Nos
extrañamos de estos tiempos en agosto y si uno repasa datos de años idos viene
a resultar que ha habido hasta nevadas en El Teide en este mes canicular. Lo
que ocurre es que vivimos tan al día y tan deprisa que echar la vista atrás con
el único afán de pensar un fisco nos produce tremendos escalofríos. Lo palpo
sobremanera en las redes sociales, en las que las gentes hacen comentarios que
rayan el esperpento. No tanto por su escaso valor lingüístico, que también,
sino por su nulo rigor argumental. Y si solo fueran jóvenes a los que el
impulso les puede. Pero no, hay mucho atrevido entrado en años que bueno sería
recordarle que se remonte apenas cuatro o cinco décadas atrás y repase los
requisitos exigidos para ejercer una carrera alcanzada con enormes sacrificios
y graves penurias económicas. En fin, dejémoslo así porque el que nace
barrigón…
Parece que se
vienen produciendo robos en la
Casona de Rambla de Castro. Otra consecuencia más de cómo se
juega alegremente con los dineros públicos. Porque se acometen inversiones sin
planificar qué hacer en un futuro inmediato con las obras realizadas. Ahí
tenemos el denominado Sendero Turístico, la flamante Gorona del Viento en la Isla del Meridiano, cualquier
depuradora del pueblo que ustedes prefieran, los jardines de autovías,
autopistas y carreteras, paseos marítimos en lugares de elevadísimo tránsito
con más mierda que cualquier estercolero al uso o programa de Telecinco…
Así que
cansado de tanto día de asueto y con increíbles arrestos para iniciar el nuevo
curso, me apetece darte a conocer las primeras páginas de lo que podría ser
otra publicación de un servidor de ustedes. Pero hay crisis. Profunda. De
valores. Pero también de perras. ¿O no es verdad, Adolfo? Ni lo intento…
La manta,
¡qué recuerdos! Horas de caminar intenso. Angustias –no el barranco palmero–
por querer abarcar cada esquina, cada lugar. Por Tío Luis y Fuente Vieja. Por
el Callejón del Pino y por La
Puente. Por Los Túnez y por El Cerrudo. Por La Marzagana y por Katanga.
Por La Cuesta
y por La Arbeja. Por
La Suerte y
por El Calvario. Por el Moñigal y por El Salto...
Un vino, dos
vinos, tres vinos... Toma, prueba este. Escaleras empinadas en busca de alturas
a falta de solar, o espacio horizontal a mentar en unidades de superficie.
Metros cúbicos que suplen ausencias de los cuadrados. Barranquillos, quebradas
y oquedades. Algas, musgos y líquenes. Árboles, arbustos, hierbas y matas
varias. Cumpleaños, lotería, desilusiones. Incongruencias. ¿Qué tocamos? La
misma, cuál va a ser. Reyes, pastores, angelitos. Camellos, burros, vacas y
demás ganado vario. Tíos y tías –sin connotaciones– que ascienden y descienden
machacando rodillas y templando cuerdas. Un brisaje finito que baja de las
cumbres y se cuela, aun con la manta, por rincones prohibidos. Que dejan
ciertos órganos consumidos, hechos un asquito. ¿Vergüenza o los años? Lo uno y
lo otro. Más lo otro que lo uno. Pero consecuencia el uno del otro. O el otro
del uno, ¿quién lo sabe?
Parada. Otra.
Y van... La misma, ¡qué cansancio! Se desafina la segunda. Una de ellas, que es
laúd. Vuelta a empezar. Más angelitos, más pastores, más zagalas. Que tocan
dulcemente flautas de varios agujeros. Osadas, atrevidas, inconformistas.
¿Recatadas o catadas reiteradamente? Cuyas notas musicales se esparcen por el
éter, por el infinito, ¡oh, qué bonito! Hombres, mujeres y niños. A izquierda y
derecha. Arriba y abajo. Portales estrechos. Filas indias, por imposibilidades
físicas de espacios. Clavijas que tropiezan con salientes no bien encalados. La
madre del tiroliano...
…
Otra vez
observé el calendario. Me percaté de que no le quedaban hojas. Y exclamé: ¡Dios
(bueno, dije coño, pero me da vergüenza), cómo se nos va el tiempo! Si parece
que fue ayer. Y no, hace casi un año. Había pasado Navidades, Reyes y demás
fiestas del bien quedar y mucho gastar. Digo lo del bien quedar por aquello de
las felicidades y besitos para todo el mundo. Incluidos los que no tragas ni de
coñas. Exacto, esos que te caen más estrechos que los zapatos el día de la
primera comunión. Y lo de la primera comunión lo puse con minúscula, porque no
es mi fuerte la religión. Lo del mucho gastar, estará meridianamente claro, ¿o
no?
(Continuará)
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