Había hablado
con las altas esferas. Altas por lo de tener que subir a La Perdoma. Y altas,
asimismo, por ser los que dirigen el cotarro. Tras tres tristes años de
prudente retiro, retomaba la pretérita –¿y preterida?– determinación, libre y
voluntaria, de volver a agarrar las cuerdas con renovados bríos. Resolución que
me recompuso a intervalos reiterados... (Espero que los profesores de
literatura me tomen la frase como modelo de aliteración). Las musicales, claro.
Las otras están más desafinadas aún. Las han cascado los chicos en el
peregrinaje instructivo. Pero corramos (es)tupido velo, porque cuando se
comienza a presumir con ciertas décadas del período existencial a las espaldas,
es síntoma inequívoco de inicios de carencias, de declives pronunciados, como
las cuestas perdomeras. Que son muchas, aunque ellos dicen tener solo una: La Cuesta.
Un martes de
enero
Aparecí por La Marzagana. Para
uno de p´abajo –como yo–, te diré que está p´allá arriba. Casi en la linde del
Realejo con la Villa. No
en la orilla del monte, pero sí al lado de un lugar llamado El Bosquito (para
Benito, El Bosque. Y algo sabrá de andares y andanzas por andurriales tales. ¿O
no es verdad, Magdalena?). Y en una zona que fue, tiempo ha, una gran finca de
viñedos. Por debajito mismo del campo del Cruz Santa, denominado La Suerte. En el que casi
siempre pierde. Vaya suerte. Que es realejero –el equipo–, pero que el terreno
de juego pertenece al municipio orotavense. Al ladito, por lo tanto, del
barranco de La Raya. Con
el que hubo litigio entre ambos municipios. Me costó una buena caminata por
riscos y cañadas. Cuando me decida a contar mis memorias políticas, sabrán
ustedes de tal hazaña. Pero que los tribunales fallaron a favor de La Orotava. Y se quedó mi
pueblo con tres palmos de narices. Porque lo quería trasladar más al Este, para
confundirlo con el del Cerrudo. Vaya con las dichosas pretensiones de abarcar
más.
El ensayo
comenzó a las nueve. Pero el instrumento lo dejé en la maleta del coche y me
dediqué a regolizniar. ¡Chacho, no me enteré de nada! Si lo llego a sacar, hago
el ridículo más espantoso. ¿Qué pensaste? Ya te insinué que era laúd. Con seis
cuerdas dobles. Acaso crees que el otro da para estirar tanto. Se me rompe al
primer intento de afinado. Si es que logro alcanzar el punto exacto de los
decibelios. No te rías. Ni bemoles y mucho menos sostenidos. Si estás para que
te sostengan...
Un viernes,
tres días después
Aquí estoy de
nuevo. Lo difícil, siempre, es el principio. Me lo prometí, no hace tanto,
cuando estudié otra de las boberías en las que uno se inmiscuye: "Si
aguantas hasta diciembre, es posible que sigas". Y así fue. Me encontré
con un jefe que se movía con una
parsimonia, que para qué contarte. Parecía dotado de cierta pusilanimidad. Y
yo, iluso, bajé aquella rampa con el instrumento guardado en el forro. Para que
no se enfriara. Ese día firmé un papel. Algo así como la inscripción en el
club. Por consiguiente, que diría Felipe González, pronto haré el año de
prueba. Y pasaré a formar parte, con todos los derechos, del gremio...
Hacia Belén
va una burra, rin, rin, yo me remendaba, yo me remendé, yo me eché un remiendo, yo me lo quité.... Suena el móvil.
Ring, ring, ring (traducción libre de una extraña melodía). El Quinto de
Caballería ataca de nuevo. Otra actuación, estamos de suerte. Camino a La Suerte. Échate p´aquí,
Mariquilla, que te cogen los coches. Y de noche todos los gatos son pardos. No
corras, que vas a perder el instrumento. Musical, evidentemente. El otro se
deteriora, pero no se cae. Normalmente. Se encoge, lo más. Ya te lo dije, se
consume. Sin prisa, pero sin pausa. Inexorable.
¡Qué portal
más hermoso! ¡Y qué Niño tan salado! Cumplidos. Besitos. Efluvios amorosos que
pronto se disiparán. Como la
Navidad. La del pudiente. Es la auténtica. Como la manta. De
pura lana virgen. Sí, la
Virgen. Y el pobre de San José. ¿Por qué pobre? ¿No llegó a
Santo? No, Espíritu Santo, no. A ese no debe tenerle mucho aprecio. Las palomas
también cagan. La cagan, no. ¿O sí? ¿Qué más quiere? Muchos de los anónimos ya
bien lo quisieran. Poesía al canto. ¡Madre mía! ¿La Virgen? No, la mía. Aguanta
firme y tieso. Como si estuvieras tocando. ¿Qué cosa? El instrumento, ¿otra
vez?
(Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario