No creo que
hubiese un español que pensara que en los ordeñadores de Bárcenas (prestados,
en realidad eran propiedad del Partido Popular) iba a encontrar el juez Ruz
información alguna. Ni que fuéramos bobos en este país. Bueno, sí los habemos,
pero estamos en un nivel mucho más bajo. Tanto que si a cualquiera de nosotros
se nos presentara una denuncia, la justicia, antes de comunicarte la
imputación, te ha registrado la casa y todos tus útiles, incluyendo la bolsa de
la basura (si ese día aún no la habías sacado al contenedor).
Se confirmó,
pues, que se había extraído hasta el último byte (ocho bits contiguos y unidad
de medida básica para memoria, almacenando el equivalente a un carácter.). Eso,
no le dejaron ni el carácter. Los manipuladores exprimieron con verdadero
deleite y extremada fruición las tetas (que no teclas) de los aparatejos que
guardaban celosamente las cuentas de esa gran empresa que es el PP. Ánimo,
Soraya. Y con tales criterios (empresariales) fueron extirpados, arrancados de
cuajo o secados (que todo vale en este sugerente campo de los lácteos), para
que manos extrañas (incluyan las del magistrado) no intenten obtener el último
chijo blanquecino.
Como siempre,
lo mío es broma. La realidad, en la presente oportunidad, me superó. Y con
creces. Uno espera y desea que el fenómeno no se contagie. Aunque los
derroteros del sindicato andaluz de Sánchez Gordillo se me antojan poco
adecuados. Porque mezclar churras con merinas no ha estado bien jamás. Y me da
la impresión de que carta blanca para cualquier desmán no puede ser el camino correcto
para salir de esta bazofia en la que nos hallamos inmersos. Más que nunca
podríamos aplicar lo de que el fin no justifica los medios.
Ayer por la
tarde estuve de compras en cierto supermercado. Y un paisano me preguntó que
cuántos años hacía de mi participación en la política activa municipal. Y nos
dimos cuenta de que éramos ya mucho mayores. Pero me espetó que los que me
habían seguido fueron mucho más listos que yo. Por supuesto, asentí. Y así
estamos en la actualidad. Pagando hasta los fichajes estrellas de los equipos
deudores de la mejor liga del mundo. Y rogando para que, más que sea lenta, la justicia vuelva a poner orden y concierto en
el desaguisado.
No quisiera
imaginarme que en los importantes sumarios (políticos) que se vienen
instruyendo, cualquier fallo en su tramitación mandase al traste la ilusión
nacional de ver alguno de estos pejeverdes en chirona. Porque ya está bien. Con
los de primera línea y con los que vienen detrás, quienes apenas levantan un
poco la cabeza y ya empieza a vérseles el plumero. ¡Ay!, Rosa Díez.
Son
innumerables los llamados efectuados desde cualquier tribuna a las que me haya
asomado para emitir opiniones para que las renovaciones, tan necesarias y
urgentes, se produzcan. Pero no hay manera. Los asideros siguen siendo bastante
resistentes. Y la lata continúa dando gofio para tanto bergante. Iba a meter en
el saco al mismísimo rey, pero como padre debo hacer la pertinente salvedad:
¿Quién no le ha echado una mano a un hijo ante cualquier apuro económico?
Otro que
ordeña, y bien (múltiples imágenes circulan por los medios de comunicación), es
nuestro presidente autonómico. Cuando agarra una batahola, le saca más jugo que
a un bloque de veinte. Lleva con la matraquilla de que el trabajo es para los
de aquí, que comienzo a sospechar si sus relaciones familiares van por buen
camino. Cuídate, Angelita. Aprovecha hasta la Feria de Pinolere para deleitarnos con el
estribillo. Al lado de Melchior y Valencia parecía un pibito de sesenta y
tantos. Sin otro oficio –aparte del de licenciado en magisterio; manda corridas
de toros– que el de arrogarse representaciones por mor de una ley electoral que
perpetúa ordeñadores.
Te juro que
tengo una ganas de que alguno no deje a Luis (alias el cabrón; bastante
adecuado por el tema del ordeño) en la soledad de una fría celda… Hoy no me
siento muy católico. Debe ser que estoy cabreado.
Si al
angelito preso se le han descubierto taytantos
millones de euros en cuentas desperdigadas por esos paraísos fiscales y nadie
del PP se percató de lo que se mangaba
el fulano de la película, ¿te imaginas cuántos montones de sacos de binladen circularon por las cuentas no
oficiales? No las denomino como B porque nos hacen falta por lo menos diez o
quince letras más. Chacho, sigo cabreado. Ahora más.
Concluyo
felicitando a la familia Acosta Sörensen. Sigan sacando buenas instantáneas de
olas, parapentes y demás. Ojalá los medios de comunicación presten más atención
a esos gratificantes quehaceres. Sería buen síntoma.
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