viernes, 12 de abril de 2013

La retirada de Isaac

Isaac Valencia anunció su retirada, como creo ya bien conocen todos ustedes, en rueda de prensa celebrada en el edificio consistorial de su Villa. Quería el alcalde agradecer las muestras de adhesión y cariño recibidas con motivo de su estancia hospitalaria a raíz de cierto achuchón sufrido meses atrás. Porque uno piensa que está bien (por fuera), pero esos mundos de por ahí para adentro son muy intrincados y un fallo lo tiene cualquiera. Menos mal que para eso están los talleres (hospitales) en los que, tras el chequeo de rigor, los excelentes mecánicos (sanitarios) nos cambian un par de mangueras y a tirar pa´lante. Lo de los tubos lo digo por experiencia, que cuando me desperté, tras el paso por el quirófano hace ahora un año, parecía un retrato de ese paisaje sureño en el que contemplas unas dieciocho mil canalizaciones para llevar el agua a los cultivos. Sitúate por Chío, más o menos.
Isaac lleva en política desde 1979. Como algo he tenido que ver en la recopilación de las andanzas de don Víctor Rodríguez –el viernes 19 de los corrientes se presenta un libro titulado “Comprometidos con Los Altos de La Orotava y Los Realejos”–, creo tener algún elemento de juicio para inmiscuirme en este particular. Mucho más cuando, por arriba de circunstancias y avatares políticos, nuestro trato ha sido siempre cordial, ameno y afectuoso. Y nos conocemos desde ha bastante. Porque coincidimos en la brega municipal durante un cuatrienio de la década de los ochenta del pasado siglo y luego, como componente de la Agrupación Folclórica de Higa, continuamos con las charlas, esporádicas pero fructíferas, en convivencias, actuaciones, incluso en un viaje a Puenteareas.
Isaac ha sido uno de los tantos que me espetó en varias ocasiones: “Tenías que haber seguido”. Pero echo la vista atrás y no me arrepiento de casi nada. Máxime al observar ciertos derroteros y derivas. Él estimó oportuno reengancharse y ahí ha alcanzado la friolera (lo hará en unos días) de 34 años (30 de alcalde). Fiel a su idea de transformar el pueblo (con sus pros y sus contras, con su visión desarrollista a toda costa que le ha supuesto críticas y algún que otro varapalo), fue obteniendo sucesivas mayorías absolutas que le permitieron gobernar sin grandes agobios. Se podrá cuestionar su manera de gestionar, se podrá estar a favor o en contra de sus planteamientos, de la manera que vio su Villa del futuro (ya presente), pero los electores no le han vuelto la espalda en las citas con las urnas.
Isaac sabe que, al margen de ideologías y maneras de ver el panorama, cuenta con el testimonio de mi consideración personal más distinguida, que se decía antes al concluir los saludas con que se te invitaba a cualquier acto. Y como jubilado en activo, a pesar de que me llevas unos años, quisiera darte la bienvenida a este otro mundo en el que se pasa al menos tan bien que cuando estaba en activo pero no jubilado. Permíteme, además, un consejo: aparte de ponerte a dirigir el tráfico en El Calvario, frente a tu casa, hazme el favor de iniciarte en el mundo de la informática y no persistir en la cantinela, al igual que Elfidio Alonso, de que ya estás viejo para ordenadores y cachivaches de esos. Lo mismo consigo un lector más.
Isaac se retira (después del verano dirá la fecha exacta; oye, si vas a elegir el 16 de diciembre, ¿me invitas?) y como Ricardo Melchior abrió la veda, lo mismo es buen momento para comenzar a ver caras nuevas (aunque algún sustituto también goza de una antigüedad harto considerable). Te pongo unos ejemplos: José Segura, Paulino Rivero, Manuel Fernández, Antonio Castro, José Miguel González, Jerónimo Saavedra (eso de Diputado del Común es una pantomima), Dimas Martín (qué sombra –sin dobles– más alargada)… Comprueba tú si me restan, que ya me pierdo. Solo aquí en Canarias, no hace falta que te vayas más lejos.
Isaac Valencia, segundo alcalde villero del periodo democrático (coño, como yo), con unos kilos menos por lo que vislumbro en las fotografías de la rueda de prensa –no te aflijas porque un servidor ya vuelve a presumir del payo (acepción canaria de la prominencia surgida desde la altura del estómago, más o menos) anterior–, hace caso a los galenos y dejará que la máquina no se le revolucione demasiado. Háblate con Benito (le puedes mandar el recado con Eduardo) y lo mismo hace falta alguien que toque el timple en Higa. Si te animas vuelvo a coger el laúd, porque para bailar ya no estamos.
En fin, amigo, bienvenido a la otra forma de ver la vida. A disfrutar de la familia, que ya toca. Eso mismito acabo de hablar con otro común amigo: Luis Melo, un perdomero de pro, y que también ha compartido inquietudes e ilusiones, traducidas en el deseo de que los barrios tuvieran idénticos servicios a los que disponían los cascos décadas atrás. Debemos sentirnos orgullosos de significativos granos de arena.

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