miércoles, 20 de noviembre de 2013

¿Qué pasa en el Puerto?

(III) De hace trece años, de cuando transitaba Radio Realejos. Creo que no cambiaría demasiado. En fin, juzguen ustedes:
Todos aquí en el Valle lo conocemos así: El Puerto. ¿Dónde vas?: Pa´l Puerto. ¿De dónde eres?: Del Puerto. Y sabemos, inmediatamente, que se trata de Puerto de la Cruz, de la Ciudad Turística, del motor de la economía del Norte de Tenerife.
Últimamente algo raro está ocurriendo en esa población. Los que rigieron los destinos municipales en el cuatrienio del 95 al 99 están ejerciendo una oposición basada en la denuncia sistemática y en las reiteradas convocatorias de ruedas de prensa. Ni digo que sea malo ni digo que lo comparta. Deberá el comentarista abstenerse en tal cuestión. Aunque tenga opinión formada al respecto, porque, entre otras cosas, algo conoce del meollo del asunto.
Sospechosas cartas se suceden en medios de comunicación escritos, que vienen a coincidir con campañas más o menos virulentas de Coalición Canaria. Y a uno, realejero de toda la vida, pero relacionado con El Puerto, incluso por vínculos familiares, le entra un hormigueo en el cogote que te hace rascar sobremanera. Salvador fue apeado del sillón presidencial merced a una moción de censura a los pocos días de haber sido elegido alcalde en el año 95. Todo muy legal, pero difícilmente comprensible por los ciudadanos portuenses. Que, cuatro años después, decidieron, libremente, otorgar la confianza mayoritaria en la misma persona. Para que demostrara si valía o no. Y en el 2003, ahí, a la vuelta de la esquina, volverán a dictaminar.
Si uno cree a pie juntillas todo lo que se ha vertido en este último año, habrá de colegir que a Salvador y a su equipo sólo le queda la opción de lanzarse por El Penitente. Y que las bravas olas de la mar de aquellos contornos los estrellarán contra los riscos entre San Telmo y la Punta del Viento. Porque, insisto, por lo que leemos, jamás ha existido en el Consistorio portuense una pandilla de inútiles mayor que ésta. No saben hacer nada, pierden las subvenciones, se aprovechan de proyectos ajenos y vegetan aislados en urnas de cristal para que el salitre no los oxide.
Tengo la ligera sospecha de que el pueblo ya no cree en los falsos salvadores. Porque reciente está el estrepitoso fracaso de Félix Real, que ya se veía ocupando de nuevo el sillón más alto y elegante del Salón de Plenos. Y el pueblo le dijo que se conformara con estar en un cuadro en la pared. Mientras, a mi entender, flaco favor se está haciendo a la imagen de una ciudad que es puerta abierta de Canarias en el exterior.  Hacer oposición es muy fácil. Y contando con las condiciones actuales de poder disponer de un concejal liberado, despacho y asesores, miel sobre hojuelas. Pero creo que en estas condiciones, no. Y me reprochará Marcos Brito, porque es su eterna canción, de que yo también he estado en la política activa. Como si tal hecho constituyera un condicionante que me impide expresar opiniones a través de comentarios orales y escritos. No se percata de que en algo nos diferenciamos. Como deberá establecer diferenciación entre su etapa democrática y la que no lo fue, por ejemplo.
Hagan oposición constructiva, eleven propuestas y presenten cuantas mociones sea menester. Pero en aras de intereses partidistas no empañen el espejo en el que deberán recrearse millares de rostros venidos de allende los mares. No vale aquí el viejo refrán de que cree el ladrón de que todos son de su condición. Si aun así el equipo de gobierno no rige los destinos de la ciudad de manera armónica y consecuente, los ciudadanos, que no esa masa amorfa que muchos piensan y pocos mentan, pondrán las cosas en su lugar dentro de bien poco.
Hasta la próxima.

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