Isaac
Valencia anunció su retirada, como creo ya bien conocen todos ustedes, en rueda
de prensa celebrada en el edificio consistorial de su Villa. Quería el alcalde
agradecer las muestras de adhesión y cariño recibidas con motivo de su estancia
hospitalaria a raíz de cierto achuchón sufrido meses atrás. Porque uno piensa
que está bien (por fuera), pero esos mundos de por ahí para adentro son muy
intrincados y un fallo lo tiene cualquiera. Menos mal que para eso están los
talleres (hospitales) en los que, tras el chequeo de rigor, los excelentes
mecánicos (sanitarios) nos cambian un par de mangueras y a tirar pa´lante. Lo
de los tubos lo digo por experiencia, que cuando me desperté, tras el paso por
el quirófano hace ahora un año, parecía un retrato de ese paisaje sureño en el
que contemplas unas dieciocho mil canalizaciones para llevar el agua a los
cultivos. Sitúate por Chío, más o menos.
Isaac lleva
en política desde 1979. Como algo he tenido que ver en la recopilación de las
andanzas de don Víctor Rodríguez –el viernes 19 de los corrientes se presenta
un libro titulado “Comprometidos con Los Altos de La Orotava y Los Realejos”–,
creo tener algún elemento de juicio para inmiscuirme en este particular. Mucho
más cuando, por arriba de circunstancias y avatares políticos, nuestro trato ha
sido siempre cordial, ameno y afectuoso. Y nos conocemos desde ha bastante.
Porque coincidimos en la brega municipal durante un cuatrienio de la década de
los ochenta del pasado siglo y luego, como componente de la Agrupación Folclórica
de Higa, continuamos con las charlas, esporádicas pero fructíferas, en convivencias,
actuaciones, incluso en un viaje a Puenteareas.
Isaac ha sido
uno de los tantos que me espetó en varias ocasiones: “Tenías que haber
seguido”. Pero echo la vista atrás y no me arrepiento de casi nada. Máxime al
observar ciertos derroteros y derivas. Él estimó oportuno reengancharse y ahí
ha alcanzado la friolera (lo hará en unos días) de 34 años (30 de alcalde).
Fiel a su idea de transformar el pueblo (con sus pros y sus contras, con su
visión desarrollista a toda costa que le ha supuesto críticas y algún que otro
varapalo), fue obteniendo sucesivas mayorías absolutas que le permitieron
gobernar sin grandes agobios. Se podrá cuestionar su manera de gestionar, se podrá
estar a favor o en contra de sus planteamientos, de la manera que vio su Villa
del futuro (ya presente), pero los electores no le han vuelto la espalda en las
citas con las urnas.
Isaac sabe
que, al margen de ideologías y maneras de ver el panorama, cuenta con el
testimonio de mi consideración personal más distinguida, que se decía antes al
concluir los saludas con que se te invitaba a cualquier acto. Y como jubilado
en activo, a pesar de que me llevas unos años, quisiera darte la bienvenida a
este otro mundo en el que se pasa al menos tan bien que cuando estaba en activo
pero no jubilado. Permíteme, además, un consejo: aparte de ponerte a dirigir el
tráfico en El Calvario, frente a tu casa, hazme el favor de iniciarte en el
mundo de la informática y no persistir en la cantinela, al igual que Elfidio
Alonso, de que ya estás viejo para ordenadores y cachivaches de esos. Lo mismo
consigo un lector más.
Isaac se
retira (después del verano dirá la fecha exacta; oye, si vas a elegir el 16 de
diciembre, ¿me invitas?) y como Ricardo Melchior abrió la veda, lo mismo es
buen momento para comenzar a ver caras nuevas (aunque algún sustituto también
goza de una antigüedad harto considerable). Te pongo unos ejemplos: José
Segura, Paulino Rivero, Manuel Fernández, Antonio Castro, José Miguel González,
Jerónimo Saavedra (eso de Diputado del Común es una pantomima), Dimas Martín
(qué sombra –sin dobles– más alargada)… Comprueba tú si me restan, que ya me
pierdo. Solo aquí en Canarias, no hace falta que te vayas más lejos.
Isaac
Valencia, segundo alcalde villero del periodo democrático (coño, como yo), con
unos kilos menos por lo que vislumbro en las fotografías de la rueda de prensa
–no te aflijas porque un servidor ya vuelve a presumir del payo (acepción
canaria de la prominencia surgida desde la altura del estómago, más o menos) anterior–,
hace caso a los galenos y dejará que la máquina no se le revolucione demasiado.
Háblate con Benito (le puedes mandar el recado con Eduardo) y lo mismo hace
falta alguien que toque el timple en Higa. Si te animas vuelvo a coger el laúd,
porque para bailar ya no estamos.
En fin,
amigo, bienvenido a la otra forma de ver la vida. A disfrutar de la familia,
que ya toca. Eso mismito acabo de hablar con otro común amigo: Luis Melo, un
perdomero de pro, y que también ha compartido inquietudes e ilusiones,
traducidas en el deseo de que los barrios tuvieran idénticos servicios a los
que disponían los cascos décadas atrás. Debemos sentirnos orgullosos de
significativos granos de arena.
¡Cómo es posible que me haya olvidado de Marcos Brito! Imperdonable.
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