Casi siempre
nos cuesta más a los que nos asomamos con cierta frecuencia a estas ventanas de
opinión pública condensar en breves palabras el contenido del comentario o
artículo, que la redacción íntegra del mismo. Por tal motivo estuve largo rato
devanándome los sesos, o dándole al coco, por si me decidía por el que arriba
has podido leer o si me decantaba por Moción de censura. Hecho que te conduce a
pensar de que estos dos primeros párrafos han sido tecleados con posterioridad.
Y tienes toda la razón, por lo que hoy he comenzado de manera bastante atípica.
Lo bueno que
tiene este juego es que si estás ahora mismo creyendo que he querido referirme
al servicio de mensajes cortos (Short Message Service), has errado gravemente.
No, mi titular significa Silencio, Mariano, Silencio. Y que puede resumir a la
perfección lo que acontece en estos días en el entorno del Partido Popular. Tal
es así, que lo mismo ni te vas a alongar a estas líneas porque la actualidad de
las fotocopias o de las frasecitas de marras entre los queridos y apreciados,
que deberán traer de cabeza a los inquilinos de Génova, marcan la pauta a
seguir. Entretenimiento tiene el juez Ruz, máxime cuando se las tendrá que ver
con el ‘apartado’ Gómez de Liaño. Y no debemos obviar que el asunto de las
‘separaciones’ no es algo baladí, como tampoco lo deberá ser el que se sigan
tumbando sumarios, porque las argucias, desde el denominado caso Naseiro,
parecen ir por delante de las instrucciones, por muy meticulosas que aparenten.
Y a los que hallan el contrapunto en los ERE de Andalucía, no tiene un servidor
muy claro si la juez Alaya no se está demorando demasiado.
El PP tiene
un grave dolor de cabeza. Y por mucho que la esconda detrás de la cortina, como
mi nieto, no creo vaya a solventar la difícil papeleta. Ya sería inconcebible,
tras salir Aznar de rositas allá por 1990, que una segunda financiación ilegal
no causara efecto alguno, porque entonces habría que reconsiderar si este
sistema de partidos no supondría poseer la pertinente patente de corso para
reírse a mansalva de la ciudadanía que acude cada cuatro años a depositar su
confianza en este tipo de sujetos (con todas las connotaciones peyorativas que
quieras añadirle).
Aludía antes,
otro posible título, a lo de la moción de censura que se viene comentando como
posibilidad para que Rajoy acuda al Congreso para que nos explique, o al menos
lo intente, algo; eso, algo, aunque el gallego, como tal, no esté por la labor.
Pero un recurso que en estos momentos equivaldría a cierta inyección de moral a
una población que no da crédito a lo que ocurre y a una formación que está
ampliamente necesitada de refuerzos, me temo no vaya a ser utilizado. Es más,
los propios barones socialistas se oponen a la misma, no tanto porque está
abocada al fracaso (los números cantan), sino porque el temor se acrecienta
ante la previsible pérdida de apoyo de sus propias bases. Que tras el resultado
aritmético en el Congreso, dirían a su jefes que se aparten de una vez y dejen
paso a los que no se han visto afectados por la contaminación, para iniciar
desde cero el periodo de la reconquista. Acuérdate: refundación.
Me pongo en
la situación de que los hechos que se vienen publicando provoquen un tsunami de
tales dimensiones que no solo se lleve por delante al actual presidente del
Gobierno, sino que los propios cimientos del PP se tambaleen hasta tal punto
que nos baste con la dimisión de Mariano. Y que se convoquen nuevas elecciones
generales, por ejemplo. Como el PSOE sigue empeñado en debatir posibles
sucesiones siguiendo los cánones temporales de la normalidad, un imprevisible
de estas características lo relegaría a mera fuerza testimonial. Solo piensan
en la silla del ahora. Los ideales de un futuro diferente duermen el sueño de
la indolencia, de la apatía más nefasta.
Cree Rubalcaba,
por lo visto, que con amagos va a capear el temporal. Creen los socialistas,
por extensión, que volverá a caer el maná de las alturas enviado en esta
ocasión por Pablo Iglesias. Entre pitos y flautas, así nos va. Y sin recambios
que puedan aliviar los desfases mecánicos, sin taller que recomponga el
desaguisado, la avería. Una rosa Díez que juega a modernista, look incluido,
cuando su larguísima (o longuísima) trayectoria, con variopintos y extraños
derrapajes, nos ofrece tanta, o más, credibilidad que la de los líderes de los
partidos hasta ahora mayoritarios. E Izquierda Unida, que piensa más en las
posibilidades de tocar poder, aunque sea con pactos y alianzas, que en la de
presentar un programa que trace nuevos derroteros.
Penoso. Y a
todos les estamos pagando. Y bien. Por hacer lo que no deben. O deberían.
Algunos, no satisfechos con sus emolumentos, recibían sobres. Por debajo y por
encima de la mesa. De asco.
Te lo ilustro
con otro ejemplo. El alcalde de Santiago del Teide manifiesta que es necesario
que haya caras nuevas en el ayuntamiento. A renglón seguido no se recata en
demandar un puesto, para las próximas, en las listas del Cabildo. No, hombre,
no, ya puestos, al Parlamento; así elevamos el listón de la oratoria en
Teobaldo Power. Ya sabes, Manolo, busca el hueco para ubicarlo después de Tomás.
Haré todo lo
posible por buscar un tema agradable para mañana porque estoy medio revuelto y
no quiero vomitarme. ¿Cabreado? No, encendido, amostazado. Echa ese fósforo
pa´llá.
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