Vamos a
comenzar la lección 16. ¿Por qué 16 y no 14? Porque hoy toca explicar las
probabilidades. ¿Y eso qué es? Me copio:
La
probabilidad mide la mayor o menor posibilidad de que se dé un determinado
resultado (suceso) cuando se realiza un experimento aleatorio.
La
probabilidad toma valores entre 0 y 1 (o expresados en tanto por ciento, entre
0% y 100%):
El valor cero
corresponde al suceso imposible: lanzamos un dado al aire y la probabilidad de
que salga el número 7 es cero (al menos, si es un dado certificado por la OMD, "Organización
Mundial de Dados").
El valor uno
corresponde al suceso seguro: lanzamos un dado al aire y la probabilidad de que
salga cualquier número del 1 al 6 es igual a uno (100%).
El resto de
sucesos tendrá probabilidades entre cero y uno, que será tanto mayor cuanto más
probable sea que dicho suceso tenga lugar.
¿Cómo se mide
la probabilidad?
Uno de los
métodos más utilizados es aplicando la
Regla de Laplace: define la probabilidad de un suceso como el
cociente entre casos favorables y casos posibles. P(A)=Casos favorables/casos
posibles.
¿Tú juegas a
cualquier modalidad de lotería? Comienza, entonces, a hacer cálculos. Y si nos
sumergimos en el campo de las combinaciones, variaciones y permutaciones,
tendríamos que llamar a Montoro para que nos deleite con una de sus amenas y
entretenidas charlas.
Leí que los
restos (al menos el 25%) de la nave espacial GOCE (Gravity field and
steady-state Ocean Circulation Explorer), según nos señala la ESA (Agencia Espacial Europea),
van a caer en un lugar impredecible de la Tierra antes de que finalice este año. Pero
señalan los científicos que no debemos preocuparnos demasiado. Y tienen a bien
argumentarlo para que nos quedemos tranquilos. Como la dos terceras partes del
planeta son mares y océanos –agua, en suma–, y en el tercio restante abundan
las zonas poco pobladas, la posibilidad de que te caiga un cacho del artefacto
sobre la testuz es muy bajo. Y en el caso, insisto, poco probable, de que te
toque la lotería, te produciría un goce descomunal. ¿Te imaginas que entre
tantos millones de personas estés paseando tranquilamente por el Paseo de San
Telmo –el actual, sin baranda– y venga el susodicho a incrustarse entre la
frondosa mata de pelo? Sería como una de seis con reintegro incluido.
Me moriré, me
incinerarán, esparcirán mis cenizas y me quedaré con las ganas de entender
ciertas incongruencias que todavía quedan en este mundo de locos. Hemos
adelantado tanto –para unas cosas–, que no resulta muy creíble que se produzcan
atascos en el campo científico equiparables a los que provoca el colegio de las
monjas en La Montañeta. Mientras
aquí nuestro alcalde –no sé si tiene críos en edad escolar– se lía la manta a
la cabeza y monta unos semáforos de la noche a la mañana, por ahí arriba aún no
hemos sido capaces de poner en orden el caos circulatorio. Ni de ubicar una
chatarra como la de Icod donde arrimar todos esos hierros retorcidos que ya no
están aptos para pasar la ITV.
Nos gastamos
600 millones en reflotar el Costa Concordia para luego llevarlo al desguace. Se
requieren mil millones para destruir el arsenal de armas químicas en Siria (qué
listos son los dirigentes políticos responsables de suministrar estos
juguetes). Nos vamos a ahorrar (qué cinismo) otro buen fajo procedente del robo
a mano armada del gobierno (im)popular al bolsillo de los pensionistas (tercera
de las tres rayas que no iba a traspasar el gallego y su cohorte). Y como estoy
convencido de que tú puedes seguir poniendo ejemplos, ¿no te parece raro que no
se haya buscado una solución para cuando estos artefactos dejen de ser
operativos en los espacios siderales?
Es que no
interesa. Y más de uno reza –a su manera– para que produzca una catástrofe bien
gorda. Qué alegría se llevaría la ministra española del desempleo si un par de
tornillos oxidados, incandescentes y venidos a toda pastilla, cayeran en la
cola donde se fotografió Rajoy. Por supuesto, piénsalo, el bruto soy yo.
Aplícame el cálculo de probabilidades y estarás rondando el 100% de acierto.
Por idéntico método, te puedo asegurar que esos meteoritos jamás caerán en el
Palacio de San Jerónimo, en una reunión del COI o sobre el helicóptero de
Paulino. Que sí, hombre, que sí, reitero, el tosco, grosero, brusco, rústico y
cateto soy yo.
Existe una
altísima posibilidad de que hasta el lunes descanse, que bien merecido lo
tengo. Y va una última consideración. Tiempo atrás era raro que en periodismo
perro comiera carne de perro, pero ahora, puede ser por la crisis, se está
formando una jauría por este Norte que acabará siendo más peligrosa que los
rebaños de cabras. Se diferencian de estas en que solo dan mala leche, no apta
para el consumo.
Querido Jesús... más vale tarde que nunca. Uno no siempre te lee con puntualidad, qué se le va a hacer. A esta entrada le podemos dar el premio "Más matemáticas". No solo algunas cifras u operaciones, sino toda una lección de probabilidad en toda regla. ¡Sí señor! Seguiré atento, ya lo sabes. Mil gracias.
ResponderEliminarUn abrazo.