Mucha tinta
corrió ayer con el dictamen de Estrasburgo. Y demasiada ignorancia supina
surgió en comentarios alegres y dicharacheros. Un servidor prefiere ser
prudente. Al tiempo que se dedica a pensar si no será que tenemos demasiados
parlamentos para legislar y escasos elementos que sean capaces de pensar, de
razonar y de poner los bueyes delante de la carreta. Porque, que yo sepa, ni
las leyes pueden tener carácter retroactivo ni es posible actuar desde la
venganza en asunto tan delicado. Claro que puedo, y debo, ponerme en el pellejo
de las víctimas, pero habrá que cambiar normas y reglas si pretendemos que las
aplicaciones sean otras. Que todos estos alegatos no tendrían lugar si en
España estuviera implantada la cadena perpetua y la pena de muerte –y muchos
militantes populares, incluidos jóvenes a los que la vida les ha sonreído
sobremanera, están por la labor–, adelante pues, y acometan los cambios
pertinentes en el ordenamiento jurídico. De no ser así, el saltar a las redes
sociales a escribir sandeces no solventa el problema. No se puede cambiar la
aplicación de las normas a conveniencia. Si el sentido común y los deseos de la
sociedad van por un lado y los fallos judiciales por otro, convendremos que
algo chirría.
No se halla
capacitado este conductor de “Pepillo y Juanillo” para asuntos de tal calado,
por lo que deja a la consideración de comentaristas y tertulianos de mayor
porte disquisiciones de tanta enjundia. Y me limito a cuestiones más simples,
que puedan ayudarnos a recapacitar, a utilizar la lógica, la cordura, la
sensatez. Para ello, un somero repaso por lo que acontece en la santacrucera
calle de Teobaldo Power, 7, sede del Parlamento de Canarias, lugar que da
cobijo a 60 políticos, de los que la inmensa mayoría dice tener dedicación exclusiva.
Y yo por tal entiendo que les pagamos por dedicarse a las funciones que se
recogen en el Estatuto de Autonomía. Pero como los ves a cada instante
entretenidos en asuntillos de las organizaciones políticas a las que
pertenecen, tú te quedas dubitativo.
Esos sujetos
(individuos) inviolables, y no sujetos (de sujetar) a mandato imperativo,
disponen de un sueldo (céntimo arriba, céntimo abajo) medio de unos 60.000
euros. Cuestión esta, la económica, en la que siempre están de acuerdo todos
los grupos. Si alguno discrepa (no muy alto por si algún periodista se halla al
acecho), lo hace, en todo caso, para protestar por lo barato que salen y lo
justifican con la equiparación de emolumentos con dignidad. Es decir, si
cobraran menos serían indignos. Pues no habemos pocos en esta nacionalidad
ultraperiférica.
A los casi
cuatro mil euros (brutos) debemos añadirle las dietas e indemnizaciones, porque
sus señorías (sus = suyas, de ellos mismos) deben trasladarse desde sus
respectivas islas y comer. Tienen que mantenerse (buen porte y nobles modales),
aunque sea en un lugar modesto como el Hotel Mencey (es que he visto a Román en
varias ocasiones cuando voy a Hospiten). Pero estos estipendios no son, como
podrías estar maquinando, para pagar el medio de transporte. Qué va, eso es
gratis, y si el avión (el barco tarda mucho) ya está lleno, se deja a un
pasajero en tierra y a reclamar a la plaza. También hay bono mensual para el
taxi. Y me parece estupendo; no van a echarse la mano al bolsillo, o al
monedero, cada vez que hacen uso de este servicio público. Que como su propio
nombre indica sirve para que tú y yo lo abonemos religiosamente.
Pero no
pienses que es todo, aún hay más. En este tinglado, como toda obra pública que
se precie, hay muchos cargos y pocos currantes: portavoces (adjuntos y
titulares), presidentes de grupo, secretarios, vicepresidentes… ¡Ah!, el
presidente es solo uno, que bueno está Antonio para delegaciones (dinerarias).
Este esfuerzo adicional conlleva un incremento significativo en el sueldo base,
con lo que ya rondamos los cinco mil (Castro va por los seis mil; discursos
aparte, que para tal menester está PanGar –que es lo mismo que mangar, pero más
fino–, que redacta párrafos por encargo [especializado]; y ya puestos, más vale
que se los lea asimismo).
Y te señalo
que estas dietas o indemnizaciones no están sujetas a tributación alguna, por
lo que entran a las cuentas (no tan) corrientes de los susodichos y susodichas
limpias de polvo y paja, en un ejercicio claro y diáfano de transparencia y
austeridad.
Para que los
partidos o formaciones políticas no les apliquen cuotas de militancia ni
zarandajas de tres al cuarto, cada grupo dispone de una asignación mensual
(unos tres millones de pesetas más o menos), amén de otro pico por cada
diputado obtenido. Son apenas unos dos millones de euros al año. Que bien
pensado es una menudencia si se compara con lo que cobra cualquier pensionista
(yo mismo, si te valgo de ejemplo). No existe obligación alguna de justificar
este dinero ni órgano que los fiscalice. Para casa nada pesa.
Tú sabes (¿no
qué va?) que trabajar, lo que se dice trabajar, lo que tú entiendes por
trabajar, ellos no están por la labor. Y como mucho, siendo muy elástico y
condescendiente, están en las dependencias consabidas de martes a jueves. Los
lunes, normalmente, disponen de muchas horas para sus reuniones de partido.
Mira los telediarios, como yo, y te desengañarás. Los viernes ya retornan al
hogar bien temprano. Y en los tres días intermedios semanales aprovechan para
las visitas a cualquier lugar fuera del Parlamento. Porque siempre en el mismo
sitio, estarás conmigo, se aburren. Y cuando van a Fuerteventura, por ejemplo,
aparte del viaje gratis, los desplazamientos hasta Jandía (coño, y quién no va
a la playa estando allá), también comen de gorra, porque siempre habrá un
ayuntamiento, un amigote, el propio hotel donde se reúnen y eso, que le pongan
un plato de garbanzas, un vaso de vino y un puñado de chochos. Con lo que la
dieta (sí, otra diferente a las anteriores), íntegra pa´l bolsillo. ¿Entiendes,
zorullo, por qué Antonio Castro Cordobez no tiene una cana? Con 80.000 euros
anuales, de los que dos quintas partes no se sujetan a reducción alguna, yo
también. ¿O no?
¿Quién dijo
privilegios? A mí no me lo habrás escuchado. ¿Te parece mucho? Ni mucho menos,
porque falta un iPhone 4 con tarifa plana, una Blackberry y un portátil,
que posteriormente se quedan para su disfrute personal, un Ipad, un seguro
sanitario privado cuyas coberturas no se desvelan, un seguro de vida pagado con
recursos del Parlamento y otro de incapacidad permanente.
¿Qué, cogiste
ya lo del título? Si hasta el seguro lo atestigua: sesenta inútiles con
incapacidad permanente reconocida y siguen chupando del bote. Gracias
excelentísimo señor don Manuel Fernández González, vicepresidente segundo de la Mesa, por sus aclaraciones y
que ayer dieron pie a que muchos se asomaran a esta ventana (incluso a la
escondida hasta en cierto edificio señorial santacrucero): somos gilipollas.
Pero me leen, chúpate esa. Pero como soy rebenque, aparte de lo manifestado
antes, me conformo con poco, cuando bien podría ser otra señoría más. Qué pasa,
feo soy, pero asimismo honrado. ¿Cómo? Con esa condición no. Vale entonces.
Mañana más. Y
sin obligación ni prebenda.
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