Pensaba hacer
un repaso por el blog de Paulino en el día de hoy, pero lo dejaré para mejor
ocasión. Los acontecimientos rambleros han requerido mi especial atención. Y he
recapacitado largos ratos. Porque entiendo que la reflexión debe tener unos
párrafos mucho más contundentes que las breves pinceladas que las redes
sociales nos permiten.
El Partido
Popular se está equivocando de plano con quien ostenta la alcaldía del pueblo
vecino. Y saben mis incondicionales que siempre intento ser lo más objetivo
posible. E incluso discrepo de los que siguen ‘pasando’ de la política y
justificando que el bar pueda ser foro más válido que la opinión sosegada que
un artículo dispensa.
Tuve un
alumno que desde los tiempos en que cursaba Educación Secundaria Obligatoria
manifestaba sin tapujos su militancia o simpatía por el PP. Y discutimos,
amigable y abiertamente, en muchísimas ocasiones. Ni yo lo convencía ni él a mí
tampoco. Pero eran agradables las charlas y sosteníamos posturas discrepantes
en un ambiente distendido y cordial. Tras su incorporación a los estudios
universitarios, en los que debe hallarse aún, le perdí la pista, aunque de vez
en cuando –muy de vez en cuando– nos enviamos algún que otro mensaje a través
de Facebook. Tengo la impresión de que su fe ciega en la causa de la derecha ha
aflojado una miajilla apenas. Cuando nos echemos un vaso de vino –ya está en
edad para ello– saldremos de la duda.
Bien
diferente la situación descrita con la de otro que no habiéndose definido en su
etapa estudiantil realejera, ha virado hacia una participación tan activa como
ofuscada. Y cuando a uno le da por no ver más que por un ojo solo (en su caso
el derecho), pueden darse situaciones cuanto menos difícilmente justificables.
Porque que el PP en Canarias ‘ataque’ todo aquello que acomete el actual pacto
de gobierno, entra en la lógica del enfrentamiento dialéctico al que nos tienen
acostumbrados. Pero, siquiera de vez en cuando, sería conveniente y oportuno
que se hiciera un ejercicio de interiorismo y se dirigiera la visión hacia
cuestiones de rabiosa actualidad y que merecerían la consideración, también
crítica, de quienes lo intentan tapar para que no rompa sus esquemas y no
distorsione los planteamientos del manual de instrucciones. Va un ejemplo: ¿Qué
pasa en Santa Úrsula?
El presidente
insular popular, ya lo escribí semanas atrás, tiene dos discursos bien
distintos y distantes: el tinerfeño y el realejero. Como oriundo de la Villa de Viera –tampoco es
la primera vez que lo sostengo– reconozco que se están acometiendo acciones
beneficiosas y que llevaban muchos años durmiendo el sueño de los justos. Ello
no es óbice para que muestre mis discrepancias con aquellas otras en las que la
‘política partidaria’ se asoma más peligrosamente: la compra de la nave
industrial o los 71.380 habitantes del PGO. Y los he felicitado, además,
porque, y se ve la mano de Adolfo (quien cada vez ejerce más de alcalde en la
sombra por las ausencias ‘orgánicas’ de Domínguez), el buen gusto también hace
acto de presencia en las obras públicas.
Retomemos la
línea argumental de los primeros párrafos. Acepta, Manolo, un consejo de amigo;
con algunos años más que tú, doctor en nada y aprendiz empedernido: no sigas
amparando con tu silencio el denigrante espectáculo que se está viviendo en San
Juan de la Rambla. Pueblo
al que por razones de múltiples amistades y lazos familiares, acudo con cierta
frecuencia. Donde los comentarios que circulan por plazas y rincones sonrojan y
causan vergüenza. Donde el consistorio se ha convertido en Caja de Pandora que
Tomás, con sus impresentables actitudes, ha osado abrirla para general
escarnio. Sé que a ustedes, los que lo protegen, les parecerá cuestión nimia e
intranscendente; a lo peor hasta graciosa. Me temo que se hallan muy
equivocados. Estas no son las ‘arrancadas’ de Manolo Reyes. Al que, tal vez por
razones de edad, se le excusaban ciertas licencias.
