lunes, 8 de julio de 2013

La envidia, pecado capital

Estuve varios años en ese mundillo de la música folclórica. Formé parte de dos grupos, pero ahora estoy retirado y creo que será difícil el que retorne a esas viejas andanzas. Puede que el no saber estarme quieto y el intentar aportar, me ha causado más de un encontronazo. Por lo que transito en el periodo placentero de rascar solo lo que me pica (sin disimulo si es de cintura hacia arriba, y con él si es del ombligo hacia abajo). Al tiempo, las cuerdas, y el viejo instrumento (no te rías), están desangeladas, pobres, aburridas y abandonadas. ¿Desafinadas? Ni te cuento.
Experiencias quedaron muchas. Unas persisten y otras duermen el sueño de los olvidos. Y letras –cada loco con su tema– hay esparcidas unas cuantas por las islas. Aunque, como dice la copla, ya nadie sepa su autor. Algunas grabaciones y premios dan fe de abundantes atrevimientos. Queda cierto resabio, al echar la vista atrás, de cómo diversos proyectos fueron quedando en el camino de la incomprensión y de la falta de empuje. O de padrinos. Pero uno es quien es y las limitaciones imponen.
Me van a permitir hoy lunes que arranque la semana comentándoles unos párrafos de uno de los denominados pecados capitales: la envidia. Y lo hago con esta reseña extraída de una de las tantas fuentes que puedes hallar en Internet:
Como la avaricia, la envidia (en latín, invidia) se caracteriza por un deseo insaciable, sin embargo, difieren por dos grandes razones: Primero, la avaricia está más asociada con bienes materiales, mientras que la envidia puede ser más general; segundo, aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que alguien más tiene, y que perciben que a ellos les hace falta, y por consiguiente desean el mal al prójimo, y se sienten bien con el mal ajeno. Tal vez por ello, Francisco de Quevedo sentencia que la envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Hubo una época en la que a todos los grupos folclóricos les dio por hacerse una  vestimenta típica. Ya nadie quería lucir el denominado traje de La Orotava, ni el de campesino tradicional. No, cada cual pretendía el suyo propio. Y no sé si por arte de magia, de la noche a la mañana, surgen sesudos estudios de investigación que dieron a conocer una diversidad tal, que se me hace muy difícil echar la vista atrás y ver pasear por fiestas y tenderetes a tantos magos y tan estupendamente equipados. Los telares no daban abasto y las entidades públicas, tan generosas en época de vacas gordas, aportaban sustanciosas cantidades para los equipamientos.
Surgieron como hongos modistos y entendidos. Y se inició la feroz batalla para abarcar todo lo que se pudiese. Con ella, obviamente, las cuchilladas y envidias en el intento de acaparar mercados. Tanto que muchos directores de las agrupaciones –que también proliferaron como surgidos de un semillero– se lanzaron a la aventura de orientar a sus alumnos y convertirse, de la mañana a la noche (para variar), en expertos costureros, sastres, zapateros… De todo, en suma. Yo no voy a permitir que cualquier afeminado de estos (en referencia a los que ya se habían hecho un hueco) me fastidie el negocio. Tengo mis costureras y quien me asesore y en mis grupos (todos dirigían a cuatro o cinco, mínimo) las normas las dicto yo sin intermediarios. Son, claro, expresiones de quienes pretendían aditamentos a sus sueldos, dineros extras. Muchos ni se recataron en ofrecer tales fórmulas en las mentadas como escuelas de folclore, bajo la tutela de los ayuntamientos, y sostenidas con caudales públicos. ¡Ah!, si lo afirmo de manera tan rotunda es porque te lo puedo demostrar científicamente.
Mucho de envidia, bastante de avaricia y mantenimiento de las navajas bien afiladas por si la competencia asomaba la nariz. Con lo que hemos alcanzado la etapa de la crisis (nada nos debe extrañar ante los despilfarros habidos) y puedes alongarte a cualquier festival, encuentro o romería y observas que casi todos visten igual (y acuérdate que el primer objetivo fue la diferenciación), pero lo que es peor, todos cantan y bailan los mismos temas. Da lo mismo que sean del Norte o del Sur, de una isla o de la otra. Como decía aquella publicidad: todos venden lo mismo. Y lo más cómodo. Como le indicaba hace unas semanas a una buena amiga;: para no sudarse los calzoncillos.
Ahora este pecado ha cambiado de escenario. La lucha se ha entablado entre los organizadores de certámenes de belleza, que suelen ser, al mismo tiempo, presentadores de las galas en las que el personal va a lucir el palmito. Bueno, a decir verdad los candidatos y las candidatas un poco menos que ellos, porque los verdaderos protagonistas son los que son, el resto ocupa lugar secundario. Extrapolado significaría, válgame el símil, el periodista que se entrevista, que suele ser, casi siempre, el que más ladra. Sí, ese que escupe que es un disgusto y que cuando es aludido tiene la desfachatez de sentirse vilipendiado, insultado, blasfemado. Que cómo lo pone de manifiesto: escupiendo otra vez. Después, ¿agua bendita? No, dibujos animados.
En mi pueblo, con motivo de las Fiestas de la Virgen del Carmen, se va a celebrar el de Miss Norte. Que corre a cargo de uno que no es del agrado de otro que creyó sentirse con más derechos. Y comenzó la batalla. No de flores, precisamente. Que si yo soy mejor, que si presento mejor que tú, que lo mío es éxito asegurado y tú vas dando tranques a todo el que trinques. Y así se entretienen. Meten por medio al ayuntamiento, a los medios de comunicación, a los políticos y a cualquier inofensiva madre que en esos instantes pase por allí. Es normal, pienso, tan acostumbrados están a dar espectáculos, que estos dimes y diretes forman parte de la farándula. Y lo juran en nombre de Dios, faltaría más.
De todo esto último me enteré en el transcurso de un cumpleaños que celebramos en una población de este norte tinerfeño y que no era Los Realejos. Hablamos de casi todo. Solo nos faltó concretar la distribución de los puestos para las próximas elecciones. Y mientras eso ocurría, Paulino en El Hierro llenándose de mierda para que Willy lo entrevistara. Lo que hay que hacer para repetir. Yo voy a todas, aseveró en su descargo nuestro personaje. Mientras funcione el helicóptero. Lo mismo en 2015 lo bajan a hombros desde Ravelo a La Garañona. No seas mal pensado, a tirarlo no.

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