El domingo
próximo pasado, en la tarde noche, estuve en la villera Sala Teobaldo Power.
También vislumbré entre los concurrentes, y no en la primera fila, al señor
alcalde, pero no tuve ocasión de saludarle (ya lo felicité por este invento
moderno de las redes sociales) ni de hablar sobre publicaciones de libros o
aspectos de similar concurrencia. Lo mismo con el ascenso se le incrementaron
las competencias. Y las preocupaciones.
A eso de las
siete, que dicen los mayores (aún me quedan unos años), o próximo a las siete,
que argumentaba siempre mi madre, tenía lugar una nueva propuesta de la Agrupación Folclórica
de Higa. Y al tiempo, dado que un año más, aunque con muchísima salud,
seguíamos con la esperanza de que tal vez en el próximo (o en El Niño), pudimos
saludar a muchos amigos, incluso felicitar cumpleaños, porque somos unos
cuantos los que sí vimos la luz en diciembre. Como el niño Jesús, sin ir más
lejos.
Dicen que
nació es un acercamiento a la antigua navidad canaria. Y la agrupación señera
del Pago de Higa, nacida precisamente al socaire de Lo Divino en el noble solar
perdomero y zona de excelentes caldos, puso en escena un trabajo que nos mostró
a los asistentes la riqueza de las tradiciones etnomusicales surgidas en torno
a la celebración navideña.
Con el
consabido aporte documental, que la presentadora fue desgranando a lo largo del
espectáculo, y con la inestimable ayuda de alumnos de la escuela, junto al
colectivo Teatruva, Higa fue poniendo en escena diferentes manifestaciones que con
el devenir de los tiempos han pasado a formar parte de este acervo surgido en
torno a estas fechas de marcado acento religioso.
Aludimos al
vocablo espectáculo pues no debemos olvidar que la sabiduría popular es en la
actualidad ‘representada en un escenario’, utilizando cuanto medio técnico se
halle a nuestro alcance. Pero estas ‘proyecciones’, aun con el añadido del
complejo maremágnum de elementos propios del mundo de la farándula, son tan
necesarias como indispensables si queremos poner en valor ese valioso acopio
que tendería al ostracismo y al olvido si asociaciones culturales inquietas y
preocupadas, como el ejemplo que nos concita, no llevaran a cabo estas
incursiones. Que podrían ser tildadas de temerarias en los tiempos que
corremos, sin apoyos y sin proyecciones mediáticas, pero que se agradecen y se
tienen en buena estima.
Ya que solo
ha sido posible en La Orotava,
aunque me consta que hubo ofrecimientos en otros consistorios de este Norte
(cada uno se mira su ombligo para autocomplacerse), cuestión sería que en ese
tan necesario intercambio cultural y artístico que los pueblos requieren, el
ayuntamiento que preside Francisco Linares ‘vendiera’, en el mejor sentido de
la palabra, estos loables quehaceres. E Higa puede presumir de poseer un
extenso y profundo bagaje en esta faceta navideña.
Durante algo
más de un hora se desarrolló el siguiente programa: Ciclo de Finados, El
Adviento, La Nochebuena,
Los Villancicos, Los Inocentes-Nochevieja y Año Nuevo, y La Epifanía.
Es menester destacar
la importancia de este abnegado ejercicio al que Higa se sometió
voluntariamente durante largas noches de ensayo y de plena dedicación. Y
aplaudir iniciativas de tal calado. Máxime cuando el panorama de los grupos
folclóricos no se muestra demasiado halagüeño, cuando la crisis (maldita
crisis) se ha cebado con ellos de manera despiadada. Tanto que hasta los
dineros públicos apenas alcanzan para pagar la amplia nómina de concejales
liberados y sus correspondientes asesores, sin que sobren siquiera unas migajas
para quienes con enormes dosis de generosidad y esfuerzos que rayan el milagro,
persisten en la senda que se trazaron bastantes décadas atrás.
Hablábamos
distendidamente después de finalizada la función. Que concluyó por cierto, en
el vestíbulo del teatro, con una interpretación de algunos villancicos –fuera
de programa– mientras calentábamos el gaznate con un buchito de vino dulce y
unos rosquetes de condumio. Y en la charla, los consabidos consejos que siempre
se producen después de esa primera vez. Pequeños deslices a corregir en el
futuro. En el escenario y en la trastienda. Un servidor también se atrevió a
manifestar su parecer. Que se concreta en dos simples apreciaciones que, a mi
modesto entender, podrían mejorar el producto: suprimir algunos textos (al
tiempo de intentar actualizarlos) y ampliar la oferta eminentemente musical.
Pero, insisto, no dejan de ser meras evaluaciones, sujetas, por supuesto, a
criterios de mayor enjundia.
En la
conclusión, mi enhorabuena más sincera a la A.F. de Higa (algo también sé de esfuerzos e
iniciativas), mi ánimo para que sigan en el empeño, mi demanda para que
aceleren su formación los alumnos de la escuela y pasen a formar parte del
‘grupo grande’ (necesitado de refuerzos en algunos aspectos) y un emotivo
recuerdo a pretéritas etapas plasmado en estas dos cuartetas:
Nacimos de
tradición / en las noches perdomeras, / cantando con ilusión / para dar la
buena nueva. Al rescatar la costumbre / de salir con “Lo Divino”, / dimos
calor, dimos lumbre: / surgió así nuestro destino.
Como mañana
es Navidad, pondremos unas fotos de La
Palma, isla en la que las tradiciones que hemos comentado
constituyen todo un paradigma. No se hinchen esta noche sin necesidad.
Y una nota
a modo de epílogo: Hasta que la dejé programada en la noche de ayer, esperé
que me remitieran una foto del acto. Me la habían prometido por dos conductos.
Tuve igual suerte que en el sorteo de la lotería. La que ilustra este
comentario no es muy actual, pero no hallé otra. ¡Ah!, y los viejitos nos
acostamos temprano.
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