Los
realejeros que hemos tenido la suerte de alcanzar bastantes décadas, recordamos
con afecto a un personaje entrañable de nuestro pueblo: don Domingo, el de La
Hoya. De cuya boca siempre, en casi toda
conversación, salía la palabra ecuanimidad. Y acuden nítidos esos momentos de
cualquier esporádico encuentro en Realejo Alto, cuando tengo la desgracia de
escuchar o leer declaraciones de quienes hoy nos representan en las
instituciones. Y en esa evocación de un pasado en el que era mucho más difícil
ejercer cualquier actividad –don Domingo también fue parte activa de la
historia de la Villa
de Viera–, me retumban en los oídos los sacrosantos (a pesar de mi notorio
ateísmo) conceptos de imparcialidad, justicia, equidad, razón, legitimidad,
rectitud, integridad, honradez…
No solo me
valgo de las redes sociales para el entretenimiento y el chismorreo. Que
también. A veces, puede que en menos ocasiones de las serían menester, hallamos
auténticas joyas que nos invitan a la reflexión. Una de ellas, ayer mismo, un vídeo
(un sugerente ‘Ustedes’) de Moncho Borrajo, nuestro realejero showman y
dramaturgo (según nos señala la
Wikipedia), en el que dedica unos minutos a mirarle a los
ojos a los políticos (fundamentalmente, los de alto starling, palabreja que puntualiza a la perfección la altísima
cualificación del concejal que la utilizó para definir cierta posible inversión
extranjera en el municipio), y decirle que estamos hartos, empachados de sus
sandeces, saciados de sus incompetencias y avergonzados de tanto energúmeno.
Cargo para el que no se precisa examen alguno, ni siquiera de cultura general.
Ayer me
correspondió la visita anual a mi urólogo para la revisión oportuna. Después de
la operación a que fui sometido en abril de 2012 (adenomectomía retropúbica,
tipo Millin, en Hospiten Rambla), las analíticas señalan que el antígeno
prostático específico (PSA) ha vuelto a los cauces de la normalidad, gracias al
buen hacer del excelente profesional en la urología, el doctor Pablo Sánchez
Clavero. ¿Que por qué lo mento? Ya concluidas, y publicadas en Facebook, las
décimas prostáticas, iniciaré las denominadas hospitalarias. Ahí te lo cuento.
Mientras sigue riendo la expresión “mear y no echar gota” y cuando te toque, me
avisas. Inteligente con arrancadas de diputado.
No solo
piensen que vale el párrafo anterior del consabido inciso. Las visitas al
galeno también son la excusa para hablar de otras facetas no tan relacionadas
con la medicina. Y no puede quedar la política al margen. Pero por razones que
no vienen al caso, no hubo ayer minutaje suficiente.
Cuando llegué
al pueblo, medio mareado –creo que estoy algo resfriado, que pase de largo la
gripe–, y en medio de la vorágine de los martes –vienen los nietos–, intenté
leer la prensa digital. Y en uno de esos periódicos pude comprobar el terrible
dilema que está sufriendo Manolo, mi alcalde. Sabedor de que juega muchas
cartas ganadoras para encabezar la lista al Parlamento de Canarias y erigirse
en futurible para la presidencia gubernamental, se halla el hombre en una
encrucijada insoslayable. Porque existirán implacables escrutadores –yo soy
uno– que van a mirar con lupa las declaraciones de aquí y de allá, desde su
condición de alcalde y desde la otra, la presidencia tinerfeña del PP. Y casar
ambos discursos se antoja una papeleta asaz complicada. Y es que una de sus
realidades debe conocerla y la otra le llega por referencias de sus
correligionarios. Sesgadas, como las de cualquier formación política que se
precie.
Entiendo no
sea necesario recordarle aquella magnífica novela del escocés Robert Louis
Stevenson titulada Dr. Jekill y Mr. Hyde, en la que se pone de manifiesto el
desdoble de personalidad o trastorno de identidad disociativo, problemas
psicológicos graves y de muy complicado tratamiento.
Sabe usted
mejor que nadie que el paro en Los Realejos alcanza cotas alarmantes. Las
promesas de su campaña electoral no han sido, en este particular caso, un
dechado de virtudes. Seis mil y tantos habitantes son demasiados, equiparables
al total del padrón de otros municipios cercanos. Y señalo lo de la proximidad
porque parece poco creíble que usted crea tener recetas, por ejemplo, para la
Isla Baja, mientras por estos lares el
enfermo no mejora.
Insiste usted
en el comunicado que he leído, con machacona pesadez, que falta información a
los vecinos de aquellas poblaciones acerca de los proyectos que inversores
privados están dispuestos a realizar. Y, palabras textuales, “No podemos
esperar que languidezca aún más la comarca de la isla baja por falta de
incentivos”.
Si tan fácil
es, y tan claro lo tiene, ¿por qué no aplica estos remedios a todo el Valle de La Orotava donde cada
municipio va a su bola y se tapan las vergüenzas culpando los unos a los otros?
Incluso de echarse la mierda.
Vuelve al
asunto del aeródromo de Buenavista, del que ya he comentado algo en anteriores
ocasiones, y lo ve como el maná que resolverá la problemática y nos conducirá
por la senda del progreso y el bienestar. Habla también de demagogia y
pedagogía en una clara y manifiesta intromisión en los asuntos que deberán
regir aquellos que, como usted, fueron legitimados en las urnas para llevar las
riendas de sus respectivos consistorios. Bien que lo ha cacareado su partido a
nivel nacional a cuenta de la mayoría absoluta en el Congreso de los diputados.
Osa, además, referirse a falta de información a los vecinos. Vaya con lo que
dice. Tenga sumo cuidado no sea que le recuerden las comparecencias diarias de
Rajoy. ¿Será posible?
“El aeroclub
del norte estaría ubicado en una pista de 500 o 600 metros cuadrados
entre espacios verdes y pequeñas instalaciones dedicadas a diferentes
disciplinas aeronáuticas”. Lo entrecomillo e indico, como en otro post de este
mismo blog, que no acabo de entender cómo en tan poco espacio, a no ser que
aparezca petróleo para la satisfacción personal del señor Soria, existe la posibilidad de obtener tan enormes
rentas. Me encantaría que me explicara,
despacito porque soy muy torpe, lo de la pista con 600 metros cuadrados
(¿30x20 o 60x10?). ¿Por qué no le ofrece los terrenos situados al sur del
estadio olímpico de La
Longuera? ¿No hubo inversores, también alemanes, que
pretendieron ubicar allí un centro para viejitos de alto poder adquisitivo? Lo
mismo aterrizan Jumbos.
De verdad,
Manolo, y sin acritud, el día en que la tasa de paro descienda en Los Realejos
a unos niveles normales (siempre será bastante), se hallará usted en
condiciones de lanzar propuestas a otros colegas. Que, a buen seguro,
pretenderán para sus gentes el mismo grado de confort que usted para las suyas.
Ya sé que es de cajón, pero se olvidan con pasmosa facilidad.
De nada, y a
mandar, que para eso estamos (jubilados). Hasta que tu jefe quiera. Puede que
me declare aún lúcido y me obligue al retorno. Supuesto improbable porque tú me
sacarás antes para asesorar más que sea
al gabinete de prensa. Así se ha acabado con otros díscolos. Entraron y se
volvieron dóciles y mansitos.
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