Ayer,
día 22, me levanté cuando ya el sonsonete madrileño de la lotería se propagaba
por todos los hogares de este país maravilloso. Como las probabilidades del
consabido pellizco eran, mejor, no eran ni siquiera mínimas (compro un décimo
que reparto con tres compañeros del gremio; ellos hacen lo mismo), me dediqué a
pensar en qué y de qué podía escribir para el post de hoy lunes. Deseché los
telemaratones, las circunstancias atípicas, la lotería del Hermano Pedro y los
primeros repartos de Repsol en Canarias, a Gallardón y a Soria, la apelación o
llamado del PSOE a la conciencia de las diputadas del PP, los días libres a los
camellos majoreros, los registros policiales, los titulares de La Gaceta…
Y
disponiendo de tantos temas de los que poder plasmar unos párrafos, volví a
recordar la negativa a la celebración de un charla en La Montaña. Unas dos mil vueltas le
he dado al magín y sigo sin entender la postura del alcalde. Que me da no es
compartida por más de un compañero del grupo de gobierno. Algo que pasa igualmente
con las medidas progresistas del Ministro de Justicia. Por lo que repasando en
las archivos viejos que guarda mi disco duro, me encontré con este artículo que
fue publicado en el periódico El Día el 29 de julio de 1993. Sí, veinte años no
es nada (que febril la mirada, errante en las sombras, te busca y te nombra)…
“Se
inaugura –o se habrá inaugurado, depende cuando el presente artículo vea la luz
en estos días– el Centro Social de la Montañeta, barrio realejero enclavado en una
encrucijada de caminos. Aquí se dan cita –aquí confluyen– los tres municipios
del Valle, a los pies de la
Montaña de los Frailes, en el barranco de la Raya.
Desde la
atalaya de sus 343 metros
se observa una singular panorámica, presidida, claro está, por este barrio que
ha ido mejorando su infraestructura de una manera asombrosa en los últimos
años.
Se ve
cumplido con este acto entrañable un viejo anhelo de sus gentes. Abre sus
puertas un Centro que quiere ser el núcleo que aglutine las actividades de una
colectividad que lucha codo con codo para incrementar su calidad de vida.
Enumerar
los logros que este barrio ha ido alcanzando a través de estos últimos años
podría resultar prolijo. Y no crean que exagero lo más mínimo. Porque han sido
años de constante sacrificio, de lucha y tesón por sacar adelante una serie de
proyectos.
Se han
multiplicado las visitas y las actividades, se ha trabajado con constancia y
se ha perseverado en el esfuerzo. Y el premio a toda labor bien planificada ha
llegado. Un colectivo de personas, encabezado por el amigo Manolo, puede
sentirse satisfecho.
Pero
conociéndolas bien, habría de manifestar que, a buen seguro, considerarán este
acontecimiento como un simple paso más, y habrán de seguir en la brega, no
dormirse en los laureles pensando que ya todo está hecho.
Fue el
domingo 11 de febrero de 1991 cuando, sobre mediodía, se celebró el acto de
colocación de la primera piedra de este Centro que ahora se inaugura. Y que un
local de estas características se haya culminado en un periodo de tres años,
viene a poner de manifiesto la ingente labor de una asociación de vecinos
preocupada por el porvenir y el progreso de un barrio.
El
presidente de la asociación de vecinos Beneharo, con un magnífico equipo a su
alrededor, ha sabido cumplir digna y magníficamente con el papel que en su día
las gentes de la Montaña
le encomendaron. Echaron ganas e ilusión y acometieron grandes proyectos. Fueron,
cual hormigas laboriosas, recopilando, grano a grano, el capital necesario
para afrontarlos. Se sucedieron las visitas a diferentes organismos oficiales.
Y el ayuntamiento, en concreto, supo de la presencia constante de un barrio
que demandaba mejoras.
Se
inicia ahora una nueva etapa. Llega el tiempo de la planificación para el buen
uso de las instalaciones que se inauguran. Sabiendo del espíritu emprendedor de
estas personas, no me cabe la menor duda de que estarán pensando que aún queda
un largo camino por recorrer, que no vendrá el resto por añadidura, que no
basta con abrir las puertas, habrá que sacarle rentabilidad a la inversión. Tristes
ejemplos tenemos en el pasado como para rememorarlos en el presente.
Ojalá el
resto de colectivos vecinales pudiera mirarse en el espejo de Beneharo y siguiera
la senda que han trazado. No podemos esperar sentados a que nos venga todo de
arriba, que nos den todo sin aportar un mínimo esfuerzo. Porque donde eso ha
ocurrido, el funcionamiento no está siendo el adecuado. Ejemplos de
asociaciones que fueron modelo en una época pretérita, están surgiendo con una
pasmosa facilidad. Y a ellas ha llegado el pasotismo, la desgana y la apatía. Y
grandes edificios están siendo infravalorados y destinados a mera cantina.
Seguro
que en La Montaña
eso no va a ocurrir. Las directrices seguidas hasta ahora han marcado huella indeleble
para un futuro prometedor y pleno de optimismo.
Las
gentes de La Montaña
están de enhorabuena. Sólo me resta desearles mis más sinceras felicitaciones.
Y bien saben los que me conocen que no soy amigo de las adulaciones, pero el
caso bien lo merece.
Si hay
excepciones en la vida, ésta es una de ellas. Son acreedores, con holgura, a
este humilde homenaje y a muchos más. Sigan en el noble empeño de lograr múltiples
y buenas cosas para el barrio. Verán como dentro de bien poco seguiremos en El
Jardín”.
Y mañana
es Nochebuena y pasado es Navidad.
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