Ayer tarde,
después de permanecer dos días medio enclaustrado por un ligero resfriado, me
fui a dar la caminata de rigor. Y en el transcurso de la misma surgieron los
tres temas de los que aquí plasmo mi parecer.
Salí de la
zona de El Castillo (TF-320) en dirección a San Nicolás. Pero no lo hice por la
antigua autovía, sino que tomé por el Camino de La Gallera (yo creía que se
llamaba de Cho Romualdo) que nos conduce hasta El Jardín. Pues bien, entiendo
necesaria –y va el primer aviso a las autoridades ‘competentes’– una limpieza
de las plantas que están invadiendo la calzada en el tramo que se halla
bordeando las instalaciones que el Cabildo posee en el lugar y destinadas al
mantenimiento y conservación de las vías públicas (qué incongruencia), justo
antes del paso por debajo de la autopista (TF-5). Bastantes son los metros que
la vegetación se ha adentrado en la parte destinada al tránsito de los
vehículos, amén del abandono secular de los sembrados que un día ya lejano
adornaron el entorno. Y no solo ahí. Basta un paseo hasta el puente de La Higuerita, por esa vía
de servicio que es utilizada por la guardia civil de tráfico para colocar el
radar –y bien que me parece–, y comprobar que la suciedad es un hecho destacado
y notorio. Por ambos márgenes. Es la eterna canción de plantar y dejar a la
ventura de la naturaleza.
Ya te he
contado que voy escuchando a Francino y su ventana. Que a las seis y veinte
(hora canaria, hasta que Soria se aclare con lo del meridiano de Grinich) pasa a ser propiedad de Juan
García Luján a través de otro ventanillo ultraperiférico. Y también me informo
de lo que acontece en las ínsulas, menos cuando hace el cara a cara entre
políticos. Ahí debo desconectar porque no quiero unir al cansancio físico este
otro neuronal. El mío, por supuesto, que deben tenerla desgastada –sí, la
única– los salvapatrias.
Y de la
escucha radiofónica, dos pinceladas. El secretario de la Federación Canaria
de Ocio y Restauración (FECAO), un portento llamado Antonio Vélez, al que me
niego a llamar ‘canarito’, como José, el de Telde, creo que de Melenara. Este
elemento es un bocazas al que debe prohibírsele el tránsito por todo espacio
público, no sea que muerda a alguien. Sobre todo si se encontrara en las
cercanías de personas humanas del género femenino. Porque es un misógino
convicto y confeso. Escupir que las mujeres no tienen iniciativa empresarial
(quién coño habrá dirigido la que fue su casa de soltero. Ah, no sé si está
casado. Espero que no por razones obvias.) es tanto como pegarle a una madre.
Este tipo es un peligro y hay que recluirlo en un espacio bien reducido y con
una sola muda de ropa. A qué estará esperando la organización a darle dos
patadas en el culo y ponerlo en cualquier playa nudista a pasear sus colgantes.
Que deberá tenerlos bien turgentes, a tenor de la otra guinda anterior en la
que nos señalaba a los que ya tenemos cierta edad que no practicáramos nudismo
porque somos unos estropajos. Sabes lo que te digo, lumbrera: vétete por ahí, lancha rápida. Qué sería
de nosotros, émulo de Hugo Sánchez, si no tuviésemos mujeres a nuestro lado.
También
estuve atento a la entrevista al Gran Wyoming (ese, el cocainómano, según otro
impresentable, Miguel Ángel Rodríguez), el conductor del espacio televisivo El
intermedio. Y con palabras mucho más elegantes que las que he plasmado en
anteriores comentarios, vinieron a ratificar que no andaba yo muy descarriado
cuando pretendo interpretar algo tan complicado como son los telediarios de
Willy. O de Daswani. Esos asombrosos programas en los que la información –su
razón de ser– brilla por su ausencia y se fomenta, según la teoría de Noam
Chomsky, la mediocridad y la idiotez. Donde nos tupen con hechos sin
importancia, dándole un falso barniz de trascendencia, para así soslayar los
temas de calado que pudieran provocar escozores en la dirigencia. Cuando no
presentarnos como un problema aconteceres de escaso recorrido, para darnos la
impresión de que el poder establecido –su patrón– pondrá cuantos elementos sean
necesarios para solucionar lo que ya estaba derecho antes de que le dieran la
apariencia de cambado. Y acabé con idéntica reflexión a la que ya he esgrimido
en reiteradas ocasiones: ¿Es que no tenemos periodistas que eleven su voz, que
protesten y sean capaces de defender no ya la dignidad de su profesión, que
también, sino la suya propia? Qué tristeza contemplar cómo se aborregan los que
eligieron el sugerente camino de hacernos llegar información veraz. Si Chomsky
me solicitara una tele sectaria y partidista para un estudio concienzudo, le
propondría la autonómica canaria. Y de paso, como efecto colateral, que
realizara unas pruebas psicológicas a los socios de gobierno (socialistas).
Y hasta aquí
el trío. ¿O pensabas que se trataba de lo otro? Bueno, mis estimados, feliz fin
de semana. Y no vean la tele. Porque se pueden indigestar con los maratones que
se están dando Rodolfo León (PSOE, ¿o ya no?) y Teresa Barroso (PP) a cuenta de
la moción de censura en Tacoronte. Parecen la caja del turrón. Y Milagros, en
Santa Úrsula, reclamando un monumento.
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