Cuando doña
Dolores de Cospedal, presidenta de Castilla-La Mancha en sus ratos libres, nos
adelantó, como respuesta a una pregunta sobre Bárcenas, que el dato del paro en
agosto iba a ser lo nunca visto desde el año 2000, se me puso una cara de
alegría que mi mujer estuvo extrañada toda la tarde ante aquella satisfacción
mía que no podía disimular. Tan en el aire me puse que ni siquiera fui a
caminar, sino que me dediqué a limpiar los balcones de casa, hechos un asquito
por las cuatro gotas (de tierra) caídas en los últimos días de agosto.
Cuando ayer
por la mañana tuve conocimiento de esos 31 afortunados (vete tú a saber si son
más los que tuvieron que emigrar y olvidaron desaborrarse de la fatídica lista), díjeme que ahí teníamos, por
fin, el agarradero perfecto para demandar que la candidatura madrileña a los
Juegos Olímpicos de 2020 sea la elegida por ese grupo selecto de miembros del
Comité Olímpico Internacional, cuya principal misión, amén de vivir del cuento,
es la de estar atentos a ver quién ofrece más. A saber, ejemplo y modelo de que
en este mundo todo se compra. Incluyan las voluntades, entendiendo por tales
los arrojos (hacia lo que pueda caer).
El ministro
De Guindos bailó sobre una pata sola y se fue raudo y veloz a propagar por el
éter que los esperanzadores datos demuestran que el paro tocó suelo (salvo en
algunos centímetros cuadrados; esto lo aclaro yo porque ya se sabe lo de todo
es verdad salvo alguna cosa; ¿o era mentira?). Nada aludió a las 99.000 bajas
en la Seguridad
Social (ay mi pensión). Con estos mimbres, o números, nos
presentamos en Buenos Aires (¿cuánto llevaremos gastado ya en los tres
intentos, botellas de cava aparte?) para demostrar que casi todo está hecho y
que con un poco de dinero y un mucho de imaginación (amén del voluntariado)
estamos en condiciones de organizar unos juegos tan malabares como los que
realizamos con la tasa de desempleo.
Leí que la
candidatura se corona. Venía el titular a cuento de la llegada de Felipe, el
Borbón, la cara más visible, a tierras argentinas. Hállase allí un séquito tan
numeroso que a cada votante le corresponde una docena de acosadores que, a
decir verdad y a perdonar la expresividad, no sé qué coño le podrán estar
ofreciendo, como no sea un ERE, sobresueldo en B o un despido conciliado y mejor
pagado. O un ordenador sin disco duro ni puerto USB que tanto se lleva en estos
días.
Te invito a
que leas con sosiego este párrafo extraído de la crónica periodística: “El
Príncipe sigue cultivando las amistades que en su día hizo el Rey de España, sobre
todo con la monarquía de los emiratos árabes. Los emires de Qatar, Tamiz bin
Hamad Al-Thani, y Kuwait, Sabah Al-Ahmad Al-Jaber Al-Sabah, acercarán el
«glamour» real a Buenos Aires. El primero es miembro del COI y todos le
describen como muy influyente en el manejo de voluntades para conseguir los
votos del mundo musulmán y ambos, cercanos al Rey Juan Carlos, mantendrán
breves reuniones con el heredero de la corona española”.
¿Está claro,
no? Una mafia auténtica. ¿O puedo pensar otra cosa? Debe ser una nueva versión
del denominado espíritu olímpico. Luego, cuando llegue Rajoy, con el camino
expedito, presentará como aval los 31 parados menos, que se sumarán a la
comitiva, al tiempo que desde Canarias reclamaremos graciosamente una subsede
en Caleta del Sebo porque nuestro descenso fue mucho más significativo. No
añadiremos los 4294 afortunados porque Rivero sigue investigando en su entorno
más cercano, y en el de Paquita Luengo, qué foráneos (incluidos madrileños) se
le colaron. Pobrecitos, ¡cómo los tranque!
Tras Londres
2012 y Río 2016, apuesto por Tokio 2020. Y que me crucifiquen los patriotas
(aquellos bien situados que no tienen que apechugar con el coste añadido en la
deuda a pagar). Un país minado por la corrupción, en el que la credibilidad
política hace aguas por todos lados, y en el que los millones de parados no se
merecen más cachetadas, no puede embarcarse en esta aventura. Las supuestas
panaceas (añadan Eurovegas) no arreglarán el desaguisado, sino que nos
hipotecarán, aún más, para ese futuro cada vez más negro.
Esa
artillería pesada, ese séptimo de caballería ibérico, que despilfarra recursos
en el país sudamericano, es otra muestra de las alegrías con que gastamos capitales
ajenos, que pertenecen a un pueblo enfermo y tan necesitado de otro tipo de
inyecciones.
Ya que gusta
tanto aludir a los estudios, de todos los efectuados ninguno concluye que en las
ciudades anfitrionas de juegos se hayan reportado beneficios económicos. Y no
me digan que no solo podemos medir con ese rasero. Pues sí, ahora sí, no queda
otra. Porque en todos ha habido un generoso incremento respecto al presupuesto
inicial. Y ello ha ido en detrimento de otros servicios sociales. Si tan fácil
fuera lo de gastar poco, no estaría la capital de España en la situación de
quiebra actual. Estado al que se ha llegado de la mano de personajes bastante
populares.
La venta de
humo tiene el inconveniente de que terminas por verlo todo turbio. No vaya a
ser como el equipo de gobierno de mi pueblo (muy popular también) que se arroga
como mérito el que la obra en los terrenos aledaños al Estadio Los Príncipes
(campo de fútbol), destinada a canchas de paddle, haya supuesto coste cero para
las arcas municipales. Bueno fuera. Mira si le vamos a ceder durante cuarenta
años unos terrenos municipales a un particular y arriba le regalamos las
pelotas. Manda eso.
Dejemos que
los japoneses olviden Fukushima y centrémonos nosotros en procurar que el 1 de
enero de 2021 nuestro sistema productivo siga vivo. Renqueante, pero latiendo.
Y gracias señora ministra por asegurarme que mi pensión no se va a congelar
jamás. No sabe usted qué aliviado me siento. Lo mismo reservo billete para
darme un salto americano en 2016. Para cerciorarme de que la imagen con la que
ilustro este post ha quedado desterrada para siempre y que las manifestaciones
habidas en Brasil han sido producto de la ignorancia de sus habitantes. Qué
alegría. Benditos Juegos.
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