Tomás Mesa,
para desgracia de muchos (debo excluir a los que cobran, y bien), ha convertido
el pueblo, su pueblo, en una pista de circo. En la que los payasos actúan en el
convencimiento de que tenemos que reír sus gracias. Los cortes de audio (el
primer minuto de ambas sesiones plenarias últimas pasadas) que han circulado
por todos los medios de comunicación, han tenido que sonrojar incluso hasta los
que se consideran apolíticos. En esas condiciones solo se está para dormirla, y
bien. Lo de las nueve de la mañana me recuerda aquellos plataneros que se
paraban en las ventas del camino para aclarar el gaznate con la medicinal parra
tempranera que despertaba garganta, esófago, estómago e inyectaba alcohol de
90º, si no de 100º, al riego sanguíneo.
¿Habrá vídeo
de la esperpéntica situación? Me gustaría echar una visual a las facciones del
secretario y a los ojos de la primera autoridad municipal. Y un barrido global
a los ‘rostros’ y caras. Que bien podría ser a los ‘caras’ y rostros. Que uno
pague impuestos para esto.
Que no,
Manolo, me choca sobremanera lo que sostienes aquí y los silencios tan
atronadores cuando cruzas la linde. Dile que alegue cualquier anomalía (incontinencia
urinaria, por ejemplo) y haga la maleta. Ya sé que no puede haber más mociones
de censura, pero está comprobado que este hombre no carburó con los unos y con
estos otros (los estacones), qué pasatiempos. De verdad, Manolo, ¿tú lo
escuchaste? ¿Y no te escondiste debajo de la cama aunque sea quince minutos? Te
apuesto otros 50 céntimos a que más de uno de tus concejales (si quieres les
voy preguntando uno a uno) se hallan afrentados. Arregla eso. Por la salud
democrática de este Norte. No desvíes tus obligaciones con los rifirrafes hacia
Paulino, porque son los de él los que aguantan (sí, también es ese sentido) al
susodicho en San José. Juraría que te invitarían a un arroz caldoso en Las
Aguas (lugar de la foto), si las aguas volvieran a su cauce. De nada, hombre,
de nada; los amigos estamos para echarnos una mano. O las dos, si menester
fuere.
Ya que me
concedí en el título la posibilidad de que fueran dos las súplicas, y aunque
pueda que esta tenga menos éxito que la anterior, transcribo: “El más bruto de
todos es Nicolás Maduro, hijo de gomero”. Lo escribió un impresentable. Porque
si me duelen los chistes en los que se infravalora capacidades de colectivos,
sean de Lepe (Huelva) o de La
Gomera, mucho más me revuelve la coletilla que se le añade al
presidente de la
República Bolivariana. Mas piensa el cochino que todos
debemos ser marranos. Pues va a ser que no.
Doy por
finalizada la presente con un recordatorio a los concejales de cualquier
ayuntamiento, normalmente de la oposición, que se molestan por intervenciones
que escuchan en medios audiovisuales de titularidad pública y en las que
‘trabajadores de la empresa’ sueltan guindas de esta guisa: “Todos los
políticos son un asco”. “Qué vergüenza los políticos que tenemos, no dan la
talla”. ¿Quieren que yo lo escriba o deberán ser ustedes los que eleven la
consulta al órgano que rija el buen hacer –código ético o manual de estilo– de
la entidad? Por lo que a mí respecta, escrito queda. Y entrecomillado, tal cual
me lo soplan. Surgen variadas preguntas que dejo en el aire: ¿Se las permiten?
¿Tienen miedo los que dirigen el cotarro? ¿Se consideran ellos un vómito
igualmente?
Si tengo ganas,
hago lo que me da la gana; yo soy el que decide sí o no. Descándalo, es un descándalo.
Eso canta Raphael.
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