miércoles, 30 de octubre de 2013

Una súplica, o dos

Pensaba hacer un repaso por el blog de Paulino en el día de hoy, pero lo dejaré para mejor ocasión. Los acontecimientos rambleros han requerido mi especial atención. Y he recapacitado largos ratos. Porque entiendo que la reflexión debe tener unos párrafos mucho más contundentes que las breves pinceladas que las redes sociales nos permiten.
El Partido Popular se está equivocando de plano con quien ostenta la alcaldía del pueblo vecino. Y saben mis incondicionales que siempre intento ser lo más objetivo posible. E incluso discrepo de los que siguen ‘pasando’ de la política y justificando que el bar pueda ser foro más válido que la opinión sosegada que un artículo dispensa.
Tuve un alumno que desde los tiempos en que cursaba Educación Secundaria Obligatoria manifestaba sin tapujos su militancia o simpatía por el PP. Y discutimos, amigable y abiertamente, en muchísimas ocasiones. Ni yo lo convencía ni él a mí tampoco. Pero eran agradables las charlas y sosteníamos posturas discrepantes en un ambiente distendido y cordial. Tras su incorporación a los estudios universitarios, en los que debe hallarse aún, le perdí la pista, aunque de vez en cuando –muy de vez en cuando– nos enviamos algún que otro mensaje a través de Facebook. Tengo la impresión de que su fe ciega en la causa de la derecha ha aflojado una miajilla apenas. Cuando nos echemos un vaso de vino –ya está en edad para ello– saldremos de la duda.
Bien diferente la situación descrita con la de otro que no habiéndose definido en su etapa estudiantil realejera, ha virado hacia una participación tan activa como ofuscada. Y cuando a uno le da por no ver más que por un ojo solo (en su caso el derecho), pueden darse situaciones cuanto menos difícilmente justificables. Porque que el PP en Canarias ‘ataque’ todo aquello que acomete el actual pacto de gobierno, entra en la lógica del enfrentamiento dialéctico al que nos tienen acostumbrados. Pero, siquiera de vez en cuando, sería conveniente y oportuno que se hiciera un ejercicio de interiorismo y se dirigiera la visión hacia cuestiones de rabiosa actualidad y que merecerían la consideración, también crítica, de quienes lo intentan tapar para que no rompa sus esquemas y no distorsione los planteamientos del manual de instrucciones. Va un ejemplo: ¿Qué pasa en Santa Úrsula?
El presidente insular popular, ya lo escribí semanas atrás, tiene dos discursos bien distintos y distantes: el tinerfeño y el realejero. Como oriundo de la Villa de Viera –tampoco es la primera vez que lo sostengo– reconozco que se están acometiendo acciones beneficiosas y que llevaban muchos años durmiendo el sueño de los justos. Ello no es óbice para que muestre mis discrepancias con aquellas otras en las que la ‘política partidaria’ se asoma más peligrosamente: la compra de la nave industrial o los 71.380 habitantes del PGO. Y los he felicitado, además, porque, y se ve la mano de Adolfo (quien cada vez ejerce más de alcalde en la sombra por las ausencias ‘orgánicas’ de Domínguez), el buen gusto también hace acto de presencia en las obras públicas.
Retomemos la línea argumental de los primeros párrafos. Acepta, Manolo, un consejo de amigo; con algunos años más que tú, doctor en nada y aprendiz empedernido: no sigas amparando con tu silencio el denigrante espectáculo que se está viviendo en San Juan de la Rambla. Pueblo al que por razones de múltiples amistades y lazos familiares, acudo con cierta frecuencia. Donde los comentarios que circulan por plazas y rincones sonrojan y causan vergüenza. Donde el consistorio se ha convertido en Caja de Pandora que Tomás, con sus impresentables actitudes, ha osado abrirla para general escarnio. Sé que a ustedes, los que lo protegen, les parecerá cuestión nimia e intranscendente; a lo peor hasta graciosa. Me temo que se hallan muy equivocados. Estas no son las ‘arrancadas’ de Manolo Reyes. Al que, tal vez por razones de edad, se le excusaban ciertas licencias.
