El tema
estrella de estas últimas horas ha sido la visita de Cristóbal Montoro
(ministro de Hacienda) a Jesús Posadas (presidente del Congreso de los
diputados) para presentarle los presupuestos generales del Estado del ejercicio
económico de 2014. Y como de sus aspectos principales te supongo enterado por
todos los medios de comunicación, va mi comentario en aquellas otras facetas
más domésticas. Las que con casi total seguridad vemos todos menos los que
ostentan el poder decisorio en cuestiones tales. Pero convendrás conmigo que tú
y yo no pintamos nada. Es más, no sabemos nada, no sentimos nada, no escuchamos
nada. Lo que se traduce en analfabetos perdidos.
Sentado,
pues, el precedente que nos inhabilita en procederes (modo, forma
y orden de portarse y gobernar alguien sus acciones bien o mal) tan
enjundiosos, y dado que son demasiados (nos quitamos tú y yo, que nos echamos a
un lado) los que creen que esta senda del recorte solo ha conducido, hasta
ahora, al retraimiento de la economía de andar por casa, pensé en lo de la
pescadilla que se muerde la cola. Y en ello estaba cuando me tropecé con la
palabreja que da título al presente. No recoge el DRAE tal vocablo, pero parece
que allá en la Grecia
clásica venía a significar recíproco, o lo que hoy denominaríamos círculo
vicioso. Vale, o callejón sin salida. O como te dé la realísima.
Para que no
me llamen pesado, no me interesa reproducir líneas de comentarios anteriores.
En las que aludía a mi condición de funcionario (ahora jubilado) y de cómo
fuimos al hazmerreír de todos los que, como la palmera, subieron a barrer más
alto. Ahora, amén de privilegiados, somos envidiados. También por la dirigencia
política que ha visto en el colectivo la causa de todos los males, por lo que
se precisa seguir cercenándole hasta la ilusión. Hay que reducir al menos el
30% más, pues ni siquiera van a trabajar, alega el que fuera portavoz aznarista
(MAR) y ahora tertuliano. Como si él, y toda la pléyade de ignorantes que
pulula por teles y radios, pudiera considerarse paradigma de nada. Y arriba
comprados, porque ni uno es capaz de proponer buena sajada a tanto liberado,
asesor, secretarias y resto de culichiches.
Rescatamos
bancos para que saneen sus cuentas. Creen –ellos– que así fluirá el crédito.
Seguimos donando euros a confesiones religiosas para que monten colegios
privados. El Banco Vaticano multiplica por cuatro sus ganancias en 2012. El
Papa persiste en sus discursos aperturistas, pero sin concretar acciones.
Montoro reitera que fue necesario destruir 300.000 empleos públicos. Manuel
Domínguez nos encandila con la brillante idea de privatizar el alumbrado
público…
Y todo este
capítulo de supuestas buenas intenciones, ¿para qué ha servido? No, no señales
que para nada porque no es verdad. Los ricos lo son cada vez más. El dinero
solicitado a Europa para que las entidades bancarias se mantuvieran a flote,
será religiosamente abonado por los que fuimos engañados en promociones
fraudulentas. Léete cualquier Boletín Oficial y observarás que siguen
aumentando las convocatorias de puestos de libre designación. Echa una visual
al organigrama ‘político’ de cualquier ayuntamiento y comprobarás la cantidad
de enchufados existentes. Y tú te preguntas que para qué es necesario liberar
un concejal que lleve la delegación de servicios si son gestionados por
empresas externas. Nada me extrañaría que en mi pueblo el alcalde sostuviera al
de alumbrado público en nómina sin cometido alguno. “Ahora más que nunca es
necesario el mayor número posible de concejales libreados”, ya se atrevió a soltar
cierta individua (persona cuyo nombre y condición se ignoran o no
se quieren decir).
Nos hemos
acostumbrado a callar. O, en todo caso, a levantar la voz en los lugares más
inapropiados y ayudados por la copa (ponlo en plural si lo crees oportuno) que
nos valió de sostén. Sabemos que no tenemos dinero para que el consumo siga
activo y la cadena pueda continuar tirando, pero agachamos la cabeza cuando los
ataques se dirigen al mismo flanco. Esta política de contención conduce a la
ralentización total, con lo que el número de parados no bajará, al contrario, salvo
que un cataclismo haga el trabajo por nosotros.
Dicen que son
los presupuestos de la recuperación al tiempo que se reconoce que podemos
alcanzar otro medio millón más de desempleados. ¿Cómo se puede casar en el
mismo discurso ambos conceptos contradictorios? ¿Cómo puede sostenerse una
opinión y la contraria en el mismo mensaje?
Solo existe
la línea que trazan las tijeras para combatir el déficit. Aparatejo que, por
cierto, solo corta en el mismo trozo de la tela. Por lo que hallamos una parte
impoluta (la zona de los recortadores) y otro trozo mucho mayor al que no le
cabe una cortada más (la de los recortados). Y desde todas las
administraciones, las miradas se dirigen al mismo sector, sin que haya uno,
solo uno, que eleve la voz para indicar que ya no queda margen, no resta ni una
gota para exprimir.
Cuando
concluya 2013, le habremos dado tal mordisco a la hucha de las pensiones, al
Fondo de Reserva, que será la excusa perfecta para que los pensionistas pasemos
a ser conejillos de Indias en todas las probaturas de medicamentos. Receta que
–de funcionar, y no habría razón para que fallara– aplicaremos a los parados de
larga duración. Muerto el perro se acabó la rabia. Y ya está. Los que cotizan,
bastante tienen con mantener más de ocho mil alcaldes, centenares de miles de
concejalías…
Por aquí,
todo bien, a Dios gracias. Es el Estado
el que sigue dando la espalda a los parados de las islas, los terrenos siguen valutos,
el turismo se ha incrementado, los rusos compran, Melchior (que ya no es nada)
se va a New York con todo incluido, los gabinetes de prensa venden humo, Manolo
Artiles no paga pero sigue contratando, los periodistas se limitan a copiar al
dictado, los juicios rápidos tardan un año, en Teno se caen las piedras, antes
que los intereses del PSOE defendemos el de los realejeros (¿idéntica guerra
preelectoral que en 2011?)…
Temas hay, la
tira. Y como a nadie me debo, puedo. Yo convocaría un concurso de ideas para
dinamizar el tejido productivo. Soluciones hay, pero no interesa ponerlas en
práctica. Este chollo actual es demasiado bonito para dejarlo escapar. Si mis
padres me hubieran educado de otra manera, lo mismo estuviera yo también en eso
de la cosa pública. Con dos premisas tendría suficiente: no hay dinero y tú
más.
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