Pensé en
agosto que la primera entrada del blog en el mes de septiembre llevaría este o
parecido título. Pero cambié de opinión y lo retrasé unos días, no fuera que
los compañeros del gremio docente creyeran que, dada mi condición de jubileta,
estuviera un servidor de cachondeo ante su vuelta al curro y mi cómoda
situación de quedarme en la cama el tiempo que considerase conveniente.
Transcurrida
esta primera semana, no me resisto a comentar ciertos aspectos que, en la
mayoría de las ocasiones, son recurrentes cada vez que el nono mes del
calendario va asomando las narices. Como puede ser el de los libros de texto. Y
dado que inicio el quinto curso académico en que me quedo en casa cuando otros
dirigen sus pasos al centro docente, no tengo información de si aquellos
préstamos del material adquirido con las tarjetas de la Consejería de Educación
siguen en vigor. Con los que la permanencia de los cuatro años –mínimo– que la
legislación estipulaba como duración de los mismos estaba más que asegurada. Y
como secretario del IES en el que desarrollé mi postrer labor en el sector
educativo, puedo asegurar que el tema funcionaba. Daba trabajo tener bajo
control aquel maremágnum, pero a fe que el resultado era positivo y
satisfactorio. Como se hizo allá por los inicios de la década de los ochenta
del pasado siglo, época en la que surgieron diligentes Asociaciones de Madres y
Padres en los colegios públicos y este particular comentado (préstamo de los
libros) comenzó su andadura con un éxito sin precedentes. Vaya si lo sabré yo.
Ay, cuando publique mis memorias…
Ahora,
treinta y tantos años largos después, da la impresión de que no se avanza. O
que los padres lo son menos en la actualidad. Oh, fíjate tú que escuché a uno
de ellos en cierto canal televisivo que menos mal que le daban de comer a sus
hijos pues él no podía correr con semejante sacrificio. Obligación, no;
sacrificio. Qué fácil es hacerlos y cuán difícil el cuidarlos y educarlos. Es
casi tanta falta de ignorancia como la de un concejal ramblero acerca de los análisis
de las aguas del suministro público. Vaya bueyes. Así está el erial. Se están
luciendo los Marcos. Los yodos y salitres afectan sobremanera las neuronas.
Y sigo sin
entender el discurso machacón del gasto considerable que la vuelta al cole
supone. Donde las opiniones proliferan en todos los medios de comunicación con
un desfile de cantidades tan dispar que un pequeño estudio sin mayores agobios
de rigor, tumba reportajes, crónicas e informaciones varias, que son esgrimidas
sin el menor rubor y con tan escasa profesionalidad que me lleva a poner en
duda aquellas dos facetas de las que la universidad me emitió el
correspondiente título. Menos mal que ambos siguen enrollados en una gaveta de
un viejo mueble, sin que haya tenido la infeliz ocurrencia de encuadernarlos.
Esta vuelta
atrás, al decir de lo que veo, escucho y leo, me recuerda otro asunto que se
nos quiere presentar como la más novedosa idea jamás parida de mente humana: la
declaración de bienes de los políticos. La
A, que la B
es inconfesable. Hablaré con Severiano para que rebusque en el archivo
municipal y me permita hacer una fotocopia de la que yo registré hace treinta
años. Algunos se reirán y me volverán a llamar gilipollas, pero bueno. Qué me
va a extrañar el que me ponga malo cada vez que en cualquier emisora local de
radio o televisión expongan esos maravillosos pasajes de cualquier sesión
plenaria. O que cualquiera se posicione, sin vergüenza alguna a dos años de las
próximas elecciones, acerca de presentarse o no, pasándose por el forro de la
incompetencia los pareceres y dictámenes de las agrupaciones locales y cuotas
de los militantes. Aspecto este en el que se lleva la palma la tropa de
Coalición Canaria en este norte tinerfeño, y con ejemplos más que
significativos en Puerto de la Cruz
y Los Realejos.
Retomé ayer
mis pateos vespertinos y me fui a Icod el Alto. En el sendero de las cabras
(como en Rambla de Castro; ¿tú publicaste el bando en un papel verde, Manolo?
Pues se lo debieron comer las susodichas) me tropecé con un viejo –mayor que
yo– socialista que me contó haberse dado de baja por considerar que los
actuales socios en los gobiernos autonómico y cabildero se han aburguesado
tanto que si aquellos que han jalonado la historia del partido volvieran a
levantar la cabeza, harían lo que el guanche: mandarse de cabeza por el risco
hacia Tigaiga. Me habló muy bien de Cheo y Spínola, a los que está
profundamente agradecido ante la respuesta de uno de ellos: Son tantos lo que
están en la lista para la aplicación de la Ley de Dependencia que tenemos que esperar a que
se muera uno para dar paso a otro. No le pegué dos piñazos porque fue por
teléfono… Él siguió hacia sus cuarteles y yo, que ni llegué a darme –me dieron,
sin connotaciones– de baja sino que me aparté y me quedé en casa, seguí el
descenso por la zona de El Dornajo y El Lance mientras meditaba de qué demonios
podía escribir hoy. Como había dejado el coche en La Madrejuana, no tuve que
sacrificarme demasiado. En el retorno, al pasar por las afueras del campo de
fútbol (Los Príncipes), me dije que tendría que apuntarme a unas clases de
pádel. Espero que haya descuento para los residentes. Lo mismo me echo unas
partidos con Miguel Ángel y Oswaldo.
Feliz primer
fin de semana de septiembre. Pórtense bien y no estén pensando boberías. Hagan
como yo, escríbanlas.
Interesante relato...Hay mucho vendedor de humos y cuelgamedallas en este tipo de politica abducida....
ResponderEliminarSeguimos siendo un pueblo con falta de criterio ,nos quejamos en los bares, lo que no hacemos en los medios....Tus excompañeros de profesión te tienen que tener algo de envidia, porque hablando habitualmente con gente del gremio...Son mentes muy sufridas..