miércoles, 21 de agosto de 2013

Bien nos encanta el cuento (y 5)

Abrió los ojos y el sol ya estaba en lo más alto del cielo. Estiró fuertemente sus brazos, se frotó los ojos y bostezaba continuamente. Le parecía escuchar su nombre allá a los lejos:
–Mamadou, Mamadou, Mamadou…
Cuántas cosas he soñado, se repetía. Hasta se me antojaba escuchar la voz de Mariama.
Volvió a tenderse en el mismo sitio desde donde veía las estrellas cuando estaba el agujerito en el techo, cerró los ojos y...
–Mamadou, Mamadou, Mamadou...
Sacudió la cabeza, pero ahora no soñaba. Aquella vocecita parecía real. Se levantó medio desconfiado y salió fuera.
–Mamadou, ya estoy aquí.
Por una esquina del poblado venía corriendo Mariama. Su corazón le dio un vuelco y se despertó del todo. Una inmensa lágrima rodó mejilla abajo y echó a correr todo lo que sus piernas daban. En medio del poblado se fundió en un larguísimo abrazo con la pequeña que sólo reía mostrando sus blanquísimos y bien alineados dientecitos. Papá Mansour y mamá Ndiaye también se miraron y sonrieron...
Muchos cuentos hay en los libros. Todos ellos mucho más bonitos que este que te acabo de contar. Porque los cuentos se cuentan y nos cuentan. Y los hay de todos los gustos y colores. Como los yogures, por ejemplo.
En el semanario independiente El Regional (La Orotava, 25-febrero-1905, año I, número 9, páginas 1 y 2) encontramos un interesante artículo, “El amor á los libros”, que nos relata la importancia fundamental de estos “pequeños paralelepípedos, aprisionados entre ocho aristas”, donde se recogen los frutos más admirables del ingenio humano.
En referencia a la biblioteca que los contiene, compara a sus armarios con un pequeño estado que es menester gobernar, con todos los placeres, desalientos y glorificaciones que sentiría el pequeño monarca que, no pudiendo ensanchar sus confines de estado cuanto quisiera, se consuela y divierte recorriendo continuamente lo poco que posee.
Respecto a la influencia que ese conjunto de libros puede ejercer en los niños:
“Bueno es inspirar á la infancia el culto de los libros antes de que tengan amor á la lectura. Una habitación silenciosa donde de vez en cuando una persona inmóvil y seria, consagrada al pensamiento, deja en su imaginación huellas que trascenderán á su vida ulterior”.
Yo también digo: bueno, nobles gentes de la Punta Brava, de la otrora María Jiménez, fíjense si soy viejo, si no les convencí, disimulen un fisquito. Y si logré atraer la atención y distraerles unos minutos, mejor que mejor. Sigan con las nobles causas. Y la lectura bien merece nuestros esfuerzos. En los libros se encierra todo lo maravilloso que podemos conocer desde los confines del universo. Y ahora, para concluir, para que el artista se sienta complacido, halagado y recompensado, después de que aplaudan mi osadía, les dedicaré unas coplillas alusivas a la festividad. Pero, venga, o aplauden o me guardo el papel en el bolsillo.
Gracias miles, noble gente,
por tamaña complacencia,
concédanme su indulgencia,
si lo estiman conveniente.
A veces, se atreve uno,
y en un buen lío se mete,
contra todos arremete,
¡qué tío más oportuno!
A pesar de los pesares,
el libro no morirá,
adelante él saldrá,
por encima de avatares.
Si me permites, quisiera,
sugerirte la lectura
no me llames caradura,
mi intención esa no era.
El libro será tu amigo
y tu hogar la biblioteca,
allí hallarás a Babieca,
al Cid y también Luis Figo.
De todo tenemos “Día”
y es que mucho celebramos,
pero a veces no pensamos:
eres libro luz y guía.
Es difícil dar consejos
en los tiempos actuales,
perdonen cuestiones tales
a un mago de Los Realejos.
Si quieres dar en el clavo,
te recomiendo que leas;
no digo: tele no veas,
pero no  seas su esclavo.
Siempre busca la ocasión,
debes leer un ratito,
si quieres te lo repito:
“come libros con fruición”.
Se agotó la redondilla,
que es un cuarteto menor,
ya se marcha el orador,
se acabó la pesadilla.
Y esto fue todo. Me apetecía porque estamos en verano. Y estaba cansado de Bárcenas, de Gibraltar, de los monos…

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