(IV) De hace trece años, de cuando transitaba
Radio Realejos. Creo que no cambiaría demasiado. En fin, juzguen ustedes:
El anquilosamiento de las máquinas
administrativas locales está alcanzando limites alarmantes. Los ayuntamientos
se están convirtiendo en fábricas donde gandules y aprovechados campan por sus
respetos. Donde gentes sin mayor preparación que saber trepar y figurar se
acomodan para vivir del erario público. A los que se les dota de un teléfono
móvil, que no suele estar operativo en la mayoría de las ocasiones, pero cuya
factura abonamos los ciudadanos; que disponen de un vehículo oficial para sus
frecuentes desplazamientos y cuya gasolina se surte del bolsillo de los
contribuyentes y que, como contrapartida, casi siempre están ocupados o reunidos,
sin que de dicha ocupación o reunión salgan demasiados resultados positivos
para la población. O al menos eso percatamos los de a pie, es decir, los
paganinis.
Corporaciones que disfrutan de muchos
concejales liberados que interfieren sus cometidos, que solapan sus quehaceres
y cuya rentabilidad deja mucho que desear. Se diversifica la acción municipal
en tantos chiringuitos que al final es muy difícil demandar responsabilidades,
porque cada cual se escuda en el “eso corresponde a fulanito de tal”. Como si a
todos no se les hubiese colocado ahí para dar el callo. Sí, se ha
profesionalizado la política hasta tal punto que se considera normal esperar
meses para poder intercambiar dos palabras con el concejal-delegado de tal o
cual servicio. Y no digamos nada si la pretensión es hablar con el jefe, con el
alcalde. El argumento de que está de viaje se ha convertido en el recurso ideal
que sustituye a todas las reuniones posibles. Además, viviendo en una Comunidad
Autónoma con muchísimas competencias transferidas, se entiende bien poco las
reiteradas ausencias hacia lugares bien distantes. No me extraña, pues, que en
todo un mes no se haya tenido unos míseros minutos para recibir al director de
un colegio que sólo pretende señalarle los mil y un defectos que tiene el
centro antes de que la cosa explote. Pero no, parece más conveniente que padres
y vecinos se subleven, y con toda la razón del mundo, para luego acudir en plan
bombero a apagar el fuego.
Se impone, urge una profunda renovación. De
ideas, de planteamientos, de objetivos. Y también de personas. Sencillamente
porque nos hemos cansado de verlos apoltronados, encerrados en urnas de cristal
y de espaldas a un pueblo que demanda servicios de calidad. Otras gentes que
partan con ilusión y ganas en aras de un progreso consecuente, armónico. Donde
el desarrollo urbanístico no esté reñido con la estética, donde la vivienda
tenga el complemento adecuado para que nuestra infancia y juventud pueda
realizarse convenientemente. Han atravesado los ayuntamientos épocas de
satisfactoria bonanza económica. Pero los dineros no se han repartido
convenientemente. Da la impresión de que el capítulo de las asignaciones por
ocupar determinado cargo, por delegaciones y representaciones, por dietas y
gastos de protocolo y un etcétera bastante amplio, ha sido lo verdaderamente
importante. Y a la primera sesión plenaria del ayuntamiento realejero me
remito. A la hora de repartir prebendas, todos de acuerdo. Además, como
contamos con elegantes despachos para todos los grupos, mejor que mejor. Cuando
los padres de Toscal-Longuera vengan al centro público a protestar por las
estrecheces, deberemos enviarlos al elegante edificio de la Avenida de Canarias para
que pongan a su disposición algún espacio libre. El que ocupa la policía, por
ejemplo, que no es de su agrado.
Nosotros nos conformamos con menos. En la próxima ocasión les pienso hablar de
las aludidas faltas o penurias.
Hasta la próxima semana. estrechez
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