Tomás Mesa, para desgracia de muchos (debo excluir a los que cobran, y bien), ha convertido el pueblo, su pueblo, en una pista de circo. En la que los payasos actúan en el convencimiento de que tenemos que reír sus gracias. Los cortes de audio (el primer minuto de ambas sesiones plenarias últimas pasadas) que han circulado por todos los medios de comunicación, han tenido que sonrojar incluso hasta los que se consideran apolíticos. En esas condiciones solo se está para dormirla, y bien. Lo de las nueve de la mañana me recuerda aquellos plataneros que se paraban en las ventas del camino para aclarar el gaznate con la medicinal parra tempranera que despertaba garganta, esófago, estómago e inyectaba alcohol de 90º, si no de 100º, al riego sanguíneo.
¿Habrá vídeo de la esperpéntica situación? Me gustaría echar una visual a las facciones del secretario y a los ojos de la primera autoridad municipal. Y un barrido global a los ‘rostros’ y caras. Que bien podría ser a los ‘caras’ y rostros. Que uno pague impuestos para esto.
Que no, Manolo, me choca sobremanera lo que sostienes aquí y los silencios tan atronadores cuando cruzas la linde. Dile que alegue cualquier anomalía (incontinencia urinaria, por ejemplo) y haga la maleta. Ya sé que no puede haber más mociones de censura, pero está comprobado que este hombre no carburó con los unos y con estos otros (los estacones), qué pasatiempos. De verdad, Manolo, ¿tú lo escuchaste? ¿Y no te escondiste debajo de la cama aunque sea quince minutos? Te apuesto otros 50 céntimos a que más de uno de tus concejales (si quieres les voy preguntando uno a uno) se hallan afrentados. Arregla eso. Por la salud democrática de este Norte. No desvíes tus obligaciones con los rifirrafes hacia Paulino, porque son los de él los que aguantan (sí, también es ese sentido) al susodicho en San José. Juraría que te invitarían a un arroz caldoso en Las Aguas (lugar de la foto), si las aguas volvieran a su cauce. De nada, hombre, de nada; los amigos estamos para echarnos una mano. O las dos, si menester fuere.
Ya que me concedí en el título la posibilidad de que fueran dos las súplicas, y aunque pueda que esta tenga menos éxito que la anterior, transcribo: “El más bruto de todos es Nicolás Maduro, hijo de gomero”. Lo escribió un impresentable. Porque si me duelen los chistes en los que se infravalora capacidades de colectivos, sean de Lepe (Huelva) o de La Gomera, mucho más me revuelve la coletilla que se le añade al presidente de la República Bolivariana. Mas piensa el cochino que todos debemos ser marranos. Pues va a ser que no.
Doy por finalizada la presente con un recordatorio a los concejales de cualquier ayuntamiento, normalmente de la oposición, que se molestan por intervenciones que escuchan en medios audiovisuales de titularidad pública y en las que ‘trabajadores de la empresa’ sueltan guindas de esta guisa: “Todos los políticos son un asco”. “Qué vergüenza los políticos que tenemos, no dan la talla”. ¿Quieren que yo lo escriba o deberán ser ustedes los que eleven la consulta al órgano que rija el buen hacer –código ético o manual de estilo– de la entidad? Por lo que a mí respecta, escrito queda. Y entrecomillado, tal cual me lo soplan. Surgen variadas preguntas que dejo en el aire: ¿Se las permiten? ¿Tienen miedo los que dirigen el cotarro? ¿Se consideran ellos un vómito igualmente?
Si tengo ganas, hago lo que me da la gana; yo soy el que decide sí o no. Descándalo, es un descándalo. Eso canta Raphael.

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