viernes, 27 de septiembre de 2013

Cambio de horario

Dimitió Yeyo del cargo de senador y convocó una rueda de prensa para que todos tuviéramos conocimiento de tan dolorosa decisión. En ese mismo instante, casi dos años y medio después de haber tomado posesión, se percató de que el Cabildo merece una dedicación exclusiva. Menos mal. Ya nos temíamos de que transcurrieran los cuatro años y no se diera cuenta. Que conste –lo firma y rubrica– que no dio el paso por ser incompatible con la duplicidad de cargos, porque él los acuerdos congresuales los mató en un desprendimiento de rocas en la carretera de Teno.
Y antes de entrar en materia, el segundo inciso socialista. ¿Por qué el grupo en el ayuntamiento portuense no votó en contra de las medidas draconianas impuestas por el pacto CC-PP? ¿Reconoce alguna culpa en el desaguisado económico? Me temo que sí.
Vamos, pues, a lo nuestro: el cambio de horario. Particular que recorre los pasillos del Congreso de los diputados y no huyendo de las goteras, sino, eso dicen, porque algunos miembros del Partido Popular desean hacer algo, más que sea un fisquito, que desvirtúe el sambenito de que guardan demasiadas reminiscencias franquistas y así zafarse un pelín la tan molesta etiqueta que les tiene todo sollado el cogote.
Cuando ocurren determinados acontecimientos novedosos, y este lo es, nos dirigimos rápidamente a consultar, que para eso pagamos el ADSL y disponemos de tarifa plana (bueno, a veces con baches y altibajos). Y somos bastantes lo que nos hemos empapado de cuando allá por la Segunda Guerra Mundial nos desviamos hacia el centro de Europa para equiparar nuestra hora a la que determina el meridiano de Greenwich, de cuya pronunciación y situación geográfica te remito a las declaraciones del ministro Soria, toda una eminencia en este campo del saber. En apenas unos días volvió a nombrar a Margarona como alcaldesa de La Graciosa (todo un detalle que la mentada agradeció con una sonora carcajada que subió por el risco hasta Haría y casi despierta al mismísimo César Manrique) y situó el susodicho meridiano 0 en Orchilla, dándole sonoro estampido a la Sociedad Cartográfica Británica que nos lo robó en 1896, advirtiéndoles severamente de que seguir así, él mismo, al frente de Cardona, Bento, Antona, Tavío, Domínguez y Fernández (con voz pero sin voto, para que levante acta) entrará en Gibraltar y colgará hasta el último mono…
Uno de los primeros días de esta semana –ay, esta memoria– me llamó un buen amigo para contarme que había escuchado en una emisora de radio una chiripitifláutica conversación en la que ¿periodista? y entrevistado se empeñaron en que la permuta horaria iba a consistir en aumentarnos una hora a los canarios, y no al revés, con lo que la independencia ya estaría más cerca. Lógico, el ascenso nos equipararía a los catalanes. Y que salga el sol por Antequera. ¿Que me estoy enrollando? Claro. ¿Que estoy de cachondeo? Ponle el cuño.
Que yo sepa –corríjanme–, se trataría de que España (Península y Baleares) adoptase el horario británico (o de Portugal), que es el que ahora tenemos nosotros. Y que si ello fuera así, lo más lógico es que, dada nuestra notoria diferencia de latitud, Canarias siga siendo la excepción, para general regocijo de aquellos que creen a pie juntillas que lo de una hora menos nos llena los bolsillos de euros en concepto de tarifas publicitarias. Pegando (gerundio de pegar: dar comienzo a una actividad. Ejemplo: ¡Chacho, pega ya!) por Paulino, que de hacer pareja con Efraín Medina, nos llevaría a un estado, independiente o no, tan placentero que de encontrar un billete de cien euros tirado en el suelo, lo dejaríamos para mañana.
Sabido es que a los españoles eso del trabajo nos parece algo desorbitado. Preferimos más horas libres para la necesaria conciliación familiar. Y con la ayuda de la acogida temprana, los comedores escolares y las actividades de la sobremesa (para los chicos), podemos echarnos los cuatro o cinco cortados con total tranquilidad, almorzar relajados y mandarnos la siesta. Ajá, tú no has visto las cafeterías después de que las madres los dejan en el centro docente o guardería. Y no me despiertes que me traumatizo todo.
Rajoy, paradigma de la rapidez de reflejos, agarró el toro de la Vega (bien de interés cultural) por los cuernos y se planteó que así no se puede mantener a más de nueve millones de pensionistas, que se han mangado 7.800 millones de euros en septiembre (para que se los gasten en las excursiones del programa de Mundo Senior). Púsose de ejemplo (notario con plaza pero sin ejercer que ignora cuánto, cómo y por qué cobra) y díjose: Algo hay que hacer. Y en ello está. De vez en cuando, normalmente los viernes, es despertado por Soraya para que presida la reunión.
¿Saben una cosa? ¿O saben lo que les digo? Pongan el horario que quieran. Me da lo mismo que a las diez de la mañana sea de noche cerrada o que a las doce de la noche el sol raje las piedras. Estoy en edad de mandarlos a todos para el carajo, que viene a ser esa especie de cesto que se ubica en la parte más alta del mástil de los veleros, aunque estoy pensado que sería mejor el otro significado.
Se me está haciendo tarde y tengo la sensación de no haber hecho nada hoy. Se me va el tiempo pensando en los viajes del Imserso. Que los subieron de precio, pero en tres días se los espalillaron. Qué noveleros son estos viejos. Y ya los reservan por Internet. Qué modernidades. Si los mayores levantaran la cabeza.
Bueno, pásenlo bien y no trabajen mucho. No se estila. Descansen y disfruten de estos últimos días de septiembre. Y en octubre, cambio de hora sin mover el meridiano (el de Soria). Ños, me olvidaba: Vivan los árbitros. A tenor de lo que leo en FB ya están equilibrando la balanza. El pez grande se come al chico. Aquí y en la Cochinchina.

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