Abrió los ojos y el
sol ya estaba en lo más alto del cielo. Estiró fuertemente sus brazos, se frotó
los ojos y bostezaba continuamente. Le parecía escuchar su nombre allá a los
lejos:
–Mamadou, Mamadou,
Mamadou…
Cuántas cosas he
soñado, se repetía. Hasta se me antojaba escuchar la voz de Mariama.
Volvió a tenderse en
el mismo sitio desde donde veía las estrellas cuando estaba el agujerito en el
techo, cerró los ojos y...
–Mamadou, Mamadou,
Mamadou...
Sacudió la cabeza,
pero ahora no soñaba. Aquella vocecita parecía real. Se levantó medio
desconfiado y salió fuera.
–Mamadou, ya estoy
aquí.
Por una esquina del
poblado venía corriendo Mariama. Su corazón le dio un vuelco y se despertó del
todo. Una inmensa lágrima rodó mejilla abajo y echó a correr todo lo que sus
piernas daban. En medio del poblado se fundió en un larguísimo abrazo con la
pequeña que sólo reía mostrando sus blanquísimos y bien alineados dientecitos.
Papá Mansour y mamá Ndiaye también se miraron y sonrieron...
Muchos cuentos hay
en los libros. Todos ellos mucho más bonitos que este que te acabo de contar.
Porque los cuentos se cuentan y nos cuentan. Y los hay de todos los gustos y
colores. Como los yogures, por ejemplo.
En el semanario
independiente El Regional (La
Orotava, 25-febrero-1905, año I, número 9, páginas 1 y 2)
encontramos un interesante artículo, “El amor á los libros”, que nos relata la
importancia fundamental de estos “pequeños paralelepípedos, aprisionados entre
ocho aristas”, donde se recogen los frutos más admirables del ingenio humano.
En referencia a la
biblioteca que los contiene, compara a sus armarios con un pequeño estado que
es menester gobernar, con todos los placeres, desalientos y glorificaciones que
sentiría el pequeño monarca que, no pudiendo ensanchar sus confines de estado
cuanto quisiera, se consuela y divierte recorriendo continuamente lo poco que
posee.
Respecto a la
influencia que ese conjunto de libros puede ejercer en los niños:
“Bueno es inspirar á
la infancia el culto de los libros antes de que tengan amor á la lectura. Una
habitación silenciosa donde de vez en cuando una persona inmóvil y seria,
consagrada al pensamiento, deja en su imaginación huellas que trascenderán á su
vida ulterior”.
Yo también digo:
bueno, nobles gentes de la
Punta Brava, de la otrora María Jiménez, fíjense si soy
viejo, si no les convencí, disimulen un fisquito. Y si logré atraer la atención
y distraerles unos minutos, mejor que mejor. Sigan con las nobles causas. Y la
lectura bien merece nuestros esfuerzos. En los libros se encierra todo lo
maravilloso que podemos conocer desde los confines del universo. Y ahora, para
concluir, para que el artista se sienta complacido, halagado y recompensado,
después de que aplaudan mi osadía, les dedicaré unas coplillas alusivas a la
festividad. Pero, venga, o aplauden o me guardo el papel en el bolsillo.
Gracias miles, noble
gente,
por tamaña
complacencia,
concédanme su
indulgencia,
si lo estiman
conveniente.
A veces, se atreve
uno,
y en un buen lío se
mete,
contra todos
arremete,
¡qué tío más
oportuno!
A pesar de los
pesares,
el libro no morirá,
adelante él saldrá,
por encima de
avatares.
Si me permites,
quisiera,
sugerirte la lectura
no me llames
caradura,
mi intención esa no
era.
El libro será tu
amigo
y tu hogar la
biblioteca,
allí hallarás a
Babieca,
al Cid y también
Luis Figo.
De todo tenemos
“Día”
y es que mucho
celebramos,
pero a veces no
pensamos:
eres libro luz y
guía.
Es difícil dar
consejos
en los tiempos
actuales,
perdonen cuestiones
tales
a un mago de Los
Realejos.
Si quieres dar en el
clavo,
te recomiendo que
leas;
no digo: tele no
veas,
pero no seas su esclavo.
Siempre busca la
ocasión,
debes leer un
ratito,
si quieres te lo
repito:
“come libros con
fruición”.
Se agotó la
redondilla,
que es un cuarteto
menor,
ya se marcha el
orador,
se acabó la
pesadilla.
Y esto fue todo. Me
apetecía porque estamos en verano. Y estaba cansado de Bárcenas, de Gibraltar,
de los monos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario