacían más aguas que las que
vamos a recoger en el lugar anteriormente señalado.
Si hay algo
que me moleste sobremanera es el escuchar a un cargo público hablar o escribir
de cualquier problemática de la sociedad actual, con una jeta de padre y muy
señor mío, y como si aquello no fuera con él. Sí, los que pasan por allí, pero
de soslayo o de esto no va conmigo. Pero carota, ¿a quién compete entonces
solventar los entuertos? Creen que con echar la culpa a la otra administración,
aquí paz y en el infierno calorcito. De ser nosotros los que hemos de buscarnos
la vida, ¿para qué te queremos a ti de figurín?
Era mi enfado
permanente con la fórmula esgrimida por Wladimiro, cuyos escritos dominicales
daban la impresión de que el susodicho era un ente ajeno a la institución
insular. Y ayer, como te iba relatando, al escuchar a Cristina Valido tuve
idéntico sentimiento. Comentaban el terrible drama de los desahucios. Se dieron
gusto dando leña a diestro y siniestro. De los presentes –reitero, todos políticos–,
salvo el del PP que osó mentar las excelentes medidas adoptadas por Rajoy en
esa faceta (mejor se hubiese estado callado), ni un asomo de reconocer que como
representantes de los ciudadanos deberían moverse para algo más que blindar sus
domicilios y que no vayan a molestarlos. Medida esta última que yo, si actuara
tan egoístamente como ellos, no debería criticar, pues me beneficia el tener
varios políticos en el círculo de los 300 metros.
Si ya me
cabrea el que en horas de trabajo (¿tú has oído que les descuentan algo?)
dediquen un altísimo porcentaje a tertulias y declaraciones (vayan por la
noche), el grado de enfado adquiere tintes alarmantes cuando los escucho y no
hablan sino paja. Quién los verá estallados de risa cuando se columbren en una
de las tantas repeticiones. Y lo peor es que se creen que somos idiotas (los
que estamos al otro lado del receptor y los que les pagamos sus gracias). Lo
mismo tienen razón y los que hacemos aguas somos nosotros.
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