Dimitió Yeyo
del cargo de senador y convocó una rueda de prensa para que todos tuviéramos
conocimiento de tan dolorosa decisión. En ese mismo instante, casi dos años y
medio después de haber tomado posesión, se percató de que el Cabildo merece una
dedicación exclusiva. Menos mal. Ya nos temíamos de que transcurrieran los
cuatro años y no se diera cuenta. Que conste –lo firma y rubrica– que no dio el
paso por ser incompatible con la duplicidad de cargos, porque él los acuerdos
congresuales los mató en un desprendimiento de rocas en la carretera de Teno.
Y antes de
entrar en materia, el segundo inciso socialista. ¿Por qué el grupo en el
ayuntamiento portuense no votó en contra de las medidas draconianas impuestas
por el pacto CC-PP? ¿Reconoce alguna culpa en el desaguisado económico? Me temo
que sí.
Vamos, pues,
a lo nuestro: el cambio de horario. Particular que recorre los pasillos del
Congreso de los diputados y no huyendo de las goteras, sino, eso dicen, porque
algunos miembros del Partido Popular desean hacer algo, más que sea un fisquito, que desvirtúe el sambenito de que guardan
demasiadas reminiscencias franquistas y así zafarse un pelín la tan molesta
etiqueta que les tiene todo sollado el cogote.
Cuando
ocurren determinados acontecimientos novedosos, y este lo es, nos dirigimos
rápidamente a consultar, que para eso pagamos el ADSL y disponemos de tarifa
plana (bueno, a veces con baches y altibajos). Y somos bastantes lo que nos
hemos empapado de cuando allá por la Segunda
Guerra Mundial nos desviamos hacia el centro de Europa para
equiparar nuestra hora a la que determina el meridiano de Greenwich, de cuya
pronunciación y situación geográfica te remito a las declaraciones del ministro
Soria, toda una eminencia en este campo del saber. En apenas unos días volvió a
nombrar a Margarona como alcaldesa de La Graciosa (todo un detalle que la mentada
agradeció con una sonora carcajada que subió por el risco hasta Haría y casi
despierta al mismísimo César Manrique) y situó el susodicho meridiano 0 en
Orchilla, dándole sonoro estampido a la Sociedad Cartográfica
Británica que nos lo robó en 1896, advirtiéndoles severamente de que seguir
así, él mismo, al frente de Cardona, Bento, Antona, Tavío, Domínguez y
Fernández (con voz pero sin voto, para que levante acta) entrará en Gibraltar y
colgará hasta el último mono…
Uno de los
primeros días de esta semana –ay, esta memoria– me llamó un buen amigo para
contarme que había escuchado en una emisora de radio una chiripitifláutica
conversación en la que ¿periodista? y entrevistado se empeñaron en que la
permuta horaria iba a consistir en aumentarnos una hora a los canarios, y no al
revés, con lo que la independencia ya estaría más cerca. Lógico, el ascenso nos
equipararía a los catalanes. Y que salga el sol por Antequera. ¿Que me estoy
enrollando? Claro. ¿Que estoy de cachondeo? Ponle el cuño.
Que yo sepa
–corríjanme–, se trataría de que España (Península y Baleares) adoptase el
horario británico (o de Portugal), que es el que ahora tenemos nosotros. Y que
si ello fuera así, lo más lógico es que, dada nuestra notoria diferencia de
latitud, Canarias siga siendo la excepción, para general regocijo de aquellos
que creen a pie juntillas que lo de una hora menos nos llena los bolsillos de
euros en concepto de tarifas publicitarias. Pegando (gerundio de pegar: dar
comienzo a una actividad. Ejemplo: ¡Chacho, pega ya!) por Paulino, que de hacer
pareja con Efraín Medina, nos llevaría a un estado, independiente o no, tan
placentero que de encontrar un billete de cien euros tirado en el suelo, lo
dejaríamos para mañana.
Sabido es que
a los españoles eso del trabajo nos parece algo desorbitado. Preferimos más
horas libres para la necesaria conciliación familiar. Y con la ayuda de la
acogida temprana, los comedores escolares y las actividades de la sobremesa
(para los chicos), podemos echarnos los cuatro o cinco cortados con total
tranquilidad, almorzar relajados y mandarnos la siesta. Ajá, tú no has visto
las cafeterías después de que las madres los dejan en el centro docente o
guardería. Y no me despiertes que me traumatizo todo.
Rajoy,
paradigma de la rapidez de reflejos, agarró el toro de la Vega (bien de interés
cultural) por los cuernos y se planteó que así no se puede mantener a más de
nueve millones de pensionistas, que se han mangado 7.800 millones de euros en
septiembre (para que se los gasten en las excursiones del programa de Mundo
Senior). Púsose de ejemplo (notario con plaza pero sin ejercer que ignora
cuánto, cómo y por qué cobra) y díjose: Algo hay que hacer. Y en ello está. De vez
en cuando, normalmente los viernes, es despertado por Soraya para que presida
la reunión.
¿Saben una
cosa? ¿O saben lo que les digo? Pongan el horario que quieran. Me da lo mismo
que a las diez de la mañana sea de noche cerrada o que a las doce de la noche
el sol raje las piedras. Estoy en edad de mandarlos a todos para el carajo, que
viene a ser esa especie de cesto que se ubica en la parte más alta del mástil
de los veleros, aunque estoy pensado que sería mejor el otro significado.
Se me está
haciendo tarde y tengo la sensación de no haber hecho nada hoy. Se me va el
tiempo pensando en los viajes del Imserso. Que los subieron de precio, pero en
tres días se los espalillaron. Qué
noveleros son estos viejos. Y ya los reservan por Internet. Qué modernidades.
Si los mayores levantaran la cabeza.
Bueno,
pásenlo bien y no trabajen mucho. No se estila. Descansen y disfruten de estos
últimos días de septiembre. Y en octubre, cambio de hora sin mover el meridiano
(el de Soria). Ños, me olvidaba: Vivan los árbitros. A tenor de lo que leo en
FB ya están equilibrando la balanza. El pez grande se come al chico. Aquí y en la Cochinchina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario