Ayer fue otro
día en el que la agenda venía bien apretada. Y claro, comienzan los dilemas
para decantarte por algo. Porque en mi tierra (la canaria, por supuesto) hay
demasiado chanchullo. Entendiéndose por tal –diccionario al canto– el manejo
ilícito para conseguir un fin, y especialmente para lucrarse. Es lenguaje
coloquial y deriva de chancha (no puerca ni cerda). También leí que puede ser lo
que se hace de manera ilegal o poco limpia para conseguir un fin o para sacar
provecho (Del italiano cianciullare:
hacer naderías).
El título lo
cogí prestado de cierto digital que nos comentaba los chanchullos de Zerolo,
quien fuera alcalde santacrucero y ahora senador de los que van, se sientan, se
levantan de cuando en vez para ir al cuarto de baño, disponen de algo
denominado privilegios y tras tres días agotadores de aguantar insoportables
discursos, retornan a sus hogares (primeras viviendas) a saludar a los
parientes más cercanos. Parece que el hombre, amén del afer de Las Teresitas,
debe visitar los palacios de justicia para otro asunto bautizado como García
Cabrera. Qué apellidos más ilustres para verse involucrados en tan turbios
menesteres.
Puede que
Pedro Pacheco, aquel alcalde andaluz que tildó de cachondeo a la mismísima que
aparece en la portada última de El Jueves (ver ilustración, y a mí que me registren), ha sido condenado
por haber enchufado a unos amigos de partido. Pues muy torpe debió ser la
actuación porque ejemplos de tal calado existen regados por la geografía patria
en todos y cada uno de los ayuntamientos, de cualquier signo político y con
independencia del número de habitantes, del presupuesto municipal y de la madre
del cordero. Aquí el que menos corre deja en un feo al mismísimo Usain Bolt.
Tremendo
susto me llevé en mi sesión informativa diaria esta tarde pasada. Vi escrito
“El Zausal”. Son de esas cosas que te tumban pa´tras. Me desestabilicé bastante
rato. Parecía un pacto a punto de romperse. ¡Ay, pactos!, para qué los
mentaría. Unos los desean en cascada. Otros defienden las particularidades de
cada pueblo. Uno, que intenta ser lo más neutral posible, cree que en el fondo
es un mero intercambio de los votos de quienes fuimos con toda la ilusión
posible a depositarlo en la urna. Juegan con ellos de forma tan alegre que
escandaliza.
Lo ocurrido
en Güímar es solo un botón más de esta astracanada permanente en la que se ha
convertido la política. Ni encuestas, ni sondeos de opinión, ni descenso
alarmante del número de militantes, nada de nada. Poco se les importa mientras
las componendas permitan acomodos. Tú te quedas con esto y déjame a mí aquello.
Y en la próxima cambiamos.
El amigo Rafa
Yanes hizo unas declaraciones en rueda de prensa convocada al efecto. Se
lamentó porque los populares –socios durante seis años– no le avisaron. Lo
cogieron de sopetón (en vulgar, con el culo al aire). Y él entiende que el
pacto, firmado en su día con Tita Díaz, ha funcionado. Reprocha el que lo hayan
utilizado como moneda de cambio: Si ustedes rompen en Santa Cruz… El Partido
(PSOE) lo ha respaldado: todos me han llamado. Me temo, estimado compañero de
gremio y de fatigas en la vieja Escuela Normal, que no. Que tu formación
política no ha movido un dedo para salvar los muebles. Tu empeño en ir de la
mano con los populares, contrariando las directrices regionales, ha servido de
excusa para dejarte más solo que la una. Aunque el disenso esgrimido por la que
va a ser alcaldesa provoque carcajada, más que risa.
Tu defensa
numantina –y nadie soy para discutir aciertos o errores– de una gestión que ha
llevado al ayuntamiento a un saneamiento ejemplar, entiendo que contradice tu
llamamiento a las otras fuerzas de izquierda (el problema es averiguar dónde
está la linde) para hacer un frente común que siga llevando al municipio por la
senda de la eficacia. Lo mismo te contestan con un solo vocablo: ¿Ahora?
No esperes
milagros. Y ojalá me equivoque. Y de tus compañeros, salvo algunas líneas
prefabricadas en Facebook, nada de ilusiones. El País ocultó en la última
encuesta que en intención de voto ya fue adelantado por IU. En Canarias, tierra
tan dada a chanchullos, salvo los estandartes que restan en contados pueblos,
va a acabar en fuerza (qué incongruencia de palabreja) marginal, testimonial. Y
llegado ese punto, a pactar con el diablo con tal de tocar… un sueldo a fin de
mes.
Son –fueron–
los chanchullos de mi tierra. ¿O esperaban otra cosa? La edad me ha enseñado a
medir los tiempos. Hasta mañana, que es jueves; si la justicia me deja.
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