Alcanzamos el
sábado, penúltimo día y correspondió darse una vuelta por la ciudad, por la
capital, por Santa Cruz (o por La
Palma, como llegué a escuchar cierta vez muchísimos años
atrás). No es época de que los balcones muestren sus flores en todo su esplendor,
pero siempre tienen su encanto. No menos que el paseo por las recoletas calles
que nos retrotrae a épocas de castillos, cañones y batallas. Y de Enanos. Luego,
como casi siempre, las instantáneas de Las Nieves.
De todas las
veces que me alongué al mirador de La Concepción, no aproveché un instante de
fundamento para plasmar una foto de (medio) fundamento. Siempre te queda el
consuelo de virarte para el otro lado, para Las Breñas.
Y concluimos
en Mazo, donde una señora mayor me preguntó en el mercadillo que si conocía a
un cura palmero que estaba destinado en Los Realejos. Tuve que ‘confesarle’ que
ese aspecto no era mi fuerte. De vuelta, y gracias a Juan Carlos, el cura de
Taco, me enteré de que se trataba de don Félix, el párroco de La
Cruz Santa. Por aquellos lares sí que
conocen a Hermas, amiga y compañera de promoción, a la que aún mentan como la
alcaldesa. Y yo voy de oculto. Sigo con la manía –moriré con ella– de no querer
molestar. Sí había quedado en saludar a Carmen, con quien coincidí en el último
viaje del Imserso, pero a la señora (mi mujer) se le escachurró el móvil (donde estaba memorizado su número de teléfono)
y… para otra ocasión. A este paso, esa próxima oportunidad estará destinada a
las visitas.
Lo dicho,
relájate un fisco. ¿Que no te gustan? Pasa página.
No hay comentarios:
Publicar un comentario