(III) De hace
trece años, de cuando transitaba Radio Realejos. Creo que no cambiaría
demasiado. En fin, juzguen ustedes:
Todos aquí en
el Valle lo conocemos así: El Puerto. ¿Dónde vas?: Pa´l Puerto. ¿De dónde
eres?: Del Puerto. Y sabemos, inmediatamente, que se trata de Puerto de la Cruz, de la Ciudad Turística,
del motor de la economía del Norte de Tenerife.
Últimamente
algo raro está ocurriendo en esa población. Los que rigieron los destinos
municipales en el cuatrienio del 95 al 99 están ejerciendo una oposición basada
en la denuncia sistemática y en las reiteradas convocatorias de ruedas de
prensa. Ni digo que sea malo ni digo que lo comparta. Deberá el comentarista
abstenerse en tal cuestión. Aunque tenga opinión formada al respecto, porque,
entre otras cosas, algo conoce del meollo del asunto.
Sospechosas
cartas se suceden en medios de comunicación escritos, que vienen a coincidir
con campañas más o menos virulentas de Coalición Canaria. Y a uno, realejero de
toda la vida, pero relacionado con El Puerto, incluso por vínculos familiares,
le entra un hormigueo en el cogote que te hace rascar sobremanera. Salvador fue
apeado del sillón presidencial merced a una moción de censura a los pocos días
de haber sido elegido alcalde en el año 95. Todo muy legal, pero difícilmente
comprensible por los ciudadanos portuenses. Que, cuatro años después,
decidieron, libremente, otorgar la confianza mayoritaria en la misma persona.
Para que demostrara si valía o no. Y en el 2003, ahí, a la vuelta de la
esquina, volverán a dictaminar.
Si uno cree a
pie juntillas todo lo que se ha vertido en este último año, habrá de colegir
que a Salvador y a su equipo sólo le queda la opción de lanzarse por El
Penitente. Y que las bravas olas de la mar de aquellos contornos los
estrellarán contra los riscos entre San Telmo y la Punta del Viento. Porque,
insisto, por lo que leemos, jamás ha existido en el Consistorio portuense una
pandilla de inútiles mayor que ésta. No saben hacer nada, pierden las
subvenciones, se aprovechan de proyectos ajenos y vegetan aislados en urnas de
cristal para que el salitre no los oxide.
Tengo la
ligera sospecha de que el pueblo ya no cree en los falsos salvadores. Porque
reciente está el estrepitoso fracaso de Félix Real, que ya se veía ocupando de
nuevo el sillón más alto y elegante del Salón de Plenos. Y el pueblo le dijo
que se conformara con estar en un cuadro en la pared. Mientras, a mi entender,
flaco favor se está haciendo a la imagen de una ciudad que es puerta abierta de
Canarias en el exterior. Hacer oposición
es muy fácil. Y contando con las condiciones actuales de poder disponer de un
concejal liberado, despacho y asesores, miel sobre hojuelas. Pero creo que en
estas condiciones, no. Y me reprochará Marcos Brito, porque es su eterna
canción, de que yo también he estado en la política activa. Como si tal hecho
constituyera un condicionante que me impide expresar opiniones a través de
comentarios orales y escritos. No se percata de que en algo nos diferenciamos.
Como deberá establecer diferenciación entre su etapa democrática y la que no lo
fue, por ejemplo.
Hagan
oposición constructiva, eleven propuestas y presenten cuantas mociones sea
menester. Pero en aras de intereses partidistas no empañen el espejo en el que
deberán recrearse millares de rostros venidos de allende los mares. No vale
aquí el viejo refrán de que cree el ladrón de que todos son de su condición. Si
aun así el equipo de gobierno no rige los destinos de la ciudad de manera
armónica y consecuente, los ciudadanos, que no esa masa amorfa que muchos
piensan y pocos mentan, pondrán las cosas en su lugar dentro de bien poco.
Hasta la
próxima.
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