No acierta
una nuestro hombre. Y nos había prometido portarse bien. Pero a las primeras de
cambio va y nos suelta: “Pronto estaré dando guerra otra vez”. No aprende. Y lo
entiendo, porque son tantos los agobios que se le vienen encima que
difícilmente va a poder levantar cabeza. Sin embargo, hace votos para seguir al
pie del cañón. O de la escopeta (nacional). O del rifle. Porque las guerras
siempre tienen elementos destructivos añadidos. Si el plan cumple los plazos
establecidos, en unos meses vuelta al continente africano. Y no sería mejor,
pienso, y nos costaría mucho menos, el regalarle una carabina de aquellas que
disparaban un corcho amarrado con un hilo para que no se nos fuera muy allá.
Después, lo soltamos en Cabárceno y que se explaye. No he reproducido el nombre
por respeto constitucional (mientras no cambie), pero tú sabes quién corre
detrás de los elefantes (muertos) para sacarse la foto. Bueno, en Italia, con
República, no las tienen todas consigo y el jefe romano es más viejo todavía.
Casi nonagenario. Y Rubalcaba frotándose las manos.
Una sentencia
ha dictaminado que no ha habido delito contra la intimidad en el vídeo de
Olvido. Que se había trabucado en el manejo de la pestaña (le dio al play antes
que al stop) y se grabó todita por sus partes íntimas. Y la justicia (toda la
plana, incluido la defensa, ojeaba, y hojeaba, Interviú para comprobar si las
pruebas eran dignas de crédito) estimó, con muy certero criterio, que la ropa
es un estorbo. Cuestión harto sabida, por cierto, hasta en las tribus más
remotas de la selva amazónica. Como el fallo no cuestiona el que uno hace con
su cuerpo lo que le viene en gana (ay, si no fuera por estos colgajos), el
magistrado concluye, con atinada puntería, que la señorita Hormigos puede
seguir cobrando por sus destapes, pero que no pretenda ponerle puertas al
campo.
Se volvió a
caer la Duquesa
de Alba en la capital italiana, a donde había ido a darse un garbeo con Alfonso
y, de paso, comprarse un cristal de Murano para un ventanillo de uno de los
cuartos de baño. Se fue de bruces la buena mujer y casi deja el suelo como
cuando se le fragmenta el parabrisas a un coche. Recuerden que ya en 2011, creo
que recién casada, otra caída le provocó fisura de pelvis. Nunca se llegó a
saber si por el esfuerzo de agarrar al mozalbete heredero en su intento de
realizar el salto del ángel. En este nuevo tropiezo se ha roto la cabeza… del
fémur. Y a esas alturas de la vida no sabe uno qué puede ser peor. Porque
soldar, lo que se dice soldar. Algún gen debe fallarle a la señora porque sus
congéneres son bastante elásticos. Jamás he visto uno con escayola.
Un titular
reflejaba: “Casi todo el gofio que se consume en el Archipiélago proviene del
extranjero”. Ignoraba yo que mi amigo Eduardo ya estuviera desde Alemania
mandando pellas por esos mundos de Dios. Viene todo esto a cuento por la manía
de redactar el encabezado informativo con una alegrías dignas del mayor de los
rechazos. Una cosa es que compremos los cereales allende los mares y otra bien
diferente el que hayamos cambiado los molinos de lugar, con lo que pesan las
piedras que trituran los pobres granos. Soy consciente de que los chinos lo
copian todo y acabarán desayunando sus buenas escudillas de leche de cabra con
gofio, pero por ahora dejen que las industrias de Icod el Alto y La Orotava, por la cercanía,
sigan envasando la harina de maíz tostado, que diría Vieira.
Una empresa
holandesa está buscando voluntarios para irse a vivir a Marte para siempre
jamás, es decir, para ser marcianos toda la vida. Eso será en 2023. Y en esa
fecha andaré por los setenta y tantos, por lo que lo mismo me apunto. Allá
arriba, con otras condiciones de gravedad, me sentiré más liviano y puede que
me rejuvenezca un fisco. Lo peor que llevaré será lo del solajero por lo que
tendré que comprarme un sombrero de ala ancha. Nos pareceremos todos, al poco
tiempo, con esos extranjeros –allí también lo seremos hasta que nos concedan la
nueva nacionalidad– que se achicharran el primer día de playa y están todas sus
vacaciones como tomates tirando a ketchup. A los pocos años, me imagino,
volverán a resplandecer las películas del Oeste. Tiembla, Almería.
Bueno, me voy
a ver Telecinco. Hay que mamar cultura, que no todo pueden ser libros. Me han
soplado que Mercedes Milá, aparte de enseñar anatomía, se dedica a dar clases
de vocabulario y lexicografía. Eso está bien, hay que aprovechar todos los
recursos didácticos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario