Puse en
Facebook: “Vaya manía le entró a Hernández Spínola, consejero de Presidencia,
con que seamos los ciudadanos los que redactemos la Ley de Transparencia. Si el
problema está en los que deben cumplirla”. Y el villero Manuel González Álvarez
me respondió esto otro: “Se trata de cambiar el chip. La ciudadanía, organizada
o a título personal, demanda participar, transparencia, instituciones
abiertas... Como mínimo podríamos darle una oportunidad. Lo que hemos hecho
hasta ahora, parece que no termina de convencer. No pongamos trabas sin haberlo
intentado, ya habrá tiempo de evaluar y, si fuera necesario, sancionar. Hacerlo
antes tampoco ayuda. Saludos”.
No atisbo
incompatibilidad alguna entre lo uno y lo otro. Porque los ciudadanos de esta
Comunidad –y en general, de este país– que nos sentimos asqueados con los
procederes políticos, entendemos que la ley –otra más que se suma al amplísimo
catálogo que, en la mayoría de las ocasiones, hace que la justicia sea cada vez
más inoperativa– deberá regular todo lo relacionado con las instituciones
públicas –las que se nutren de nuestros impuestos–, eso que hemos venido en
denominar Administración (en sus diferentes niveles). Y no es ello malo. Más
bien todo lo contrario. El problema surge cuando llega la concreción de esas
medidas. Porque una Consejería será transparente en tanto en cuanto lo sean
quienes la dirigen. Y uno se muestra reacio porque en el ordenamiento jurídico
–u orden jurídico, corríjanme los entendidos– ya existen los cauces suficientes
como para meterle mano a los que engolfan la política y, por ende, la correcta
gestión de las arcas públicas.
Por todo ello
manifiesto que no es tan importante –que los es– la redacción en sí de la
normativa, sino que seamos capaces, de una maldita vez, de que se cumpla una
ley en este país. Hay desafección, se dice. ¿Es que acaso pude esperarse algo
diferente? ¿De qué nos van a valer todas estas presentaciones en las diferentes
islas y la posibilidad de que a título individual o colectivo podamos aportar
ideas, si luego, a la hora de llevarla a la práctica, existen comportamientos
inadecuados y no sujetos a las directrices estipuladas? ¿Por qué los propios
partidos reconocen que son los menos, pero no son capaces de apartarlos antes
de que se pudra el resto? ¿Por qué siguen permitiendo duplicidad de cargos,
saltándose a la torera en muchas ocasiones las incompatibilidades reguladas en
congresos, convenciones o como demonios quieran denominarlo? ¿Por qué permiten
que un imputado siga ejerciendo sus funciones, cuando en otros casos, los
menos, hacen que dé un paso a un lado con la coletilla de “para que se defienda
mejor”?
Se ha
iniciado desde la
Consejería de Presidencia una serie de debates presenciales
en los que los ciudadanos particulares, colectivos y asociaciones podrán
participar a micrófono abierto o por escrito en base a cuatro cuestiones:
¿Qué es la Ley de Transparencia y qué se
espera de ella?
¿Qué o quién debe
estar sometido a esta Ley?
¿Dónde y cómo
debe conversar el Gobierno y sus instituciones?
¿Generará riqueza,
innovación y crecimiento a Canarias?
Señor
Spínola, solo esperamos que ustedes, ejecutores de la cosa pública, hagan
simplemente la labor que les hemos encomendado, que no es más que cumplir con
las obligaciones que sus cargos requieren. Lo mismo que le exigimos a un
maestro de escuela, al cura del pueblo o al carpintero que nos hace una repisa
para el cuarto de baño. Ni más ni menos. Es tan simple como ganarse el sueldo
honradamente, sin extras ni prebendas o privilegios. Y la sensación que se nos
queda cada vez que leemos un periódico o escuchamos un parte informativo, no es
esa precisamente. La malquerencia existente no va a borrarse con capítulos de
buenas intenciones. Que no digo sean malos, pero queremos hechos. Y demostrado
está que lo demasiado escrito no ha sido de gran utilidad.
De las cuatro
preguntas anteriores, permítame que le responda a la última. Por supuesto que
generará riqueza. Y mucha. ¿Se imagina todo lo que podría llevarse a cabo en
áreas tan sensibles como la de servicios sociales con todo lo que se han
mangado esos que usted conoce mejor que yo? Lleva su consejería el añadido (a
Presidencia) de Justicia e Igualdad. ¿De qué nos va a servir este nuevo
articulado si los procesos judiciales en los que se ven inmersos –afortunadamente
algunos caen– todos los que han metido la mano en la lata del gofio, se
eternizan hasta el punto de salir de rositas, cuando no con una condena
ridícula, carcajeándose del resto de ciudadanos y reincorporándose a sus
labores para continuar con las fechorías?
El consejero ha
afirmado que la gran novedad de este proceso es que se parte de cero, sin
borradores ni textos articulados previos con el fin de escuchar a la gente,
hasta el punto de que todas las tendencias manifestadas por los ciudadanos se
incorporarán al documento definitivo. ¿De verdad se cree sus palabras? ¿Cómo
dará forma, en caso de producirse, a la propuesta de trescientos mil canarios,
por ejemplo, con idéntico número de sugerencias acerca de lo que entienden como
despilfarros presupuestarios? ¿Ejemplos? Vale: radiotelevisión y policía
autonómicos. Ahora mismo hay un despliegue de más de cien personas en El Hierro
para que salga Paulino diciendo chorradas en medio de tanto polvo (del camino).
¿Me admite la sugerencia o se ha sumado usted también a la novelería? ¿Van a
revisar el tema de los puestos de libre designación (puede darse un paseo por
el BOC y observará que es de escándalo), sueldos, funciones y demás? Más abajo
sigo, si no le importa.
(concluiremos mañana)
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